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Todas las mujeres de su familia abortaron: asegura que ninguna se arrepintió ni se traumó

Juliana, la más joven de las mujeres, ayudó a que el aborto dejara de ser un tabú en su familia.

Por Gisela Sousa Dias (Extraído de Infobae)


Fue durante una cena familiar, en este mismo departamento, en Flores. La Cámara de Diputados acababa de darle media sanción a la ley de despenalización y legalización del aborto, y Juliana sacó el tema en la mesa. Algo había cambiado durante el debate porque, por primera vez, se habló en primera persona y con naturalidad: su mamá contó que había abortado, y su papá que había tenido una novia con la que también habían decidido interrumpir un embarazo. En la siguiente reunión familiar, el aborto terminó de "salir del closet": también habían abortado su abuela, su tía y su prima.

"Quedé impactada. Pensé: ¿Por qué me estoy enterando recién ahora, a mis tengo 26 años?", cuenta a Infobae Juliana, que es estudiante de periodismo, militante feminista y autora del blog "Intravenous Sugar". "La respuesta que encontré es que muchas mujeres dejaron de sentir vergüenza y tienen la necesidad de decir: 'Yo decidí abortar y también decidí tener hijos y formar una familia. No me arrepentí y tampoco tuve traumas".

Silvia, su mamá, asiente. Tiene 60 años, es Licenciada en gestión de políticas públicas y trabaja en el Gobierno de la Ciudad. "Aborté dos veces", arranca, mientras ceba un mate amargo. La primera vez fue en 1983: "Tenía 25 años, era soltera y me había ido ir a vivir a Brasil. Cuando volví a Argentina me enteré de que estaba embarazada. No lo quería tener. El 'no' fue muy claro, era mi decisión, 'no' y punto", recuerda. "No es algo para salir a celebrar pero tampoco fue traumático si no, no me habría hecho el segundo".

La segunda vez que decidió abortar fue en 1988. "Hacía tres años que estaba de novia, éramos una pareja sólida pero teníamos otros intereses. En aquel entonces militábamos en la Junta Coordinadora Nacional, hacíamos mucho trabajo social y la militancia era nuestra vida. Tener un hijo implica mucha responsabilidad y tenés que hacerte cargo, y a veces tu vida, tus decisiones y tu existencia pasan por otro lado".

Tiempo después, Silvia se casó y con Claudio, su marido, desearon y decidieron buscar y tener a Juliana y luego a Valentín. Pasaron más de tres décadas de sus dos abortos y Silvia los pone en contexto: "Cualquier tema vinculado a la sexualidad era intocable en nuestras casas, tampoco se hablaba en la escuela", dice ella, que arrancó el secundario hace 45 años. "Eso no cambió, mamá -la interrumpe Juliana, que arrancó el secundario hace 12 años-. "En primer año una chica preguntó en qué agujero iba el tampón, así que imaginate".

En el sillón contiguo está Graciela, la tía de Juliana, que tiene 63 años y es psicóloga. "Quedé embarazada a los 20. Mi mamá, que era enfermera, me dijo que abortara, que ella había abortado varias veces. Y mientras mi mamá me decía eso, mi abuela lloraba". ¿Por qué lloraba la abuela? La pregunta se instala en el living.

¿Lloraba porque su hija y su nieta estaban hablando de abortar? ¿O lloraba por su propia historia? La mujer -cuentan- se había visto socialmente obligada a casarse cuando supo que estaba embarazada. Es probable que llorara -creen- porque el embarazo no había sido deseado, el casamiento tampoco.

Pese a que su mamá le dijo que interrumpiera el embarazo, Graciela decidió seguir adelante: "En ese momento yo no tuve dudas, quise seguir. Hacía 5 años que estaba de novia y, aunque no teníamos plata, teníamos planes de casarnos".

Graciela tuvo que dejar la universidad y el padre de su hija se instaló en otra provincia tentado por un buen trabajo. "Era mucha responsabilidad. Yo era una mamá de 20 años y era la que decidía todo". Volvió a quedar embarazada de su pareja en 1978, cuando tenía 23 años y una nena en jardín de infantes. Y decidió hacerse un aborto: "No estábamos bien y el 'no' fue clarísimo. Mucho no me acuerdo porque no fue un drama, ni una pena. Tampoco hubo arrepentimiento. Así como decidimos hacer el aborto, también decidimos luego tener a Hernán, mi otro hijo".

Alejandra, la niña que tuvo a los 20 años, es la mujer que ahora está sentada a su lado. Tiene 42 años y es docente de plástica. "Yo también quedé embarazada a los 20. Estaba muy enamorada y los dos dijimos 'sí, podemos'. Estoy convencida de que si mi pareja hubiera salido corriendo, yo habría abortado". Cuando ya había tomado la decisión de continuar el embarazo, Alejandra se enteró de que eran mellizos.

Cuando sus hijos tenían 5 años, la situación económica de su familia se tornó delicada. "En ese contexto, quedé embarazada de nuevo. Y así como me enteré, me bajó la palabra 'no'. Yo, mi cuerpo, mi cabeza, todo coincidía en un 'no' rotundo. Sin culpas, sin dudas, 'no'", acentúa.

Vivía en Córdoba Capital y el dato que le pasaron terminó siendo el de "un tugurio". Sintió miedo pero el miedo no movió la vara de la decisión. Finalmente, le hicieron el aborto hace 14 años, a una cuadra del Alto Palermo. Unos años después, tuvo a Felipe, que hoy tiene 9 años. "Honestamente, el aborto fue la única decisión que tomé siendo consciente y haciéndome cargo. La decisión de tener a mis hijos no fue tan consciente, con tanta seguridad ni tanta autonomía como fue la de abortar".

Y, como las muñecas rusas, señala que dentro del tabú que se está rompiendo hay otro: la maternidad no buscada, o no deseada. "En mi caso, siempre renegué. Por supuesto que quiero a mis hijos y me ocupo de ellos pero la maternidad estuvo más ligada a la responsabilidad que al deseo. Siempre tuve una lucha interna entre el ser mamá y el ser yo, es decir, dedicarme a lo que quería con pasión. Creo que el debate también visibiliza otros temas tabú, por ejemplo, cuando la maternidad no es algo pleno". De eso no se habla y cuando se habla, aparece el peor de los estigmas: el de la mala madre.