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Nueva sigla latinoamericana

Nada testimonia mejor la voluntad de unidad de los pueblos latinoamericanos que la cantidad de organizaciones creadas con ese fin, que naufragaron por disensos internos e insidias externas.

La reciente creación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y el Caribe (Celac) se agrega a una lista de organizaciones similares que procuraron la unidad política, económica y social de los pueblos del hemisferio. En su mayoría, fueron impulsadas por el deseo de liberarse del tutelaje de los Estados Unidos.

La resistencia a esa hegemonía tiene una larga historia, que comienza con Simón Bolívar, quien advertía siempre de los riesgos del expansionismo estadounidense. Las iniciativas de unidad fracasaron por disensos políticos internos, instigados a veces por el Departamento de Estado y otras, por insalvables conflictos económicos.

Algunas funcionaron bien un par de décadas y otras prácticamente fenecieron tan pronto se secó la tinta de las firmas. Ejemplo de la primera fue el Área Latinoamericana de Libre Comercio (Alca), propuesta por la superpotencia en 1994, que excluía a Cuba de su promesa de promover la inversión en 34 países de la región. Fue sepultada en la Cumbre de Mar del Plata (2005).

Allí también pereció la contrapropuesta de Hugo Chávez de crear la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba). Como ejemplo de éxito de mediano plazo es rescatable el Pacto Andino (1969), constituido por Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y, originariamente, Chile, y que Augusto Pinochet​ abandonó en 1976 y Chávez, en 2006.

La más antigua es la Organización de los Estados Americanos (OEA, 1948), donde coexistieron feroces dictaduras y endebles democracias, todas monitoreadas por el Departamento de Estado; medió en algunos conflictos armados de baja densidad y mantuvo en relativa paz la región.

Quizá la mayor experiencia en integración económica haya sido la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (Alalc), fundada en 1960 por la Argentina, Brasil, Chile, México, Paraguay, Perú y Uruguay, con las posteriores adhesiones de Colombia, Ecuador, Venezuela y Bolivia, pero los intereses nacionales prevalecieron en general sobre los comunitarios.

Fue sustituida en 1980 por la Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi), el grupo de integración más poblado: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Cuba, Ecuador, México, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela, pero no tuvo mejor suerte. La inclusión de Cuba en la Celac no es, pues, ninguna novedad.

¿Reemplazará ésta al Sistema de la Integración Centroamericana (Sica, 1993), a la Comunidad Sudamericana de Naciones (CSN, 2004), a la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur, 2011)? ¿O se desvanecerá? Si sucediera, América latina siempre está dispuesta a crear nuevas organizaciones, todas en nombre del pluralismo, la integración, la bienvenida de regreso a la hermana excluida (Cuba) y la solidaridad con nuestro país por el despojo de las Islas Malvinas.