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Servicio militar y delincuencia

* Por Jerónimo Oliva. En la opinión pública reciente han estado presentes dos temas referidos al delito: la modificación de la edad de imputabilidad de menores de 18 años, y el servicio militar obligatorio. Esta nota pretende realizar un análisis del servicio militar obligatorio, pero no en sí mismo, sino abordando los supuestos que subyacen a su vinculación con la delincuencia.

Se puede inferir la siguiente lógica en el argumento que relaciona servicio militar y delincuencia: 1. Las circunstancias y características personales de algunos jóvenes redundan en conductas delictivas. 2. El servicio militar obligatorio aborda estas circunstancias, las cuales están asociadas a la ausencia de disciplina. 3. El servicio militar tiene, por lo tanto, cualidades para la prevención del delito.

Aceptando como representativos estos supuestos, el servicio militar obligatorio como estrategia de prevención del delito enfrenta ciertos problemas fácticos. Datos de decenas de países occidentales muestran que la mayor frecuencia de conductas delictivas se concentra a partir de los 15 años, extendiéndose hasta los 20 y reduciéndose conforme envejece la persona.

Por lo tanto, suponiendo un servicio militar a los 18 años, éste se haría presente unos tres años posteriores al comienzo del período más álgido de la delincuencia juvenil, o por lo menos de forma simultánea. En este sentido, sería una medida reactiva (y no preventiva) respecto de aquellos jóvenes que cometen actos delictivos con cierta cotidianidad.

Si el período "crítico" comienza cercano a los 15 años, es plausible suponer que las acciones de prevención deberían tener implementación previa. Efectivamente, la mayoría de las variables escolares (repitencia, rendimiento, conducta violenta, vandalismo, ausentismo, abandono injustificado) están en correlación con la probabilidad de que un joven adopte un patrón de conducta delictiva en su adolescencia. Por lo tanto, el servicio militar obligatorio "llega tarde" como medida preventiva.

Ponderado como alternativa reactiva, el servicio militar probablemente podrá tener un grado de impacto no mucho mayor al que tienen los centros de detención de jóvenes o los penales. Asimismo, se puede dudar sobre la conveniencia de que jóvenes con conductas delictivas o en situación de riesgo reciban entrenamiento militar y acceso a armas de guerra. Por otra parte, para aquellos jóvenes donde el delito será de por sí una conducta excepcional o inexistente, el servicio militar no otorgará ninguna ventaja particular desde el punto de vista de la prevención.

Independientemente de lo sostenido hasta ahora, puede preguntarse hasta qué punto la disciplina castrense ha sido identificada por los especialistas como significativa para la prevención o mitigación de la conducta delictiva. Y más allá todavía, diversas situaciones indican que las personas pueden ajustarse a instituciones con un funcionamiento rígido y disciplinado (como la misma prisión) sin que esto involucre un cambio real de las creencias o las conductas.

En este sentido, la rigidez cognitiva de muchos de los jóvenes que delinquen (característica frecuente señalada por la psicología cognitivo-conductual) no es incompatible con el respeto por sistemas disciplinarios inflexibles y violentos, como pueden ser las mismas pautas compartidas por los internos de un penal.

Cabe interpretar por qué el servicio militar obligatorio y medidas análogas que rondan lo disciplinar y punitivo generan atracción. La delincuencia existe, es un problema y genera temor en todos los estratos sociales. Probablemente el temor tenga algún vínculo con lo disciplinar y punitivo.

Como breve etiología del delito, podemos señalar que una situación socioeconómica precaria genera muchas presiones sobre la dinámica familiar. La crianza de los niños a su vez está influida por esta dinámica. Con relación al delito, la supervisión de la conducta y la disciplina constante son los aspectos más importantes de la crianza (no así la disciplina rígida, que junto con la laxa, han sido identificadas como variables de predicción de la conducta delictiva).

Lo anterior simplifica con poca elegancia la relación entre las circunstancias macrosociales, familiares y los procesos de subjetivización. Relación enmarcada en un contexto de crisis de las instituciones sociales modernas, en una cultura hedonista adversa a los límites y responsabilidades. "Cada sociedad tiene la delincuencia que se merece", como dijo D. Taft.

Frente a la retirada de figuras e instancias sociales de autoridad, desde el temor se convoca a los autoritarismos como sustituto: la disciplina rígida como posible alternativa, el servicio militar obligatorio como solución. Desde un falso progresismo, las circunstancias sociales y personales justifican y eximen de responsabilidad a la conducta individual. La autoridad es vilipendiada y equiparada al autoritarismo. La estricta observancia y aplicación de leyes democráticas es considerada represión.

Para explicitar ahora nuestra postura, conviene rescatar y depurar los supuestos iniciales: 1. Las circunstancias sociales y características personales influyen en la conducta delictiva. 2. La autoridad está relacionada con la delincuencia, tanto en lo familiar y subjetivo (ej. la supervisión y el monitoreo de la conducta) como en lo macro (ej. la cultura). 3. La autoridad está relacionada con la prevención del delito. Pero no creemos que la disciplina rígida posterior al establecimiento de patrones de conducta delictivos pueda tener un papel relevante en la prevención o modificación de la conducta.

Frente al repliegue de la autoridad en las sociedades posmodernas, "la infancia anda suelta y se enriquece", como ha escrito el músico Bochatón. Familia y padres que no sujetan, escuela que no sujeta y maestros des-autorizados, contextos socioeconómicos y culturales que no sujetan, ¿Qué tesoros encuentra vagando por las calles?