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¿Se acabó el amor?: Berta André confiesa que Ricardo Barreda "no cambió nunca"

La compleja unión transita una crisis que podría resultar poco particular, de no ser por las características que definen al asesino de mote célebre.

A la sociedad no le será fácil comprender la unión entre Berta André y Ricardo Barreda, quien asesinó a su mujer, a su suegra y a sus hijas de 24 y 26 años a escopetazos, tras lo cual se fue a pescar. Dentro de las particularidades de la pareja, también existen denominadores comunes a todas las uniones, como las crisis por desilusión. Precisamente, la mujer de 77 años expresó sentirse "desilusionada", ya que su hombre "no cambió nunca". Una frase que puede prestarse a distintas interpretaciones; algunas, verdaderamente alarmantes.

"Esperaba que cambiara y no cambió nunca. Una lástima", expresó la mujer que comparte su ph con un asesino que ha marcado la historia nacional y cuyo apodo, "Conchita", no sólo disparó la creatividad de algunos autores, sino que ancló el mote en un imaginario colectivo que se vio modificado radicalmente por su aparición. Ante las declaraciones de su pareja, la duda sobre qué sucedería si ese apodo vuelve a pronunciarse es imposible de esquivar. Si el hombre sigue siendo el mismo, el asesino también.

De todos modos, lo que se puede interpretar de los dichos de Berta es ambiguo. El factor común en cada lectura es la presencia de una especie de fantasía, en la que Barreda o bien cambiará o conseguirá a otra candidata, más joven y bella, a quien dedicarle su amor. Las ideas no sólo se alejan del sentido común, sino que se contradicen en extremo con la idea de prácticamente cualquier persona, expresada en una pregunta: "¿Quién podría querer juntarse con un hombre como Barreda?".

"Por el momento no nos vamos a separar; mañana no sé. Hay que programar el día a día, capaz se va por ahí, se encuentra una piba de 15 años y no una vieja y chau, que le vaya bien", fueron las palabras de la mujer. "Es un buen hombre, pero los años fueron pasando y no recibo un aliento con algo. Hay que hacer mucho trabajo con ese muchacho", completó. La esperanza de Berta es poco menos que irrisoria. A tal punto la mujer lleva a cabo esta actitud que hasta podría resultar suicida.

Sin embargo, la odontóloga, que conoció a su hombre en la cárcel, parece coincidir, en algunos escasos momentos, con las ideas de la sociedad.

"A veces me insulta, pero yo también puteo, así que no puedo hacer tanta historia. Hoy me porfiaba que teníamos que estar a las tres de la tarde en un lugar y no era así... está grande tiene 80 y pico de años... hay que entender. Yo tengo menos paciencia también. La forma de vestirse que tiene me da rabia: tiene un montón de ropa linda y no la usa, está ahí muerta. Entonces yo le digo: 'dejá que las use otro' y se enoja", contó en su entrevista con Perfil.

Este relato suena a una historia más, tan común como tantas otras, en la que los años hacen sus estragos con el ánimo de las personas. Sin embargo, un comentario fue el que desató la masacre en 1992. El amor de la pareja, como la vida de Berta André, puede acabarse con la misma simpleza, casi simultáneamente.