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Nuevos tiempos, ¿otros docentes?

*Por Edgardo Carandino. La historia de la educación tiene muchos ejemplos de docentes que realizaron su tarea y nos dejaron señalado un camino. Ellos siempre referenciaron su trabajo en el contexto social y político de su tiempo.

..."Cuando la teorización académica no acierta a dar las respuestas que acucian a la didáctica, es el camino de las experiencias objetivas por donde se diseñan las salidas, o, al menos, por donde llegan los más estimables aportes"...  Luis Fortunato Iglesias, maestro.

Los cambios producidos en los últimos años señalan la necesidad de redefinir lo que algunos han dado en llamar la "cuestión docente"; sin embargo, está claro que no todos pensamos igual sobre esta.

Por un lado, quienes definen las políticas educativas vienen elaborando políticas y discursos relacionados con la profesionalización docente y sus competencias.

Por otro, los docentes sienten que su tarea va perdiendo sentido e identidad frente a la complejidad de las múltiples demandas a las que deben dar respuesta todos los días, demandas muchas veces contradictorias.

Los sindicatos, por su parte, están fuertemente enfrentados a la necesidad de conciliar la formación profesional con la consideración del docente como un trabajador.

Estas visiones encontradas nos llevan al siguiente interrogante: ¿hacia dónde vamos los docentes? Para esta pregunta, hay al menos tres respuestas posibles:

1. La vuelta al pasado , la nostalgia por la escuela perdida. Esto es compartido por algunos docentes ("A mí no me formaron para eso"). Sin embargo, habrá en la formación algún chip que alerte contra los estereotipos, que avisa que los niños y adolescentes no son una realidad fija y que esto, además de difícil y complejo, también es esperanzador.

2. El desplazamiento de los docentes y la apuesta a la tecnología como solución.

3. Una transformación profunda del orden escolar, en la que haya un proceso de cambio basado en las personas y, por lo tanto, en la necesidad de contar con su voluntad y desarrollar sus motivaciones, sensibilidades y capacidades para dicho cambio.

Buenos ejemplos. La historia de la educación tiene muchos ejemplos de docentes que realizaron su tarea y nos dejaron señalado un camino. Ellos siempre referenciaron su tarea en el contexto social y político de su tiempo.

Los ejemplos de Luis Fortunato Iglesias, Olga y Leticia Cossetini, entre otros, son paradigmáticos.

Así, y sin perder de vista la historia –gran cuestión de la posmodernidad–, hablar de la docencia nos remite a pensar en maestros y profesores capaces de desempeñar su rol en múltiples contextos y con grupos escolares heterogéneos.

Docentes que, tanto en su formación inicial como continua, deberían conocer su campo disciplinar, la historia de su disciplina, el sujeto de aprendizaje, la incorporación a sus saberes de los elementos de la comunicación y la tecnología.

Estas competencias, sin duda necesarias, sólo es posible alcanzarlas redescubriendo el placer del aprendizaje.

Una buena competencia profesional es, según el sociólogo Emilio Tenti Fanfani, "despertar en el alumno la curiosidad, el gusto, el amor, la pasión y el deseo de aprender. Una vez generadas la necesidad y la demanda de aprendizajes vendrán los conceptos y las definiciones, los esquemas y las clasificaciones; en suma, las teorías y las abstracciones"...

De aquí la necesidad de construir lugares y habilitar tiempos para que el docente recuerde, critique y acumule viejas y nuevas experiencias, fracasos o logros, proyectos inconclusos y alternativas para interrogar al presente y al futuro.

Así podemos pensar en recuperar las buenas rutinas de los ¿viejos docentes?, para integrarlas a las competencias profesionales. Sólo una mirada parcial podría desconocerlas:

1. Recuperar el saludo en cada encuentro con nuestros estudiantes es reconocer su presencia, sus propias historias e identidades, deseos, tristezas, alegrías, y fantasías...

2. Anticipar el tema y la forma de tratarlo, para comunicar el sentido de la tarea. Tarea que debería ser guiada por valores, intereses e intenciones que se configuran desde lo histórico y cultural.

3. Planificar: así comienza una buena enseñanza; no importa tanto la formalidad, importan la previsión, la anticipación, la preparación. Es pensar en los estudiantes, en sus características y necesidades.

4. Recuperar la exposición, no como monólogo sino como momento de intercambio, de diálogo, una exposición que se dirige a todos, porque todos pueden ser considerados posibles respondientes.

5. Potenciar el trabajo de los estudiantes, pues es en la actividad donde se aprende.

6. Los buenos docentes cierran sus clases, revisan lo hecho, diferencian lo principal de lo secundario, reflexionan sobre lo que se aprendió, sobre los aciertos y los errores, se anuncia cómo y cuándo se continuará.

Los años de cambios y transformaciones educativas nos están diciendo sobre la necesidad de recuperar los buenos docentes, esos que no muestran su sabiduría sólo en los títulos, sino en la propia experiencia práctica, en su trabajo en la escuela y en el aula.

Docentes que ayuden a construir una escuela exigente y útil para todos. Seguramente todavía estamos a tiempo.