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Un modelo blindado

*Por Román Lejtman. No importaron los números falaces del Indec, ni las tertulias de Amado Boudou con Eugenio Zaffaroni, protagonistas de una extraña mélange intelectual.

Tampoco tuvieron peso las denuncias de corrupción que vincularon a las Madres de Plaza de Mayo con Meldorek, ni la decisión de armar las listas empujando al aparato partidario para ocupar los espacios con militantes de escasa historia y profunda lealtad. Cristina ha mutado el escenario político, y está reescribiendo la historia del peronismo y sus relaciones con los factores de poder de la Argentina.

En la democracia, lo que importa son los votos. Puede haber análisis sobre la realidad, cuestionamientos a la administración del poder y críticas al autoritarismo y a la utilización forzada de la necrofilia. Pero si desde la Casa Rosada entendieron que el fútbol para todos, Tecnópolis, carne para todos, la ley de Medios, chanchos para todos, la fricción con la administración de Barack Obama, televisores para todos, y el subsidio universal a la infancia, son hechos importantes para sostener la voluntad popular, no hubo ningún discurso en la oposición que convenciera de lo contrario.

Cristina apela a Néstor, creó su propia militancia, arrugó a Hugo Moyano y sedujo a votantes de todos los niveles sociales y educativos. Puede haber amor o espanto, lucidez ideológica o interés económico. Pero hay un cuarto oscuro, el voto es secreto y la oposición no estableció un discurso creíble para aquellos argentinos que no soportan 6,7 y 8, la sonrisa ladina de Guillermo Moreno y las cadenas de plata que aún hoy exhibe Ricardo Jaime.

Cincuenta por ciento de los votos, un triunfo en veintitrés distritos, una oposición atomizada y una economía que fluye en un mundo globalizado que descubre las vinculaciones sociales que puede haber entre los estudiantes de Chile y los jóvenes ingleses que atacaron los negocios de Londres. Europa batalla con las calificadoras de riesgo, y Estados Unidos con sus propias contradicciones políticas. A ambos lados del Océano Atlántico, los manuales de política se exhiben inútiles, amorfos, en blanco.

Cristina cree que representa un modelo blindado, a prueba de situaciones económicas que ponen en jaque el pensamiento intelectual más formado de Occidente. La Presidenta asegura que su programa de gobierno es sólido, y que cuando lo presentó en la última reunión del G20, fue relativizado por su origen nacional. El plan no tiene secretos: Soja, Brasil y bajo endeudamiento externo.

En la oposición, los errores se repiten como una letanía. Y nadie se hace cargo. Ricardo Alfonsín, Eduardo Duhalde, Hermes Binner, Francisco de Narváez, Alberto Rodríguez Saá, Elisa Carrió y Pino Solanas atomizaron los votos opositores, fracturaron las propuestas y abrieron el camino a un proceso político que se puede extender por doce años.

La voluntad popular manda, fija el futuro y ordena las ideas. Cristina tiene un nuevo mandato, un nuevo respaldo que es inédito, fuerte y heterogéneo. No tiene adversarios a la vista, ni resistencias internas poderosas. Ahora puede oxigenar la CGT, ordenar los números del Indec, fiscalizar los fondos que partieron a la Fundación Sueños Compartidos, mejorar el control del narcotráfico en la frontera norte, terminar con los programas de propaganda oficial en Canal 7, reducir aún más los niveles de pobreza y bajar los índices de trabajo informal.

Es un programa de Estado.

Es para todos: que es más que el cincuenta por ciento de los votos.