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Ocupar Wall Street

*Por Mario Diament. Cuando el movimiento Ocupar Wall Street se encuentra a punto de cumplir su primer mes de demostraciones, los escépticos, quienes en un comienzo observaron su aparición y el desordenado pulular de carpas en el parque Zuccotti con desdeñosa ironía, comienzan a morderse la lengua.

Por lo pronto, el movimiento se ha extendido ya a más de 100 ciudades y su efervescencia no muestra signos de decrecer, pese a los ocasionales enfrentamientos con la policía. Por otra parte, las adhesiones que está generando -desde organizaciones obreras hasta representantes del mundo académico, celebridades como Michael Moore y Susan Sarandon, políticos y personalidades extranjeras como el ex presidente polaco Lech Walesa- prueban que su eclosión tocó un nervio en diversos sectores de la sociedad norteamericana que trasciende lo político y se constituye en un clamor colectivo frente a lo que se percibe como una inequidad económica y social indisimulable.

Las evidencias están a la vista. En 1911, el 15% de la riqueza del país se concentraba en manos del 1% de la población; un siglo después, ese mismo 1% concentra el 28% de la riqueza.
Dicho de otra manera, los avances sociales y tecnológicos no solo no han reducido la concentración de este poder económico sino que casi lo han duplicado.

En 1970, el salario promedio de un CEO, incluyendo bonificaciones, oscilaba alrededor de los 700.000 dólares, que equivalían a 25 veces el salario de un obrero medio; en el 2000, esta brecha se expandió a 90 veces el salario de un obrero medio, según un estudio realizado en 2004 por Kevin Murphy, de la Universidad del Sur de California y Jan Zabojnik, de la Universidad Queen’s de Canadá. Si se añaden opciones accionarios y otros beneficios, el salario de un CEO equivale a 500 veces el de un obrero medio, demuestra el estudio.

Ocupar Wall Street se inspiró en movimientos similares en Túnez, Egipto, España e Israel, entre otros; una confluencia de grupos, organizaciones e individuos sin líderes visibles que respondieron originalmente a una llamado formulado por la organización canadiense Adbusters, una fundación sin fines de lucro que combate el consumismo y el capitalismo salvaje.

Invocando la brecha distributiva, se consideran el 99% restante, los que recibieron la parte más desventajosa de la torta. De hecho, el "Soy el 99%" se ha convertido en el botón de identificación de los activistas.

La primera convocatoria tuvo lugar el 17 de septiembre último. Los manifestantes se instalaron en la Plaza Zuccotti, anteriormente llamada Liberty Plaza Park, en el bajo Manhattan. Como se trata de un predio privado, la policía se encuentra restringida de accionar, a menos que los propietarios lo demanden específicamente.

Lo más aproximado a una plataforma que emanó de este movimiento fue la "Declaración de principios de la Ocupación de la ciudad de Nueva York", difundida por la Asamblea General el 29 de septiembre, donde se denuncia, entre otros agravios:

"Las corporaciones se han quedado con nuestras casas mediante procesos ilegales de ejecución hipotecaria, a pesar de no contar con la hipoteca original. Con total impunidad, se han quedado con los rescates provenientes del dinero de los contribuyentes, al mismo tiempo que continúan concediéndoles exorbitantes primas a sus directivos".

Pero como muchos observadores han señalado, el movimiento no se afinca en demandas específicas sino que se trata de una acción espontánea de repudio a la codicia corporativa, a la insensibilidad de los grandes consorcios económicos y al fracaso de la dirigencia política.

Una vez más, como en el caso de las protestas en El Cairo, Madrid y Tel Aviv, los medios sociales como Twitter y Facebook cumplieron una función fundamental en coordinar la participación. En el caso de Ocupar Wall Street, sus organizadores fueron más allá, creando otras herramientas online que son más difíciles de identificar y garantizan un relativo anonimato.

Algunos analistas rescatan el novedoso experimento democrático que surge de enlazar la protesta con los medios sociales. "Twitter no solo es útil porque puede anunciar un evento, sino porque es capaz de sondear las opiniones de una amplia asamblea sobre decisiones específicas, en tiempo real", escriben Michael Hardt y Antonio Negri, dos prestigiosos académicos, en un ensayo publicado en Foreign Affaires.

Sin proponérselo, Ocupar Wall Street se ha convertido en la contracara del Tea Party. Si bien carece aún de las estructuras de este último y de su influencia política, es prematuro hacer pronósticos acerca de su posible envergadura. Por lo pronto, este sábado se integrará a las demostraciones del Día Internacional de la Acción, convocado por el movimiento de los Indignados de España, en un reclamo de cambios a escala global.

Los escépticos siguen sin convencerse de que algo nuevo está sucediendo en los Estados Unidos. Sin embargo, a un año de las elecciones, algunos políticos más avispados, incluyendo al propio presidente Obama, están prestando atención.