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Triste sucursal de Hollywood en la Argentina

2012 tuvo de todo. Generó material de sobra como para varias películas. * Por Martín Lousteau

2012 tuvo de todo. Generó material de sobra como para varias películas. Comenzó con las idas y vueltas por la eliminación de los subsidios, más miles de personas haciendo cola al rayo del sol del verano para conseguir la tarjeta SUBE , sin siquiera tener certezas de sus ventajas. Secuencias al aire libre, actores no profesionales representando a familias trabajadoras padeciendo la economía. Es decir todos los condimentos del neorrealismo italiano.

Siguió con la tragedia en la Estación de Once . Lamentablemente no se trata de una producción cinematográfica en la línea inaugurada por Aeropuerto en los ´70. Acá no hay ficción: 51 personas fallecieron en el evitable episodio. Apenas pasaron diez meses y -en algo que debería llenarnos de vergüenza- ya parecemos haber olvidado el drama de todas esas familias que tendrán el peor fin de año que se pueda imaginar. Cuando suenen las campanas, haríamos bien como sociedad en reservar un pensamiento para ellas, así como también para todas aquellas otras víctimas del desdén que desde hace muchas décadas mostramos por la administración pública.

Un ejemplo cabal de esto último lo constituye la comedia de enredos del traspaso del subterráneo a la Ciudad de Buenos Aires. Que yo dije, que él me dijo, que vos dijiste, que si firmé, que si no, que te doy la plata pero no ahora, que sin plata no lo acepto. Mientras tanto el servicio empeora sin remedio o, por momentos, directamente desaparece en medio de conflictos gremiales y ante la falta de una autoridad competente.

El año también mostró exponentes del género musical, a veces en clave de humor. En Angola, la Presidenta no sólo bailó sino que se prestó a una suerte de subasta: leche para todos, motos, carne, sastrería, libros, dulce de leche ("en cartón") y hasta el polirrubro de La Salada tuvieron la posibilidad de que nuestra primera mandataria los nombre y señale desde el atril bajo el nada discreto trabajo de apuntador de Moreno. Y más recientemente, el 10 de diciembre pasado, la primera mandataria volvió a ensayar con gracia una nueva rutina de danza.

El thriller político, con sus denuncias de delito, corrupción, movidas de encubrimiento, metidas de pata memorables, billetes que no dan la talla y víctimas de diverso tipo tuvo su ejemplo más elevado con el escándalo de Ciccone. La historia estuvo llena de sorprendentes giros; y, si bien decayó en el tramo actual, son muchos los que aún esperan un final que esté a la altura de la trama.

Con tan variada cartelera ¿por qué no íbamos a disfrutar de una muestra suspenso financiero, a la Wall Street de Oliver Stone y Michael Douglas? El guión del pequeño país que lucha y se impone a oscuros intereses apareció esbozado repetidas veces. Primero con la estatización de YPF , luego con el endurecimiento del cepo al dólar. Pero fue con el fallo de Griesa a favor de los holdouts y la retención en Ghana de la Fragata Libertad que alcanzó alturas magistrales y sus máximos momentos de tensión.

El típico argumento de una docente que piensa distinto, provoca y pretende alejar a sus estudiantes de los cánones conservadores de educación pudo verse en la secuela "Georgetown" y "Harvard". Eso sí, los esfuerzos de Cristina Fernández de Kirchner fueron bastante menos exitosos que los Julia Roberts en La sonrisa de Mona Lisa o Robin Williams en La Sociedad de los Poetas Muertos. Ya en los meses finales de 2012 los estudios de producción locales decidieron no ahorrar recursos. Seguramente lo hicieron para distraer a los ciudadanos de la pelea permanente y estéril entre el Gobierno y Clarín. Los últimos resistiendo denodadamente la aplicación de una ley sancionada por el Congreso; el primero despreciando la Constitución y sus instituciones para que, paradójicamente, una ley se cumpla pero tergiversada en su espíritu. Cotidianamente ambas partes tuercen a su antojo los hechos y nos bombardean sin piedad desde los distintos medios.

Por suerte hubo varias oportunidades para abstraerse de esas noticias y entrar de lleno en el mundo del entretenimiento. Además, los logros domésticos no tuvieron nada que envidiar a Universal o la Metro Goldwyn Meyer. En una misma jornada pudimos disfrutar tanto de un excelente exponente del nuevo cine catástrofe que inspira el cambio climático -con una Buenos Aires completamente inundada- como de la típica película de apocalipsis debido a la liberación de un supuesto virus. Berni, con su traje, fue en ese sentido un digno continuador del Dustin Hoffman de Estallido, estrenada en 1995.

Podemos, si queremos, evadirnos de la realidad. Pensar, por ejemplo, que un windsurfista avanzando por Libertador o una nube tóxica invadiendo Puerto Madero y el microcentro son tan sólo alardes de efectos especiales. O episodios del realismo mágico propio de la literatura latinoamericana. Pero al asistir a situaciones tan bizarras también podemos tomarlas como un llamado de atención. Cuando nos acostumbramos a que todo -hasta lo más estrambótico- es aceptable se precisa un recurso exagerado para llamar la atención. Quizás sea bueno interpretar así ese día. Una suerte de lluvia de ranas, como en Magnolia, testimoniando que hay cosas que son profundamente anormales. Aunque nos hagamos los distraídos.

Frente a tanto espectáculo innecesario se puede enunciar un deseo más bien modesto para el año entrante: que sea apacible, normal y -si se permite- hasta algo aburrido. Feliz 2013 para todos.