DOLAR
OFICIAL $816.08
COMPRA
$875.65
VENTA
BLUE $1.18
COMPRA
$1.20
VENTA

Reeleccionismo, un mal de la democracia

Por Julio César Moreno* En Latinoamérica está asegurada la continuidad de la democracia, pero, a veces, ésta se ve afectada por el reeleccionismo y la tendencia a perpetuarse en el poder de algunos gobernantes.

La transición a la democracia iniciada en América latina hace más de un cuarto de siglo, cuyo jalón fundamental fue la elección de Raúl Alfonsín como presidente de la Argentina el 30 de octubre de 1983, aparece en el escenario histórico como un proceso irreversible, en el que no es posible dar marcha atrás.

La época de los intentos revolucionarios de tomar el poder por la vía armada, con la metodología de la represión ilegal y el terrorismo de Estado, ha sido definitivamente superada. Y la democracia se ha convertido en un valor permanente, al que ningún pueblo latinoamericano está dispuesto a renunciar.

Ello no quiere decir que se trate de democracias perfectas, plenas, consustanciadas con los principios republicanos. En algunos países de la región se han observado tendencias al autoritarismo, al caudillismo personalista, a la reelección indefinida de los gobernantes, a la hegemonía de un solo partido o movimiento político.

En ese sentido, es preciso ser muy claros: el concepto de democracia no se agota en la ecuación "un ciudadano, un voto", ya que las peores dictaduras del siglo pasado –como el nazismo y el fascismo– tuvieron su origen en el sufragio popular o, en todo caso, en una mayoría circunstancial.

Esas dictaduras, una vez asentadas en el poder, se lanzaron a la persecución de los partidos opositores, disolvieron los parlamentos y reprimieron a sangre y fuego a quienes osaron resistirse a los designios de los nuevos totalitarismos.

No respetaron la división de poderes, ni la libertad de prensa y expresión, ni la alternancia de diferentes partidos en el gobierno, ni los derechos y garantías básicos.

Una democracia que no respeta esos principios y derechos no merece el nombre de tal, porque el sufragio universal comprende a todos los ciudadanos; a los que ganan y a los que pierden; a quienes les toca la responsabilidad de gobernar y a quienes ocupan el lugar de la oposición.

Tendencia. Ningún país latinoamericano impulsa hoy un proyecto totalitario de las características señaladas, pero las tendencias reeleccionistas –que implican reformas constitucionales de muy dudosa consistencia democrática– afloran de vez en cuando y ponen en riesgo los principios republicanos.

El presidente venezolano Hugo Chávez es tal vez el campeón de este desvarío de la democracia, del intento reiterado de perpetuarse en el poder, como si éste le hubiera sido conferido por la gracia de Dios. Por fortuna, la estrella de Chávez y su revolución bolivariana parecen estar perdiendo brillo e incluso extinguiéndose, y cada vez se habla menos del "loro tropical", como lo calificara el escritor Carlos Fuentes.

Pero el reeleccionismo desaparece y vuelve, como un fantasma. La diputada ultrakirchnerista Diana Conti, quien habló de una "Cristina eterna", tuvo equívocos y contradictorios conceptos sobre una reforma constitucional que posibilitaría una nueva candidatura de la Presidenta en 2015, si, por cierto, fuera reelegida este año.

En su reciente discurso en el Congreso Nacional, Cristina Fernández negó la idea de una reforma constitucional e incluso dijo que nada había decidido sobre una eventual postulación presidencial para la elección del 23 de octubre próximo, para la cual está perfectamente habilitada.

Pero, a veces, los corifeos del poder van más allá de la prudencia de los jefes de Estado, lo que puede llevar a enturbiar y crispar el espíritu público.