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Todo vale contra Scioli y Macri

* Por Joaquín Morales Solá. Dicen que Daniel Scioli sabe algo sobre el destino de Cristina Kirchner que nunca cuenta. Es una inferencia de varios amigos del gobernador que han visto sólo su reacción cuando le preguntaron si tenía más información sobre el futuro de la Presidente.

Sea como sea, los tiempos de Scioli se encogen rápidamente desde que Mauricio Macri decidió hacer pública su definitiva vocación presidencial. La política ha llegado más lejos, en verdad, de donde Macri quería ir, pero ahora está en el ruedo y no le queda otra alternativa que caminar hacia adelante. Ya está. Sean estos los tiempos o no, debo empezar la batalla de octubre , se convenció, mientras retoca su imagen del candidato, dice, más distinto de los Kirchner.
¿Será Cristina o será Scioli el contrincante de Macri? ¿Scioli se enfrentará a la Presidenta y a Macri al mismo tiempo? Todas las preguntas terminan en la misma e irresuelta incógnita: ¿qué hará Cristina? El núcleo duro del kirchnerismo presiona sobre ella, y presionará más aún con el correr de las próximas semanas, para que libre el siguiente combate presidencial a suerte y verdad. Es explicable: ese sector es minoritario dentro del peronismo y, sin la continuidad de la Presidenta, volvería al desierto político, quizá definitivamente. Cristina está en tiempos recientes más encerrada en sus dudas. Sus funcionarios la perciben más introspectiva que antes. Tal vez está madurando la decisión más importante y solitaria de su vida , deducen.
Los elementos de su reflexión no son pocos. Está el legado, por un lado, que dice haber recibido de su marido muerto. Y está, también, la vocación por el poder inscripta en el mapa genético de los Kirchner. Pero Cristina participó activamente de las discusiones de por qué debía ser candidata presidencial en 2007. La principal razón que esgrimió entonces Néstor Kirchner, y sus colaboradores más cercanos, era que el ex presidente se enfrentaría, en caso de ser él, con su último mandato constitucional y que el peronismo se le sublevaría al día siguiente. Una situación idéntica debería desafiar Cristina Kirchner en caso de ser reelegida.
La cartografía electoral se está construyendo con tres tercios. Uno es el kirchnerismo, acompañado por un núcleo importante del peronismo. Otro es la centroderecha, que va desde Macri hacia otras franjas del peronismo. Y el último tercio lo integra el no peronismo, que se pasea entre el radicalismo y Elisa Carrió, y atraviesa la izquierda no kirchnerista. Si finalmente fuera así, la Presidenta nunca podría cosechar en primera vuelta más del 35 por ciento de los votos. La aguardarían una segunda vuelta electoral y una composición parlamentaria aún más adversa que la actual. Con la actual relación de fuerzas en el Congreso, el oficialismo kirchnerista ya no pudo sacar ningún proyecto de ley que haya considerado fundamental.
Merodea también la natural especulación humana sobre qué espera de su propio porvenir. La aversión de Cristina a la derrota es mucho más fuerte que sus ganas de seguir siendo presidenta, que también las tiene. Esta es la otra conclusión a la que llegan todos las que la conocen o hablan ahora con ella.
El universo kirchnerista se divide entre los fanáticos y los peronistas. Los primeros la quieren a ella y detestan a Scioli, del que recelan desde el principio de las cosas. Son las franjas que vienen de la izquierda peronista, de las luchas setentistas y que reconocen cierto liderazgo en el secretario Legal y Técnico de la Presidencia, Carlos Zannini. Los peronistas se respaldan más en el ministro de Planificación, Julio De Vido, que siempre se confesó sólo peronista, pragmático y posibilista.
Un rumor reciente indicó que los fanáticos preferían a Carlos Reutemann como delfín antes que a Scioli. Son injustos: la lealtad de Scioli a los Kirchner llegó a veces hasta límites inexplicables. Pero aquellos insisten: las colectoras bonaerenses son prueba de que buscan fulminarlo. La propia Presidenta se aleja cada vez más del peronismo en el ejercicio del gobierno; confía sólo en su propia colección de políticos que vienen de ninguna parte.
De Vido buscó, en cambio, quién era "más confiable y ganador": es Scioli, concluyó, peronista al fin. No hay mayores diferencias políticas o ideológicas entre Reutemann y Scioli, pero el kirchnerismo suele librar batallas innecesarias sólo por una cuestión de gusto.
WikiLeaks terminó con esa embrionaria pelea. Podrá reprochársele a Reutemann que no exponga ante los argentinos las opiniones que les contó a los diplomáticos extranjeros, pero nadie puede negarle sinceridad en el cable que se filtró ni una dosis enorme de veracidad a su análisis. La herencia cultural y metodológica del kirchnerismo será un duro legado para cualquier gobierno que lo suceda. Figuran en esa herencia los grupos piqueteros que desafían al Estado, una sociedad acostumbrada a los subsidios (ya sean los indirectos que reciben las clases alta y media o los directos que van, sin compromisos educativos o laborales, hacia los sectores más pobres), el escándalo permanente del espacio público y los desvaríos de una economía imprevisible. Es un resumen, arbitrario si se quiere, de lo que dijo Reutemann y del Santo Modelo.
Reutemann venía siendo un eventual aliado inmejorable para Macri o para Scioli. Será Cristina, pero será Scioli si no fuera ella , deslizó Reutemann sobre fines del año último. También tiene buena relación con Macri, pero éste no habló con él en los últimos tiempos ni le propuso nunca la vicepresidencia. Las supuestas tratativas las hizo, por su cuenta y riesgo, Francisco de Narváez. Sin embargo, la sola versión de una fórmula entre Macri y Reutemann enloqueció de inquietud al oficialismo. Nos barrerían , confesó un alto exponente del kirchnerismo.
Reutemann está bajo la nieve de Nueva York, de vacaciones con su esposa, mientras aquí su nombre se bambolea de un lado al otro. Es probable inferir, con todo, que el senador podría participar de una solución electoral no kirchenrista, en tanto ésta tuviera posibilidades de éxito y expresara algo más que las ambiciones personales de un hombre. No iría con Macri si éste no enhebrara una alianza más amplia con el peronismo y tampoco acompañaría a Scioli si éste se lanzara sin más estructura que las buenas mediciones de opinión pública, mejores que las de Cristina en verdad.
Scioli ha demostrado más independencia en los últimos tiempos que en los ocho años de kirchnerismo. Lo hizo en cuestiones internas y externas. Su ministro de Justicia y Seguridad, Ricardo Casal, acosado por el kirchnerismo viejo o nuevo, oportunista o auténtico, llegó al extremo de darle la razón a Macri en su extravagante polémica con en el canciller Timerman sobre el envío de policías argentinas a una escuela norteamericana creada por Bill Clinton, el ídolo político de los Kirchner. ¿Barack Obama apaña la tortura, como se infiere de la denuncia de Timerman? Un disparate.
Es raro, en fin, tanto frenesí propio de parte del gobernador. Quizás está dispuesto a saltar la valla o, tal vez, Scioli sabe algo sobre Cristina que, en efecto, nadie sabe. Si fuera así, no lo conoceremos por su boca. Cristina sí sabe que Scioli quiere ser presidente. Esa es una verdad.
Macri, en cambio, intuye que Cristina no se presentará a la reelección. El kirchnerismo duro y fanático ha comenzado, por las dudas, a operar contra los dos. Casal es la presa sciolista que quiere obtener para debilitar a Scioli. Una versión no confirmada asegura que los rumores sobre el testigo desaparecido Jorge Julio López forman parte de una intriga contra Scioli y su ministro. Timerman despachó acusaciones sobre Macri con la mirada puesta en las conspiraciones del setentismo, que ahora no tienen rigor ni vigencia. Es una campaña vacía y sucia, otra herencia de cierto kirchnerismo.