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Salvemos la casa de Saúl Taborda

Por Luis Rodeiro* Salvar la casa de Taborda debería ser un objetivo provincial. Convertirla en un centro de cultura debería ser el imperativo oficial.

Hace unos días nos enteramos, a través de un informe del periodista Juan Cruz Taborda Varela, en el informativo de Canal 10, que la vieja casona en Unquillo donde vivió y pensó Saúl Taborda, uno de los más grandes pensadores de la Generación de la Reforma Universitaria, está a punto de ser destruida.

Es una casa histórica no sólo por la calidad intelectual de su antiguo morador, sino porque fue un activo centro cultural, donde convergían pensadores nacionales y extranjeros.

Los cordobeses solemos ser de¬sapegados con nuestros prohombres. Por eso, son importantes los esfuerzos realizados para rescatar del olvido a estos hombres comprometidos con su tiempo y cuyos pensamientos y acciones trascienden el momento histórico en el que descollaron, para constituir un reservorio cultural con el que es imprescindible dialogar para entender y formular las claves del presente.

Por eso es importante la tarea emprendida para rescatar los restos de Juan Bautista Bustos, así como los esfuerzos de la Editorial Universitaria de editar las textos desperdigados de Deodoro Roca y los escritos políticos de Saúl Taborda, líderes intelectuales de la rebelión estudiantil de 1918 y pensadores excepcionales del acontecer histórico argentino.

Sin duda que el aporte de Taborda fue desbordante en el plano educativo, a través de su obra Investigaciones pedagógicas, que planteaban una verdadera revolución en la escuela y cuyas ideas puso en práctica en un ámbito caracterizado por el oscurantismo, como rector del Colegio Nacional de la Universidad de La Plata y como director del Instituto Pedagógico de la Escuela Normal Garzón Agulla, entre otros experiencias vitales.

Pensador nacional. Pero la riqueza intelectual no se agota en la pedagogía, sino que es considerado como uno de los grandes pensadores nacionales.

Como bien dice Alberto Buela: "Así lo facúndico, el comunalismo federalista, la democracia funcional, la autonomía pedagógica, su crítica a la partidocracia, la antinomia constitución política y constitución social en las repúblicas hispanoamericanas, el voluntarismo místico castellano-leonés y su vigencia en nuestros caudillos son algunas de las categorías" que conforman el núcleo original de su pensamiento político.

Luchador y propagador incansable de sus ideas, participó como protagonista principal en páginas históricas, como la dirección del periódico Clarín , que fundara Carlos Astrada, y posteriormente en la revista Facundo , a través de la cual daría a conocer, con estilo apasionado, las precisiones de su cosmovisión política.

Precisamente, mi padre, Manuel Rodeiro, quien fuera amigo de Don Saúl y a quien consideraba su ma¬estro, escribió: "Facundo es un sím¬bolo. Es símbolo, como lo fue para Sarmiento: civilización y barbarie. Sólo que en Sarmiento la civilización es el conato racionalista, el pretender hacer un pueblo desde arriba, desde la idea. Frente al baldío de la pampa, con Alberdi, puso al hombre en la solución obvia para su tiempo; poblar, llenar el baldío con cosas, con los artilugios de la civilización, es decir, borrar el otro término, la barbarie, el caudillo, la vida feudal. Pero esta barbarie es vida de comunidad, no vida biológica simplemente; es vida de grupo, de nación, política e historia".

Por eso, Taborda descubría y rescataba lo facúndico como la sus¬tancia viva y eterna de nuestro ser como pueblo, como nación, desde donde había que partir para construir el futuro; "el plasma vital del argentino".

"Yo soy un hombre –se definía Don Saúl– que llevo un espacio espiritual, que es el espacio espiritual del linaje al que pertenezco, y abrigo la convicción de que en función de ese espacio mi humanidad tiene dimensiones que no se sujetan, ni se sujetarán nunca, ni a la geometría ni al sistema métrico decimal".

Objetivo provincial. Salvar la Casa de Taborda debería ser un objetivo provincial. Poder convertirla en un centro de cultura, dedicado a exaltar el pensamiento de los hombres y mujeres de Córdoba, debería ser un imperativo de los responsables de la política cultural de la Provincia, así como del municipio de Unquillo.

El historiador Roberto Ferrero, ex presidente y actual miembro de número de la Junta de Historia de la Provincia, ha remitido una car¬¬-ta a la rectora de la Universidad Nacional de Córdoba, Carolina Scotto –particularmente sensible al pensamiento de estos grandes protagonistas de la Reforma Universitaria y de sus derivas–, para solicitarle que encabece esta campaña ante las autoridades provinciales, con el objetivo de salvar ese testimonio histórico.
"Sería realmente un crimen que esta vivienda fuera demolida en lugar de convertirla en museo y centro de cultura y memoria de quien la habitó por tantos años y la ennobleció con su esfuerzo patriótico y latinoamericano. Sería irónico que quien ‘vivió y pensó para su tierra’ no tuviera en ella su lugar de recordación", escribió Ferrero a la rectora.