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Que el árbol salteño no tape el bosque

*Por Luis Rivera. Se dijo hace una semana, cuanto mucho unos diez días atrás: Chubut representaba una llaga en la democracia argentina que no debía pasarse por alto.

Las severas irregularidades cometidas en la elección para gobernador y demás autoridades provinciales y municipales eran demasiado pesadas como para tomarlas simplemente como una chicana política o "eso que siempre pasa y recién ahora se descubre".

El papelón de Mario Das Neves (tirando al mar su pretendido sueño presidencial) y su gente no debía quedar en el olvido.

Por suerte, la labor de las autoridades electorales, más allá de estar teñidas de partidismo por pertenecer a la gestión del frustrado gobernador patagónico, empieza a confirmar que las irregularidades han sido notorias y notables. Y así ya decidió la impugnación de dos mesas (la misma suerte podrían correr varias más) y aún resta por determinar cuál será su resolución respecto a si decide que se vote allí de nuevo para que el resultado sea todo lo transparente que hasta aquí no lo ha sido.

Desde aquí, a muchos kilómetros de distancia de la realidad chubutense, queda claro que no habría mejor decisión posible por tomar que no fuera la de abrir todas las urnas, contar voto por voto y volver a sufragar en aquellas donde las irregularidades sean determinantes.

No parece ésa la voluntad del Tribunal Superior Electoral y habrá que esperar algunos días más hasta que todos sepamos efectivamente quien ganó (quién perdió es una verdad a voces) en la elección del Chubut.

Sin embargo, será una cuestión a machacar una y otra vez. Como la prensa monopólica y cabeza de la oposición tratará de sacar el tema de la escena con todos sus argumentos, es probable que el mismo se vaya apagando si alguien no lo atiza como a las brasas en pleno invierno en la búsqueda del calor indispensable.

En la misma medida, es altamente probable que lo que se vivió ayer en Salta (al cierre de esta edición se definía la reelección de Juan Manuel Urtubey como gobernador) pueda servir como para tapar lo de Chubut, siempre y cuando se quiera rescatar tan sólo la importancia del voto electrónico que se instrumentó en la provincia norteña.

Cabe aclarar que cualquier sistema, en manos de un inescrupuloso, puede ser convertido lisa y llanamente en un hecho de corrupción.

Es probable que quienes se oponen a todo salgan a tapar el bochorno de Chubut, al que defienden con su silencio o con su indiferencia, reclamando el voto electrónico para todo el país. Como si eso, que por cierto sería un avance saludable, resolviera todos los problemas y dejara sin efecto el papelón patagónico.

Es preciso que el árbol salteño no tape el bosque chubutense, que las buenas noticias de un lado no tapen las malas del otro. La democracia no debe permitirlo y castigar como corresponde a quien deba ser castigado por atentar contra su esencia misma.