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Papa Francisco: ¿Te atreves a caminar las narco villas como las transitó Bergoglio?

Por Jorge D. Boimvaser

@boimvaser

info@boimvaser.com.ar

Cuento esta historia en primera persona porque no es una investigación periodística sino una experiencia personal de esas que te marcan el alma de por vida, pero para bien, porque como escribiera mi devaluado músico Fito Páez, ¿quién dijo que todo está perdido?

Jesús aconsejaba en su ministerio a quienes hicieran algo por el prójimo, no jactarse de ello en público. Su lema de cabecera fue: "Que tu mano derecha no sepa lo que hace tu mano izquierda". Si te asombra que un judío repita frases del hijo de la Madre María, asómbrate mejor por esta historia. Qué va dirigida a quienes siguen tirando pálidas contra Francesco, o a los que se dan vuelta en el aire como panqueques porque suponen que el Papa argento les puede servir para sus intereses personales o sectarios, y ahora le retiran el "San Benito" de cómplice de la dictadura para catalogarlo como el Obispo de los pobres. Ilusos de ellos si creen poder manipularlo.

Hasta hace un año atrás y por bastante tiempo, participé en un voluntariado de apoyo escolar en la "31" (los pibes alumnos que atendíamos no les gustaba que la llamara "villa", así que en respeto a ellos prefiero mencionarla con el número).

En la Capilla del Cristo Obrero, la misma que tuvo como sacerdote al Padre Mujica, improvisábamos con otros voluntarios provenientes de "El Arte de Vivir" (sí, quienes  siguen a Ravi Sri Sri Shankar), una escuelita donde los sábados ayudábamos a los chicos que no podían pagar maestros particulares para ponerse a tono en las enseñanzas escolares en las que andaban flojos.

El amor que te devuelven esos pibes entre 6 y 12 años en agradecimiento es lo que te acompaña toda la vida, aunque ya no estés ahí.

Los curas jóvenes del lugar venían a observar y conversar con nosotros, y agradecían el esfuerzo de dedicar cada sábado a esa pendejada hermosa.

Alguna vez llegaban pibes agresivos, y en una ocasión uno de ellos, no mayor a los diez años, trajo una campera que olía fuerte. ¿Suciedad? No, algo peor.

La prenda estaba impregnada de ácidos (sí, conozco esos olores, yo no me caí del cielo) con los que se cocinan drogas. Te das cuenta que el chico vive o está en contacto con esos laboratorios de cocaína y paco, y los fuertes precursores químicos se le prendieron en la ropa.

Se lo comenté a un sacerdote, pues ya se había producido aquel incidente en el cuál los narcos de la "31" amenazaron a un cura con prenderle fuego si seguía denunciando el flagelo del lugar.

Y la charla derivó en la intervención directa que tuvo el entonces Cardenal Jorge Bergoglio en el suceso. Les pregunté si tenían apoyo del Arzobispado. Los jóvenes religiosos contaron no sólo que Bergoglio estaba al tanto de todo y se metió de lleno en el asunto, sino que también llegó a meter sus narices en la zona peligrosa de la "31".

Una descripción de la geografía del lugar. Justo detrás de la estación de micros tenés la entrada principal, el llamado Sheraton (construcción de varios pisos) y las ferias de productos varios. Seguís por la calle principal y casi al fondo, doblando a la izquierda, está la Capilla Cristo Obrero, la cancha de fútbol, las viviendas humildes (no las más indigentes, que se encuentran en el interior de la "31"), y siguiendo hay una línea divisoria invisible. Ahí caminás por lugares que a poco de transitarlos te das cuenta el drama del paco y la delincuencia feroz que asoma frente a tus narices. Imaginá que si hasta los habitantes de delante de la "31" no son bien vistos ahí, lo que ocurre con los "extranjeros" que asoman sus narices.

De terror, sentís con sólo acercarte que la muerte te respira en el cuello.

El filósofo contemporáneo Hugo Moyano tuvo una frase original. "No soy guapo pero lo disimulo bien", dijo alguna vez  en un rapto maradoniano.

Me suele pasar lo mismo. Pero ahí, en esos senderos de pibes obnubilados por la maldita pasta base, no me atreví a entrar solo. Ahí no hay guapo que valga. La vez que lo hice fue con una delegación para ir a una función teatral, con uno de los sacerdotes a la cabeza de la marcha, pues había que cruzar el barrio de punta a punta.

Y ellos me contaban que Jorge Bergoglio entraba sólo, sin más compañía que su fe y algún baqueano que le guiaba.

Vio en persona lo que era el lugar,  además de lo imposible que es hablar con gente que ya perdió toda noción de la realidad y trastabilla casi eternamente entre la vida miserable y la muerte instalada en sus mentes, o en lo poco que le queda de ella.

Los cables de electricidad instalados débilmente son un peligro constante, ahí entre esas callecitas y pasajes angostos de producirse un incendio no pueden ingresar las autobombas. Sólo un milagro hace que no ocurran incendios devastadores.

Si quienes siguen apabullando con míseros comentarios al Papa Francesco se atreven a pasar esa frontera invisible, yo los guío hasta el lugar y después se internan sólo para observar que el Infierno del Dante es Billiken en comparación con esa zona.

No soy suicida para ingresar, pero ellos deben de ser muy valientes de tanto cacarear desde la tranquilidad de sus computadoras o desde algunos medios de difusión donde nada les pone en riesgo la vida. O desde el escritorio top de la Biblioteca Nacional.

Si se atreven, los llevo, les hago de sherpa (los guías del Himalaya).

Y si no, tengan a bien dejar de decir tonterías y hablar desde una nube gaseosa.

¿Te animás a ir? El Plan B es que también te puedo llevar a la escuelita y los sábados le dedicás unas horas de tu tiempo al voluntariado de apoyo escolar.

Me podés contactar por mail y hacemos la visita.

De lo contrario, calláte la boca y dejá de decir pavadas sobre la historia de Francesco.