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Un castigo a la beligerancia

*Por Miguel Wiñazki. Las elecciones son el más atrayente de todos los espectáculos políticos, tienen una lógica deportiva: unos ganan y otros pierden.

Las elecciones son el más atrayente de todos los espectáculos políticos, tienen una lógica deportiva: unos ganan y otros pierden. Esa condición dramática atrae, y no solo eso, desde luego. Las elecciones son una liturgia que nos instala frente a los medios como si fuera la final de un campeonato, y constituyen a la vez la única manera de saber qué es lo que en realidad está ocurriendo. El voto en principio desdibuja a las palabras. Es un indicador irrefutable: en la Capital ayer ha ganado Macri. No hay otra realidad que ésta.

Sin embargo, aunque el triun- fo en un distrito, aunque sea uno de la relevancia de la Capital, no talla con precisión el perímetro de ningún escenario cierto hacia adelante. Naturalmente, ha ganado Macri la primera vuelta en la ciudad de Buenos Aires y sólo allí. Es una elección que no permite aventurar lo que ocurrirá en el futuro, y no sólo porque las particularidades inherentes al electorado de la Capital, sino también porque existe una variable central en la política, y en la política argentina con enorme gravitación, que es el tiempo. Las cosas cambian con la volatilidad del viento en el país. La cultura política se ha transformado. No hay votos cautivos. Acontece una suerte de situación político-meteorológica. Todo lo que ha sido sólido se ha disuelto en el aire y las creencias no están sostenidas ya en verdades irrefutables. No se vota con espíritu de subordinación al Vademecum recitado por cada candidato, sino por otras dimensiones.

Apenas finalizado el comicio, segundos después de las seis de la tarde, Luis Alberto Quevedo, comunicólogo y vocero en esta ocasión de Daniel Filmus, apareció ante los seguidores capitalinos del Frente para la Victoria anunciando "Balotaje" y una victoria final de Filmus. En ese instante, Horacio Rodríguez Larreta hacía prácticamente lo mismo. Derrochaba optimismo y aseguraba enfático la victoria irrefutable del PRO.

Se instalaba en el acto un teatro de operaciones comunicacionales, no con uno sino con dos escenarios de cabecera. Cada uno de los polos en los que se substanció el antagonismo central de política capitalina coincidían pese a sus notorias diferencias, en generar acontecimientos comunicacionales, en difundir la resonancia de un espíritu ganador. Si ayer Macri le ganó a Filmus, el Frente para la Victoria comunicó que no le ha ganado del todo, y que levanta frente a los guarismos la voluntad final de vencer no sólo en la Capital sino a nivel nacional. El PRO, a la vez, también apuntaba a futuro.

A pesar de todo, el domingo hubo un mensaje fuerte. El electorado de la Ciudad de Buenos Aires castigó ayer y duramente la beligerancia. Y ése, no ha sido un mensaje menor.