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Ojo con un recién separado

Los separados. Ya sea que salgan de un matrimonio o de una larga convivencia, son un peligro para cualquier mujer que se les cruce. Con fines pedagógicos de alerta precoz, va esta descripción para su detección .Va entonces una primera división.

A) Según las historias que hayan tenido desde la separación

- El cero kilómetro: los que caen dentro de esta categoría hacen bandera de su situación tirándose a despertar lástima, compasión o cualquiera de esos sentimientos deprimentes. Para tal fin usan una camisa a la que le faltan botones, un pantalón con el ruedo chingado, el pulóver al revés y cara de "se acaba el mundo". Así como los pavos reales despliegan sus colas como espléndido llamador para el hembraje, ellos despliegan sus miserias con idéntico fin. En cuanto pique algún alma cándida, el Fulano desenroscará su pena y entrará a contar que desde que vive solo su vida es un infierno de ropa sin planchar, que le está creciendo una úlcera así de grande de tanto engullir sándwiches al paso, que extraña a los chicos, el gato, el televisor, las peleas y, por supuesto, a ella. Si una dama es de corazón sensible, el mensaje está claro. Lo que no está claro es cómo cuernos se supone que alguien pueda reemplazar el televisor, los chicos y esa dama ausente. En síntesis, lo único real que se puede hacer por un divorciado flamante es emparejar sus calcetines y rasquetear su ropa. Reconozcamos que, como propuesta de amor, es de las más pobres que circulan en plaza.

-Con algunos kilómetros de ablande: éstos presentan una facha absolutamente distinta. Puede reconocérselos por la vestimenta (demasiado nueva y levemente apendejada) y una conducta extremadamente veloz para el lance descolgado. El envase es distinto, pero acéptele usted un café, y en menos de cinco minutos escuchará el novelón, matizado apenas con algún manotón incomprensible. Incomprensible, sobre todo, porque no se privan de manotear mientras hablan de... ella.

B) Según quién "tuvo la culpa" de la separación

- El dejado: recitador del decálogo completo del rubro más bastardo de la tanguería: los cuernos. No importa si la mujer lo plantó simple y llanamente porque no lo soportaba más; todo hombre a quien lo dejan se siente automáticamente un cornudo. Esta sensación pareciera ser una de las más graves que pueda afrontar un varoncito y, frente al hecho, generalmente se atienen a los códigos. Por desgracia, ni siquiera los códigos son claros: por un lado, apuntan a meter en la valija "las trenzas de la china y el corazón de él" (entiéndase "amasijar a los culpables y entregarse en la comisaría más cercana"), pero... ¡amalaya! Las chinas de ahora usan "planchitas", los cuchillos vienen desafilados y hasta un hombre es capaz de entender con el correr del tiempo que, después de todo, ser cornudo no es para tanto. Total, "dura un ratito". Así que se empantanan a mitad de camino entre civilización y barbarie, y para recomponer su ego harán uso de toda la Plasticola que puedan extraer de su tierno corazón de usted. Allá usted si se la presta, porque ¬hablando entre nos– ¡son muy pero muy pesados!

- El dejador: el revire le agarra por el lado de la culpa. Aunque también haya huido por diversos motivos (resumibles en uno solo: "la cosa no daba para más"), ¡guay de usted si ha estado en su vida antes del divorcio! Inmediatamente surgirá la leyenda de que, en verdad, "la dejó por usted". Si no es rápida para el contragolpe, se encontrará en cualquier momento con el mote de "la mala de la película", frente a esa Santa Criatura que ha sido abandonada. Resístase con uñas, dientes y cacerolas (tiradas por la cabeza). En el amor no se canjean figuritas, nadie entra en un corazón ocupado, nadie puede robar o ser robado. Ana Karenina no se hubiese ido jamás con el apuesto galán si don Karenin no se hubiese parecido tanto a un oso de las estepas. Por lo demás, a nadie le consta cuán desesperada está una dama "desesperada", en particular a las mujeres que sabemos de mil y una formas de fraguar una desesperación para joderle la vida a un hombre. Así que cuando "el dejador" le llore las culpas sobre su regazo, espántelas como si fueran avispas africanas. El siempre se sentirá culpable y la hará socia de sus propias desdichas. ¡Mándelo a freír buñuelos! Pero el peor tipo de los separados son " lo autónomos". Los que han descubierto la gran patraña que armamos las mujeres, esa jaula donde los guardamos con barrotes de dependencias y remaches que proclaman: sos tan inútil que sin mí no serías nada. La afirmación merece otra nota, pero estén atentos a estos chicos que han alcanzado la "liberación masculina" y ya saben que solos la pasan de maravillas, porque son casi imposible de pescar con las armas que las mujeres solemos usar! Seguiremos... tal vez.