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Paloma Herrera: "Muchos, con tal de ser famosos, desprestigian a la danza"

Se separó después de seis años de noviazgo a distancia. A sus treinta y cinco, la bailarina argentina que desde los quince integra el American Ballet. Sus renuncias, cómo se lleva con el reloj biológico, la popularización de la danza en Bailando y la proyección del final de su carrera.

Se separó después de seis años de noviazgo a distancia. A sus treinta y cinco, la bailarina argentina que desde los quince integra el American Ballet. Sus renuncias, cómo se lleva con el reloj biológico, la popularización de la danza en Bailando y la proyección del final de su carrera

-¿Cómo llegó la danza a tu vida?

-Mamá y papá siempre escucharon música clásica. Pero no había bailarines en la familia. A los siete supe que quería bailar y mamá me mandó a expresión corporal, pero yo insistí con que quería usar zapatillas de punta, ni siquiera las que son tipo ballerina me conformaban.

Nadie sabía cómo se me había ocurrido semejante cosa.

Olga Ferri, que tenía su estudio sobre la calle Marcelo T. de Alvear, fue mi primera profesora. Sentí fascinación.

Desde entonces la vivo con la misma pasión.

-Debe ser duro estar desde tan chica en otro país.

-Vivía con una familia amiga de mis padres, que me crió como a una hija. Amaba bailar y tras ver cientos de videos del American Ballet, de Baryshnikov, y de tantos otros, integrar esa

compañía era lo más. No lo dudé.

—¿Ni una noche de zozobra? ¿De extrañar?

-Para nada. Estaba feliz. Se me estaba dando el sueño de mi vida.

-Me decís "el sueño de mi vida", pero tenías sólo quince años. Fuiste precoz. ¿A qué lo atribuís?

-Es un mix. Algo de talento, condiciones, aquello con lo que uno nace, y después mucho trabajo. Porque hay gente que trabaja y trabaja, pero si no tiene talento, lamentablemente no llega. Sería buenísimo que todos los que trabajan mucho tuviesen asegurado que les va a ir bien... Sería más justo para todos. Pero no es así. Hay artistas con toda la técnica, pero que se suben al escenario y no tienen esa presencia, ángel o carisma que hace falta. Por eso tanta gente estudia danza y sólo unos pocos llegan. Claro que también están aquellos que tienen todas las condiciones, pero que no las trabajan.

-¿Cómo te cuidás?

-Como súper sano. Nada de frito, chocolates ni tortas.

Desde los quince que vivo a pescado, cereales, verduras y nada de carne. Hago Pilates y yoga, que es un complemento impresionante para la danza.

-¿Siempre fuiste disciplinada?

-Siempre. Jamás falté a una clase. Hasta me escapaba para ir estando con fiebre o gripe.

-¿Terminaste el colegio?

-Cuando me mudé a los Estados Unidos fui a un colegio en Queens y di materias libres. Pero me quedaron algunas colgadas.

-¿Tenés amigos de la primaria?

-En el colegio fui sapo de otro pozo. Me llevaba bien con mis compañeros, pero no tenía demasiados amigos porque nunca podía ir a ningún lado después de clases: siempre tenía danza. Tuve una infancia diferente, pero feliz. Nunca sentí la presión del fill in: tratar de encajar y ser como el resto.

-Sos muy fiel a vos misma.

-Nunca me guié por lo que hay que hacer. Muchos criticaron que con quince años me separara de mis padres para irme a Nueva York; que tres años más tarde tuviera mi departamento -el mismo en el que vivo ahora, enfrente del Lincoln Center- y me arreglase sola. Ahora me miro y me pregunto: ¿cómo hice?

-¿Por qué volver cada tanto al Colón?

-Es mi casa. Me gusta que me vea bailar la gente que no puede ir a Nueva York. Vengo cada vez que puedo

-Tu colega, el bailarín Hernán Piquín considera que participando de Showmatch contribuye a popularizar la danza. ¿Estás de acuerdo?

-Mmmm. Pienso diferente en ese sentido. La danza tiene que llegar a todo el mundo, pero tiene que ser de calidad. No basta con entrenar unos meses, bailar en Showmatch y hacerse famosos. ¿Qué onda? Yo habré bailado cientos de veces el Lago de los Cisnes, pero de todas maneras siempre viajo con mi maestro y ensayo.

-¿No te cansas, Paloma?

-No. Bailar me inspira.

-Y para la gente que tal vez no conoce la danza clásica. ¿Se puede abrir el Colón o montar por ejemplo El Lago de los Cisnes en la calle?

-¡Sí! Siempre dije que el Teatro Colón tiene que tener abonos accesibles y no ser un lugar vip. De hecho, cuando me presento en el Luna Park me preocupo porque las entradas sean baratas. Me cercioro de que lo que se presente sea de calidad.

Porque muchas veces la gente viene a ver un espectáculo porque está mi nombre y mi responsabilidad es que sea tan bueno como para que quede enganchada con el ballet, independientemente de si yo estoy o no. La prioridad tiene que ser el ballet, no el bailarín. Muchos, con tal de ser famosos, desprestigian la danza. Prestarse a algo mediocre no sirve para popularizarla.

-¿Sos amiga de Julio Bocca?

-Bailé en la misma compañía que bailó él, pero cuando yo entré Julio ya estaba más out, tenía su grupo. No es mi amigo. Aunque compartimos mucho.

-¿Podrías ser una mujer plena dedicándote a la danza y sin formar una familia?

-La danza podría llenarme, pero además necesito de mis amistades y afectos. No vivo sólo para mi carrera.

Por algo estuve seis años en pareja, con suma intensidad.

Quiero desterrar el antiguo mito de que las bailarinas no tienen tiempo para ser madres. En la compañía hay un montón de bailarinas con hijos; mujeres que con nueve meses de embarazo siguen con las zapatillas de baile puestas.

-¿Tenés miedo de estar sola de nuevo, a los treinta y pico?

-Treinta y cinco. ¡No! Me encanta compartir, pero tampoco me molesta estar sola.

-¿Estás lista para enamorarte de nuevo?

-Sí. Y hubiese hecho cualquier cosa por mi relación anterior.

-¿Te corre el reloj biológico?

-No. Nunca viví pensando que a tal edad me tenía que casar o tener hijos. Las cosas se fueron presentando.

-Pero estando en pareja, después de seis años, supongo que puede haber aparecido la idea...

-Pero para eso era imperante vivir en un lugar juntos con Fernando... (Risas) ¡Realmente fundamental, y en verdad, nos la pasábamos viajando! Y no se dio. Para tener hijos antes teníamos que reacomodar la situación en la que estábamos viviendo...

-¿Te angustiás, Paloma?

-Interesting... Supongo que sí, como todo el mundo.
Uno tiene ups and downs. Pero por lo que me han dicho soy bastante fuerte.

-¿Te preocupa la llegada del final de tu carrera?

-Para nada. Me muero antes de ser como mi admirada Alicia Alonso, la gran artista cubana, que siguió bailando hasta los setenta. La danza es placer. Cuando me cueste salir al escenario o entrenarme, ¡chauuuu! Uno tiene que ser transparente frente al público. Y cuando deje, tendré la certeza de que no me quedaron asuntos pendientes.