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Por la autonomía y la autarquía

*Por la autonomía y la autarquía. La elección municipal debe ser un punto de inflexión para la ciudad de Córdoba, víctima de incapacidades e irresponsabilidades, para comenzar a reconstruir su autoestima y el respeto perdido ante el país.

Autonomía y autarquía. Son las dos máximas exigencias que plantea la ciudad de Córdoba para superar su estancamiento y degradación urbana. Ambas son imperativos categóricos para quienes se postulan para asumir la conducción de su destino en los próximos cuatro años. La ciudad viene de 12 años infortunados, plagados de incapacidades, irresponsabilidades y desjerarquizaciones en todos los niveles; sobre todo, de formas pervertidas de gobiernos bicéfalos y aun tricéfalos.

El candidato triunfante deberá tener bien presente las negativas experiencias administrativas vividas. Es verdad que, de todas las funciones electivas, la de intendente municipal de Córdoba es una de las más complejas, tanto por sus exigencias urbanísticas, nunca atendidas con eficiencia, como porque históricamente el gobierno de la ciudad suele entrar en colisión con el de las autoridades provinciales. Es que esta Capital tiene un peso específico en general superior al del resto de la provincia, particularmente en el orden político.

La tentación del gobernador en turno de intervenir de manera activa en la Capital suele ser irresistible. Ni siquiera la circunstancia de que el mandatario provincial y el intendente pertenezcan a un mismo partido la atenúa. Al contrario, hasta puede ser un factor no deseado, como lo demuestran confrontaciones del pasado no muy lejano. Todo esto perturbó en gran medida el desarrollo de la ciudad.

Además, el contexto nacional muestra a un kirchnerismo que arrasó con el federalismo, a tal punto que la menor obra pública en un pequeño municipio de cualquier punto del país debe contar con financiación de la Nación. Ese hegemonismo está saturando la vida argentina. Todo se nacionaliza políticamente.

Por su historia, Córdoba no puede renunciar a su autonomía. Sin ella, sea quien fuere el vencedor de hoy, su gestión quedará férreamente condicionada por la buena voluntad o la vindicta que emane de la Casa Rosada.

Y Córdoba exige también autarquía. Quien sea elegido, afronta los deberes irrenunciables de responsabilidad en el manejo del erario y defensa sin concesiones de su libertad de acción. Y austeridad. Córdoba ya tiene varios monumentos a la frivolidad gubernamental. Basta de cogobiernos, de derroche, de frivolidades. Basta de conflictos inducidos por personalismos insanos. Basta de sumisiones e improvisaciones. Alguna vez los cordobeses deben recobrar su autoestima y el respeto y admiración de los demás.

En esto, deben jugar un rol fundamental los servidores públicos del municipio, ya sean que estén empleados en el Palacio Municipal, en la empresa de transporte, Tamse, o en la de recolección de residuos, Crese. Sus derechos deben ser respetados, pero también les cabe la responsabilidad de cumplir con sus obligaciones.