DOLAR
OFICIAL $816.08
COMPRA
$875.65
VENTA
BLUE $1.18
COMPRA
$1.20
VENTA

Por un Ministerio de la Inclusión

*Por Felipe Solá. A la vez que el crecimiento económico no ha incidido en la reducción de la pobreza y la exclusión social, el Estado se ha desentendido del desarrollo humano. Estas falencias deben subsanarse apelando a nuevas herramientas gubernamentales.

La Argentina ha crecido 8 años y ya podemos ver que su prosperidad es mezquina con la pobreza. Parece haber depositado demasiadas esperanzas en sus avances económicos globales, pero ya se ve que los excluidos no han salido de su situación y experimentan con desesperación que los beneficios para ellos, si los hay, suben por la escalera mientras el consumo -y los precios diría Juan Perón- usan el ascensor.

En otras palabras el crecimiento económico podrá seguir, pero continuará habiendo dos espacios: la Argentina que accede y los otros.

Los "otros" están ahí. Rompen la estética dominante, dan miedo, cortan calles, están en plazas y rincones, trabajan con sus carritos y sobre todo, invaden, como si vinieran de un afuera y no de las entrañas de la miseria propia, nuestra, argentina. Pocos pueden eludir del todo el contacto con ellos. Creo que esos nunca aportaran a la resolución del problema. Sí lo hará la mayoría de los argentinos, si ve que el Gobierno nacional se decide a poner como urgente lo mas importante: la inclusión .

Hoy no es una prioridad, y mucho menos la Prioridad, como debería serlo.Hace años que no reparamos en el desarrollo humano.Y uso la primera persona para no hacerme también el distraído.

Las ocupaciones recientes y la manifiesta incapacidad de los gobiernos para modificar en algo lo que es estructural me sugieren dos conclusiones. La primera de ellas es que si no se introduce la ley y el Estado en la geografía marginada, no habrá ninguna política exitosa, ni de vivienda, ni de salud, ni de educación. Los beneficios quedaran en la franja de los explotadores de la pobreza, en los dueños de la droga, la prostitución, la inmigración esclava, la violencia. En los esclavistas de la miseria. Por lejos, la barrera principal para entrarle al problema.

La segunda cuestión es que la exclusión es un mundo heterogéneo y desconocido para los argentinos y para el Estado , al que no hemos sabido preparar. Si todo lo que pudimos conocer oficialmente del Indoamericano es que había 13.000 personas allí, y no quienes eran, de que situaciones venían, a quien respondían, etc., es directamente porque no interesaba saber más desde la mirada social oficial, que presentó el censo como un éxito cuando era impotencia pura.

Hay que preparar ya un lugar central del Ejecutivo Nacional que reúna y acumule el saber de quienes se han dedicado científicamente al estudio de la pobreza , de nuestras villas y asentamientos, de las migraciones externas e internas, de las idiosincracias, de las historias de vida. Hay que sumar a los del saber empírico, las ONG que trabajan allí, fortalecerlas, respaldarlas con una legislación especial, contratarlas. Hay que apoyar a fondo las redes sociales, en especial las de madres y ex adictos y llevar ese ejemplo a escala nacional.

Hay que integrar a las organizaciones sociales, que se hicieron cargo de la pobreza cuando el Estado se desentendió de ella, y permitirles un rol que vaya más allá del actual y los lleve a ser actores de una transformación humana histórica en un mundo que bien conocen.

Hay que crear una policía especial y diferente para la exclusión , independiente y capacitada para el medio, asesorada por todos los actores citados y apta para desenmascarar a los explotadores y proteger a sus víctimas, cientos de miles de argentinos oprimidos y sin ley (llamo argentinos a los que decidieron vivir en esta tierra y labrarse un futuro trabajando, hallan venido de donde vinieran y tengan o no sus papeles en regla) Hay que mover a la sociedad (como lo hizo el Gobierno para concientizar sobre la ley de medios que interesaba políticamente) y que esa movida le dé prestigio al nuevo espacio, el Ministerio de la Inclusión, y convenza a los argentinos, de que no hay tarea más importante que la de romper la frontera entre el mundo del consumo y la libertad y el inframundo de la pobreza extrema, la opresión, la violencia, la ausencia de ley y la impunidad de los capangas.

Hay que tomar ahora una decisión para muchos años y mantenerla aunque cambien los gobiernos. No hay políticas mágicas, salvadoras, ni recetas únicas. No hay rédito político para nadie hasta dentro de varios años. No sirven las promesas que no se cumplirán. No sirve pasar el temporal para salvar el pellejo de un dirigente o de un funcionario.

De lo que se trata es de pensar y hacer la Argentina como una casa en común. En lugar de vivirla y hacerla vivir como una selva poblada de fantasmas y enemigos. De lo que se trata, en definitiva, es poder mirar a los otros como si fuéramos nosotros mismos. Como si fuéramos familia.