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Supervivencia del bebe prematuro

Mantener contacto con la madre es fundamental para que los niños nacidos antes de tiempo puedan sobrevivir.

Bebes prematuros son aquellos que nacen antes de las 37 semanas del embarazo. Al no haber completado el tiempo normal de la gestación, su desarrollo es menor, lo que incide en las probabilidades de supervivencia en el riesgoso primer mes de la vida extrauterina, peligro que se acrecienta cuando el prematuro pesa menos de 1500 gramos.

De 10.000 niños que mueren durante los primeros cinco años de vida, el 90 por ciento fallece en el primer año; de éstos, el 60 por ciento lo hace en el curso del primer mes y, de ese conjunto, el 35 por ciento fallece en la primera semana.

Esos porcentajes no son semejantes a los que se registran en países más avanzados. Tampoco deberían ser así en nuestro país, porque la gran mayoría de las parturientas (90 por ciento) es asistida en instituciones hospitalarias. Sin embargo, ocurre que en numerosos servicios de neonatología, la familia no acompaña al bebe y, de esa manera, éste queda privado de una fuente primordial de afecto que necesita para superar el trance en que se encuentra.

Es muy penoso apreciar que miles de recién nacidos mueren sin que los acompañe la familia. La especialista Zulma Ortiz, de Unicef, que estudió el problema en nuestro medio, ha señalado que una causa determinante de las muertes neonatales no obedece aquí a carencias de tecnología ni de equipamientos médicos, sino a la ausencia de contacto del bebe con sus padres y, especialmente, con la madre, por razones de organización interna de los servicios.

Es importante recordar al respecto un valioso antecedente que pone de relieve la gravitación insustituible de la madre en la supervivencia del recién nacido. Hasta entrado el siglo XX, había una gran preocupación en los servicios médicos por un estado enfermizo de los bebes que se denominó "consunción", especie de debilidad general que los consumía y era la causa del temprano fallecimiento.

Las investigaciones confirmaron algo que pertenecía a la sabiduría natural materna, que capta la necesidad del pequeño de sentir la calidez afectiva de quien lo alimenta, le canta y lo arrulla. En suma, así como el bebe necesita desde su ingreso en el mundo de oxígeno, agua y alimento, también le es indispensable sentirse amado.

Esta valiosa comprobación no debe ser olvidada, pues el recién nacido afianza su seguridad y sus posibilidades de vivir a través de ese acompañamiento materno, que no sólo se ejerce a través del amamantamiento.

La doctora Ortiz mencionó el caso del Instituto Sardá, donde se ha puesto en práctica un modelo de maternidad que promueve la cooperación familiar, que alcanza incluso a algunas tareas de enfermería accesibles y confiando, también, en la capacidad de los seres próximos para detectar precozmente cualquier indicador de problemas mayores en el recién nacido.