"Siempre hay que apostar al amor y seguir adelante"
Galan recio, psicópata o mujeriego... en cada papel que interpretó, Federico Amador dejó su impronta. Se define como un tipo cualquiera que, para vivir, actúa. Habla de la fama, de las persecuciones de los papparazzi y de la relación con Florencia Bertotti, su actual pareja. "Los actores no somos importantes, -asegura- somos estúpidos como cualquier otro".
La duda, como sistema de conocimiento, es la fórmula habitual con la que él, Federico Amador (35) concibe el mundo. No es de esas personas que regalan certezas como si fueran frutillas y primero responde y después piensa. Más bien se toma su tiempo, anticipa que no sabe, y luego ensaya una respuesta. Se lo ve como taciturno, calmo y no tiene la elocuencia histérica de los extrovertidos. Invitado por Personal, llegó a Las Leñas vestido con un jean oscuro, zapatillas de lona de las que se arrepintió y una especie de montgomery gris. Nada más, apenas unos anteojos, un paquete de cigarrillos, un celular sin batería y un libro (el tercer episodio de la saga de Los Reyes Malditos, de Maurice Druón).
Federico Amador nació el 23 de octubre de 1975 bajo el nombre de Federico Grandolini. Trabajó de mozo, repartió volantes y vendió panchos. Pero recién a los 23 se metió de lleno en la actuación y adoptó el apellido por el cual se lo conoce: Amador, tomado del seudónimo que usaba su bisabuelo para firmar sus poemas. Entonces comenzó la carrera que hoy lo deposita cada noche en la pantalla de El Trece, como parte del elenco de Herederos de una venganza, tira en la cual representa a Rafael Ferrero, un psicópata sudamericano. Por lo demás, la vida de Federico es tranquila. Descree de la magia que se le atribuye a los actores, no le divierte asistir a eventos públicos y no tiene televisión por cable. Tampoco tiene Twitter (y pide que aclaremos que las cuentas que aparecen no son suyas). Juega al fútbol todos los jueves, practica boxeo hace cuatro años por consejo de su amigo Luciano Castro ("boxeador de otro peso", según aclara), y está en pareja con Florencia Bertotti. Dicha relación comenzó en la época en que protagonizaba Niní junto a ella y, tras varias persecuciones o amasijos de la prensa, terminó por convertirse en un manso cuento privado que disfruta en paz y aquí asume. Además, es padre (junto a María José, su anterior pareja), de Vito (5) y Ciro (2), a quienes trata de proteger de las luces (a veces demasiado fuertes), de una fama que a él le importa un bledo.
-No tenés Twitter; ni Facebook, no ves tele, no te gusta demasiado el ambiente... ¿Es una rebeldía específica o cierta tendencia ermitaña? -No, siempre fui así. Tengo mi grupo de amigos, nos juntamos los fines de semana y salimos. Me muevo mucho por zona Norte. No suelo ir adonde hay fotógrafos, no voy a Palermo, pero ni siquiera porque quiera esquivarlos, sino porque tengo a mis amigos por zona Norte. No es que reniegue de algo.
-¿Sos fóbico a la persecución mediática? -No, pero no la entiendo, o al menos no la comparto. Me parece que se le da demasiada importancia al tipo que trabaja en la tele, que en .definitiva es un pibe que tiene un trabajo como cualquier otro. Creo que el error es darle tanta trascendencia a lo que hace o deja de hacer.
-¿Quién le da esa trascendencia? ¿Los medios o la gente? -Y... es como un círculo vicioso: los medios hacen que la gente sienta que eso es importante, cuando no debiera ser así. A nadie le importa lo que hace el farmacéutico de la vuelta de su casa. O sí, pero se enteran cinco. Qué sé yo, también hay algo en el ser humano que es extraño, no sé.
-¿Te gustaría un mundo en el que los actores sean tan ignotos como el farmacéutico? -La exposición también va de la mano de la profesión, es así. Además, yo estoy en un montón de lugares en donde la gente a lo sumo te levanta la mano así nomás como "¡qué hacés!", y listo. Pero de pronto estás con tu hijo y viene una chica y te da un beso y es una situación rara. -¿Cuáles son las cosas que molestan y las que no? -Que te feliciten por lo que estás haciendo en una tira está bueno. Pero si estoy con mis hijos y me vienen a pedir una foto, molesta. Ahora, cuando estoy con ellos no accedo. Los quiero proteger.
-¿Saben que papá es famoso? -No, no. Porque no me interesa mostrárselo ni me interesa que consuman lo que yo hago. Tampoco es que se los oculto, pero no me encargo de hacérselos saber. Ni toco el tema: papá se va a trabajar y chau.
-¿El manejo de tu relación con Florencia (Bertotti), te atormentó la cabeza o simplemente no fuiste consciente? -No, nunca consumí lo que se decía de mi relación con Flor. Me fui enterando por comentarios, nada más. Pero vuelvo a lo mismo, me parece que se le da demasiada importancia a lo que hacemos los actores, que somos estúpidos igual que cualquiera, no somos importantes. Me parece que ahí es donde estamos confundidos como sociedad.
-¿Hay algo particular en el ámbito laboral de los actores que surgen tantas relaciones? -No creo que sea distinto a otros ambientes de trabajo, sino que otra vez se opera con la misma lógica equivocada.
Es decir, si vas a una prepaga y te fijas en las relaciones entre los empleados probablemente pase lo mismo y haya muchas parejas. Pero de vuelta, en el ámbito de las personas públicas se cree que pasan cosas distintas o más importantes.
-Pero más allá de las personas, ¿las condiciones no son distintas?¿Actuar de enamorado no te expone a enamorarte? -No, ni en pedo. Sino, ahora yo sería un violador y tendrían que meterme preso por las dudas. O terminaría enemistado de por vida con aquellos actores que hacen de mis enemigos en las tiras. No, no es así.
-¿Terminar una relación importante te hace descreer por completo del amor o no sos fatalista en ese aspecto? -Pienso igual que en todos los campos de la vida: nunca hay que descreer de nada, siempre hay que apostar, ya sea en lo laboral, en las amistades o en el amor. Siempre hay que apostar al amor y seguir adelante. Me parece que lo peor que puede pasar es perder la esperanza.
-Para terminar, y sin darle más importancia de la que merece, ¿cómo estás hoy con Florencia? -Estoy muy bien, en todos los aspectos. Estoy en paz.
Federico Amador nació el 23 de octubre de 1975 bajo el nombre de Federico Grandolini. Trabajó de mozo, repartió volantes y vendió panchos. Pero recién a los 23 se metió de lleno en la actuación y adoptó el apellido por el cual se lo conoce: Amador, tomado del seudónimo que usaba su bisabuelo para firmar sus poemas. Entonces comenzó la carrera que hoy lo deposita cada noche en la pantalla de El Trece, como parte del elenco de Herederos de una venganza, tira en la cual representa a Rafael Ferrero, un psicópata sudamericano. Por lo demás, la vida de Federico es tranquila. Descree de la magia que se le atribuye a los actores, no le divierte asistir a eventos públicos y no tiene televisión por cable. Tampoco tiene Twitter (y pide que aclaremos que las cuentas que aparecen no son suyas). Juega al fútbol todos los jueves, practica boxeo hace cuatro años por consejo de su amigo Luciano Castro ("boxeador de otro peso", según aclara), y está en pareja con Florencia Bertotti. Dicha relación comenzó en la época en que protagonizaba Niní junto a ella y, tras varias persecuciones o amasijos de la prensa, terminó por convertirse en un manso cuento privado que disfruta en paz y aquí asume. Además, es padre (junto a María José, su anterior pareja), de Vito (5) y Ciro (2), a quienes trata de proteger de las luces (a veces demasiado fuertes), de una fama que a él le importa un bledo.
-No tenés Twitter; ni Facebook, no ves tele, no te gusta demasiado el ambiente... ¿Es una rebeldía específica o cierta tendencia ermitaña? -No, siempre fui así. Tengo mi grupo de amigos, nos juntamos los fines de semana y salimos. Me muevo mucho por zona Norte. No suelo ir adonde hay fotógrafos, no voy a Palermo, pero ni siquiera porque quiera esquivarlos, sino porque tengo a mis amigos por zona Norte. No es que reniegue de algo.
-¿Sos fóbico a la persecución mediática? -No, pero no la entiendo, o al menos no la comparto. Me parece que se le da demasiada importancia al tipo que trabaja en la tele, que en .definitiva es un pibe que tiene un trabajo como cualquier otro. Creo que el error es darle tanta trascendencia a lo que hace o deja de hacer.
-¿Quién le da esa trascendencia? ¿Los medios o la gente? -Y... es como un círculo vicioso: los medios hacen que la gente sienta que eso es importante, cuando no debiera ser así. A nadie le importa lo que hace el farmacéutico de la vuelta de su casa. O sí, pero se enteran cinco. Qué sé yo, también hay algo en el ser humano que es extraño, no sé.
-¿Te gustaría un mundo en el que los actores sean tan ignotos como el farmacéutico? -La exposición también va de la mano de la profesión, es así. Además, yo estoy en un montón de lugares en donde la gente a lo sumo te levanta la mano así nomás como "¡qué hacés!", y listo. Pero de pronto estás con tu hijo y viene una chica y te da un beso y es una situación rara. -¿Cuáles son las cosas que molestan y las que no? -Que te feliciten por lo que estás haciendo en una tira está bueno. Pero si estoy con mis hijos y me vienen a pedir una foto, molesta. Ahora, cuando estoy con ellos no accedo. Los quiero proteger.
-¿Saben que papá es famoso? -No, no. Porque no me interesa mostrárselo ni me interesa que consuman lo que yo hago. Tampoco es que se los oculto, pero no me encargo de hacérselos saber. Ni toco el tema: papá se va a trabajar y chau.
-¿El manejo de tu relación con Florencia (Bertotti), te atormentó la cabeza o simplemente no fuiste consciente? -No, nunca consumí lo que se decía de mi relación con Flor. Me fui enterando por comentarios, nada más. Pero vuelvo a lo mismo, me parece que se le da demasiada importancia a lo que hacemos los actores, que somos estúpidos igual que cualquiera, no somos importantes. Me parece que ahí es donde estamos confundidos como sociedad.
-¿Hay algo particular en el ámbito laboral de los actores que surgen tantas relaciones? -No creo que sea distinto a otros ambientes de trabajo, sino que otra vez se opera con la misma lógica equivocada.
Es decir, si vas a una prepaga y te fijas en las relaciones entre los empleados probablemente pase lo mismo y haya muchas parejas. Pero de vuelta, en el ámbito de las personas públicas se cree que pasan cosas distintas o más importantes.
-Pero más allá de las personas, ¿las condiciones no son distintas?¿Actuar de enamorado no te expone a enamorarte? -No, ni en pedo. Sino, ahora yo sería un violador y tendrían que meterme preso por las dudas. O terminaría enemistado de por vida con aquellos actores que hacen de mis enemigos en las tiras. No, no es así.
-¿Terminar una relación importante te hace descreer por completo del amor o no sos fatalista en ese aspecto? -Pienso igual que en todos los campos de la vida: nunca hay que descreer de nada, siempre hay que apostar, ya sea en lo laboral, en las amistades o en el amor. Siempre hay que apostar al amor y seguir adelante. Me parece que lo peor que puede pasar es perder la esperanza.
-Para terminar, y sin darle más importancia de la que merece, ¿cómo estás hoy con Florencia? -Estoy muy bien, en todos los aspectos. Estoy en paz.