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Por un futuro sin excusas

*Por Horacio Diez. Trabajar con un pie realista en el presente y otro pie sanamente ambicioso en el futuro, hace a todo emprendedor, y por supuesto a todo empresario también.

Tener ambiciones de cambio y mejora para muchos, se transforma en virtud pero también en obligación para quienes podemos ayudar a salir de la rutina que muchas veces atrapa y anestesia.
El empresario argentino vive hoy atrapado en mantener el equilibrio porque las circunstancias, la inestabilidad de reglas de juego y las malas costumbres a lo largo de muchos años, lo han llevado a quedarse con los dos pies en un presente, móvil en el calendario, pero muy lento en las posibilidades a construir a largo plazo.

Surge entonces la necesidad de recuperar esa iniciativa de visión inteligente y acción constante que caracteriza a las naciones desarrolladas o a las que lo están logrando. Esto no es algo que pueda alcanzarse desde la individualidad sino desde el más íntimo compromiso de un grupo dispuesto a pensar más allá del hoy, a proponer y a luchar por los caminos de cambio, los de todo un equipo que con desprejuiciado análisis y planificada ingenuidad sepa tomar las capacidades reales y latentes de nuestra nación, identifique las posibilidades, construya caminos y los sepa sostener con visión de mediano y largo plazo.

Tanta es la presión del presente local y de las dificultades innecesarias, que lo anterior podría parecer una obviedad para quien no vive y convive con nuestras realidades. Pero ello no puede ser excusa para no intentar una vez más ese compromiso y obligación de construir una nación sostenible, o mejor aún, una nación recuperada.

Los empresarios, sus equipos y todos los que comparten la idea de elevar la nación, debemos construir asociatividad entre pares y también con todos aquellos sectores que deban tener una voz en la tarea, sin otra condición que la entrega interesada en el bien común. No podemos aceptar más egoísmos para cuidar pseudo-terrenos conquistados, la defensa de turbias situaciones corporativas o la corrupción puesta también al servicio de silenciar delitos u ofensas al bien común.
El presente solo tiene que ser línea de base para proponer acciones hacia el futuro, sabiendo con realismo de los mojones que debemos construir con solidez a mediano y largo plazo.

No podemos engañarnos con sueños ilusorios o demagógicos, con exitismo o voluntarismo en un mundo donde la evolución aparece reemplazada por la sorpresa. Nuestra Argentina precisa de muchísima inteligencia para planificar, construir y lograr aquello que efectivamente nos pueda dar la recuperación necesaria, que parece no estar en manuales sino en el uso de mucha lógica comparativa y competitiva, al servicio de la arquitectura institucional y jurídica que precisamos así como la infraestructura humana y física que hoy se requiere.

Precisamos ética, valores y trabajo para construir ciudadanos con futuro, con comercio mundial, industria y producción competitiva, trabajo, ocupación y profesiones para muchos, instituciones e instrumentos financieros para crecer, medios de transportes renovados y múltiples, educación con calidad, medios de comunicación independientes. Necesitamos todo aquello que si falta, aunque sea parcialmente, nos seguirá atrapando y retrasando, definitivamente.

Es la suma de hombres y mujeres del gobierno, la política, líderes sociales y económicos, de la ciencia y del pensamiento la que debe entrar en acción ya para instalar conciencia sobre la urgencia del momento. Hay mucho dicho y escrito pero poco hecho en aras de esa nación posible a través de provincias, coraje e imaginación federal. Hay muchas miradas hacia el otro pero poca introspectiva sobre lo que debemos y podemos hacer.

Las excusas no se facturan, las excusas nos han dañado. Aceptemos esta realidad pero sobre todo, aceptemos el compromiso de volver a tener visión y acción de mediano y largo plazo. Este es nuestro desafío para una Argentina con desarrollo sostenible y dignidad de vida.