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Si fuma, no contamine

*Por Angel Fernando Girardi: Luego de la llegada del hombre a la Luna, la humanidad recobró la conciencia de que nuestro planeta es el único hogar que tenemos y que debíamos cuidarlo, toda vez que su diario deterioro era más que evidente.

Luego de la llegada del hombre a la Luna, la humanidad recobró la conciencia de que nuestro planeta es el único hogar que tenemos y que debíamos cuidarlo, toda vez que su diario deterioro era más que evidente.

Desde esta óptica, se ha determinado que el aire y el suelo son los más perjudicados. El primero por un gran número de emanaciones tóxicas de gases de diverso origen; el segundo, principalmente, por la basura que genera la gente.

Hace décadas que en las escuelas se les enseña a los niños qué es la ecología y cómo llevarla a la práctica en pequeños gestos cotidianos: el separar los restos reciclables de los orgánicos, no tirar las pilas junto con los residuos, etcétera.

La Constitución nacional, en su reforma de 1994, le ha dada suma importancia al tema y llegó a plasmarlo en su artículo 41: "Todos los habitantes gozan del derecho a un ambiente sano, equilibrado, apto para el desarrollo humano y para que las actividades productivas satisfagan las necesidades presentes sin comprometer las de las generaciones futuras; y tienen el deber de preservarlo. El daño ambiental generará prioritariamente la obligación de recomponer, según lo establezca la ley". Muchos juristas lo califican como un derecho humano de cuarta generación.

Teniendo presente lo antedicho, me ocuparé de la colilla de los cigarrillos y los atados vacíos que son tirados en la vía pública y/o en cualquier otro lugar.

El filtro de cigarrillos, en tanto desecho, es considerado como una de las mayores causas de basura en el mundo: no es biodegradable, tiene un importante componente de alquitrán, acetato de celulosa y otros compuestos tóxicos, por lo que demoran aproximadamente 50 años en degradarse. Se ha comprobado que una colilla contamina 50 litros de agua.

Si una parte de los restos de los millares de cigarrillos que fuman los rosarinos a diario pasan a las alcantarillas, fácil es imaginar el daño que se le está causando a nuestro río, fuente principal del agua potable cotidiana de Rosario y de importante número de ciudades y pueblos por donde pasa su cauce.

En lo que hace al paquete, los componentes químicos de su papel, el plástico y aluminio, también lo tornan un residuo contaminante complejo con un plazo mayor a los cincuenta años para su degradación.

Según cifras oficiales, para fines de 2008 se habían vendido en nuestro mercado interno unos 2.121.870.913 atados de cigarrillos, los cuales multiplicados por su contenido de 10 o 20 unidades nos da una idea del volumen monstruoso que puede generar como desecho contaminante.

Fumar es una conducta social aceptada en nuestra sociedad, a pesar del daño que causa a quien la practica y, en ciertos casos, también al prójimo. Lo cierto es que el 51,7% de nuestra población es fumadora y como consecuencia de ello, unas 100 personas mueren por día en la Argentina. Cada año fallecen cerca de 40.000 personas por fumar, 34.000 por consumo directo y 6.000 por consumo pasivo.

En el aspecto económico, nuestro país se encuentra entre los más importantes productores de tabaco, con ingresos por exportación superiores a los 160 millones de dólares. Pero la otra cara de la moneda nos dice que el costo del tratamiento de las enfermedades vinculadas al consumo de tabaco ronda los $ 4.300 millones; el gobierno sólo recauda 3.500 millones anuales por impuestos al cigarrillo.

El Estado nacional, al igual que diversas provincias y municipios, han tomado algunas medidas para comenzar a revertir los efectos dañinos que causan los fumadores, como la restricción de fumar en las oficinas públicas y privadas, en los restaurantes y otros lugares de acceso público.

Pero es probable que muchos fumadores no tengan conocimiento del daño que causan a sus semejantes y a la naturaleza al tirar la colilla y el paquete en cualquier lado. Sin dudas, muchas de estas acciones están motivadas por el hecho mismo de que se trata de una basura muy pequeña y, por ende, resulta sumamente incómodo colocarlas en alguna bolsita para luego desecharlas en un lugar adecuado. Lo cierto es que algún tipo de recipiente portátil de uso personal podría solucionar este tema. Además, en la vía pública debieran existir pequeños containers con arena para tal fin.

Por ello entiendo que debemos dar un paso adelante entre todos los ciudadanos en el sentido de que el fumador tome conciencia de esta realidad científicamente comprobada.

Si bien en la práctica se está sancionando a quienes de diversas maneras perjudican el medio ambiente, no veo posible en este caso que se pueda sancionar puntualmente, con una multa dineraria a quienes despliegan tal conducta, pero creo que es posible revertir esta estado de cosas con nuestro compromiso diario, en forma personal y con una campaña publicitaria permanente. Nunca olvidaré de lo que vi hace unos años en Italia, viajando por la carretera desde Trento hacia Venecia. Dos autos circulaban delante del mío y el conductor del primero de ellos tiró por la ventana un paquete de cigarrillos ya vacío. El conductor del segundo estacionó a la vera de la ruta y levantó la basura. Unos kilómetros más adelante tuve la oportunidad de encontrarme con este gentilhombre. Lo felicité y le pregunté acerca del porqué de su gesto, a lo cual me respondió: "Si los que pensamos en un mundo mejor no hacemos nada, nos quedaremos sin él".

Para comenzar esta tarea preventiva podemos tomar socialmente algunas medidas útiles muy beneficiosas: 1) En los atados de cigarrillos se debe advertir en forma destacada sobre el daño ecológico que causa tirar la colilla o los restos del paquete en cualquier parte; 2) La Municipalidad de Rosario debería ocupar al máximo los espacios públicos con publicidad alertando sobre los efectos contaminantes de estos restos; 3) Insistir en la difusión de esta problemática en todas las escuelas y casas de estudios, teniendo en cuenta que los hijos pueden llegar a ser excelentes maestros de sus padres en materia de salud y ecología; 4) En las boletas de impuestos provinciales y municipales, en las facturaciones de luz, agua, expensas y demás servicios, se debería hacer una clara campaña al respecto; 5) Los que no fumamos debemos hacer nuestro aporte diario instruyendo a nuestros familiares, amigos, conocidos y/o a cualquiera de las personas que fuman, pidiéndoles se comprometan a tener una conducta adecuada con los desperdicios.

Finalmente, creo que no estamos lejos como sociedad de alcanzar un alto grado de madurez e integración a poco que en el día a día compartamos nuestras inquietudes y preocupaciones, poniendo manos a la obra en la simple pero imprescindible tarea de mejorar nuestro hábitat y calidad de vida.

Angel Fernando Girardi Doctor en derecho y ciencias sociales, productor agropecuario y ex juez de la Cámara Federal de Apelaciones de Rosario.