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Mudarnos de casa

El lugar que amamos, ése es nuestro hogar; un hogar que nuestros pies pueden abandonar, pero no nuestros corazones". Oliver Wendell Holmes

Por Luciana Arnedo

luciana.arnedo@gmail.com

@LuArnedo

Toda nuestra vida en un cambio de casa. Mudarnos; un movimiento cargado de afectos.

Acomodar sobre el desorden originado. Seleccionar los objetos que nos llevaremos; soltar lo que ya no nos pertenecerá. Un souvenir, una postal, un trofeo, una nota escrita a mano, son los cómplices de tantos años; ¿somos capaces de despegarnos? ¿Sin ellos nuestra nueva casa será nuestro hogar?

Las mudanzas son un enredo personificado. El trabajo físico es duro, sin embargo la emoción es lo más difícil de digerir. Decidir qué cosas sí, y cuáles no. No hay cosa más engorrosa en medio de tantos recuerdos.

Mudarnos es una traición a la casa que nos cobijó. Sentimos que es necesario llevarnos todo para no olvidar cómo era nuestro hogar.

¡Cuántas vidas ocultas en la casa!

Despedirnos. Lloramos sobre tantos años idos. Añoramos toda la vida involucrada en la casa. Todo rincón evoca un recuerdo. Parados sobre uno de los tantos que tenemos. Emoción. La casa de la que nos vamos también será un recuerdo cuando cerremos su puerta.

¡Cuántos cuerpos que dejamos en ella!

Uno da oídos a ecos que nos rememoran algo que estaba callado. Se oye a alguien más además de nosotros. Las imágenes acompañan a un murmullo del alma. Toda la casa se enciende bajo una memoria nostálgica y complacida.

¡Cuánta vida le corresponde a la casa!

Las paredes están allí, las vemos con los ojos húmedos. En algún tiempo no tuvieron más que la regularidad que tienen; hoy son el muro que sujetan tantos sueños concebidos bajo algunas emociones perdidas.

Las sacudidas que encubren las puertas. La cocina donde también se aceitaban amores. El patio, la parrilla... y aquel escondite que habitábamos cuando los ánimos estaban llorosos.

Todo un pasado se descubre delante de los ojos. Abrimos un cajón; en él están las fotos de la infancia.

¡Cuántas vueltas a casa!

Mucho de lo que vivimos fue en nuestra casa en donde ha pasado. Vemos todo lo ocurrido, y aún son cosas que pasan cuando vemos todavía el sillón que no se mudó. Lo conocido está ahí dentro, por fuera nos aguarda lo mudado.

Hay maletas que pesan una vida entera. Dejar atrás...


Luego de vaciarla sobrevive en nosotros una gran nostalgia como la de quién desembarca después de un largo y afortunado amor. Pareciéndonos que morimos tras la última mirada que le echamos a una casa tan entrañablemente nuestra...

Una mudanza implica un adiós, el sabor de lo perdido. Pero salimos de la casa alentados por un nuevo proyecto. Y más tarde, quizás con la misma sensibilidad, conozcamos una nueva manera de vivir, lejos de aquella casa, con el recuerdo, y cerca, muy cerca de nosotros.