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Un mundo que cruje

Las principales economías del mundo crujen por todos lados; un día parece que todo se cae, horas después hay respiro y esperanzas. Optimismo y pesimismo se alternan por días u horas. Es evidente que graves problemas aquejan a gran parte de la economía mundial.

Dirigentes políticos y especialistas discuten sobre las causas de la crisis mundial y los diagnósticos difieren. Más aún difieren las recetas, con propuestas que van de un extremo al otro de la paleta de ideas y políticas posibles.

Comencemos por recordar que la crisis empezó ya hace algún tiempo en los Estados Unidos con lo que se llamó el "estallido de la burbuja inmobiliaria".

Después de años de crédito fácil, que impulsó un gran crecimiento de la construcción y de la economía, de la realización de complejas operaciones financieras especulativas con las hipotecas, apareció la cruel realidad: gran parte de los deudores no podían pagar los créditos.
 
El inflado valor de las propiedades se derrumbó, y con él, el sistema financiero no sólo de EEUU, sino también de Europa. Durante 2008/09 la economía del país del norte tuvo una recesión que afectó a buena parte del mundo.
 
El PBI se contrajo más del 12%, cifra muy superior a la estimada inicialmente. A pesar de la enorme inyección de fondos realizada por el gobierno, la economía norteamericana aún no ha recuperado los niveles productivos anteriores a la crisis. La recuperación es lenta, oscilante y el desempleo muy alto.

La situación en la Unión Europea no es menos grave y también se viene arrastrando desde tiempo atrás sin solución a la vista. El núcleo del problema es un grupo de países encabezado por Grecia y seguido por Italia y España, con enormes endeudamientos a consecuencia de déficits fiscales similares.
 
En el primer caso hay imposibilidad de pagar la deuda a pesar de los cuantiosos fondos recibidos. Los bonos emitidos por esos países los tienen, en gran parte, bancos alemanes que quieren cobrar y reclaman que alguien ponga la plata. Cae el valor de los bonos y cae aún más el valor de los bancos, que hoy valen la mitad de lo que valían no hace mucho.
 
Todos son más pobres, guste o no. La realidad es que en Europa, a pesar del avance de la Unión, hay un evidente dualismo económico y social: un grupo de países ha estado viviendo muy por encima de sus posibilidades, disfrutando de un Estado de bienestar sin respaldo en la realidad productiva.

Posiblemente estamos ante el fin de dos modelos: el benefactor europeo, cuyas prestaciones sociales son insostenibles con recursos fiscales genuinos, y el modelo consumista estadounidense, basado desde hace años en el endeudamiento de las familias.

Entretanto, en nuestro país se extiende la preocupación en medios empresarios y analistas económicos o políticos. La Argentina está aislada financieramente del mundo y su sistema financiero es pequeño y bastante sano.

Este es hoy su punto fuerte. Pero nuestra economía es fuertemente dependiente de las exportaciones, de los volúmenes y precios, esencialmente de granos y derivados y de la industria automotriz. Una caída de los precios de los granos puede ser muy seria, la soja ha bajado 100 dólares la tonelada en poco más de un mes. Brasil comienza a restringir importaciones de automóviles.

 En síntesis, mas allá de la pedantería del atril presidencial, la realidad la acaba de expresar alguien que no puede calificarse de opositor al "modelo", el presidente de la UIA, al sostener que "la región venía sólida, pero hace dos o tres semanas comenzamos a tener problemas en casa. La Argentina no puede estar blindada ante la crisis".

Sería conveniente que el ministro de Economía deje la guitarra y se ponga a trabajar.