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Marihuana, cocaína y 3500 millones de pesos: lo que está en juego detrás de la ola de crímenes en Rosario

El sangriento negocio ilegal en la ciudad santafesina representa el 8 por ciento del movimiento económico alcanzado en la Argentina por la comercialización de drogas.

La ciudad santafesina de Rosario se encuentra conmocionada por la escalada de violencia que tiene como resultado al menos 17 asesinatos en los primeros quince días del año.

Dos homicidios se agregaron este lunes, con las contundentes señales de los ajustes de cuentas narco. Las víctimas fueron acribilladas por sicarios. Esa curva ascendente de muertes representa la lucha por el control de un apetecible mercado: la venta minorista de drogas reparte en Rosario una ganancia anual de $3500 millones, cifra que representa el 8 por ciento del negocio narco estimado en el país.

Ese volumen del movimiento económico ilegal puede determinarse con el cruce de informes, realizados por la Sedronar, sobre uso de sustancias psicoactivas y características de los consumidores.

Esos $3500 millones que los consumidores rosarinos dejan cada año en manos de Los Monos y de otras similares bandas territoriales emergen como el botín en disputa en medio de las balaceras.

En ese contexto aparecen los asesinatos que llaman la atención nacional en estos días. El ministro de Seguridad santafesino, Marcelo Saín, hizo referencia al "negocio enorme" que se disputan bandas criminales y policías corruptos. Esa mención del funcionario tiene un sustento estadístico a nivel nacional: en Rosario se concentra el 8 por ciento del volumen generado en todo el país por la comercialización de marihuana y cocaína.

La magnitud económica del movimiento en la Argentina de sustancias psicoactivas ilegales quedó señalado el año pasado por un informe elaborado por el Ministerio de Seguridad de la Nación. En ese documento se había expuesto que en nuestro país circulan cada año drogas por valor estimado por las autoridades en $45.000 millones.

Para llegar a esa afirmación, los funcionarios nacionales habían cruzado informes de la Sedronar sobre consumo y datos de las investigaciones criminales. Una secuencia similar puede definir el botín por el que matan los diferentes grupos narco en los barrios periféricos de Rosario.

El registro de consumo de drogas efectuado por la Sedronar en 2016 estableció en Santa Fe que la prevalencia anual de uso de cocaína alcanza al 1,8% de la población, mientras que en el mismo período 9,8 por ciento de los santafesinos fumaron marihuana. El 40 por ciento de la muestra corresponde a Rosario. Con esos datos se puede señalar que unos 12.000 rosarinos son compradores habituales de cocaína y algo más de 55.000 buscan de manera cotidiana abastecerse de marihuana.

Ese es el mercado urbano por el que pelean los clanes de Los Monos, Funes, Alvarado o Caminos, con los diferentes nombres propios que surgen a medida que una bala certera cambia la jefatura de una banda. Otros informes de la Sedronar apuntaron a establecer las características de los consumidores mediante trabajos de campo en centro de tratamientos y encuestas realizadas en ciudades de más de 80.000 habitantes, en una población de los 16 a 65 años. Así se llegó a la conclusión oficial que cada consumidor de cocaína gasta, en promedio, unos US$120 ($7560 al cambio oficial) por mes que llega directamente a manos de las bandas de narcomenudeo. En tanto que para el uso del cannabis el promedio de gasto mensual fue de $3500.

"Muchos de los homicidios en competencia entre grupos criminales en determinadas periferias son para abastecer de sustancias prohibidas, drogas o cosas robadas a la sociedad que está dentro de los bulevares", había señalado Saín la semana pasada, cuando empezaba a perfilarse esta nueva arremetida de la violencia en las calles rosarinas. Y definió, además, que esos recursos económicos no quedan en los barrios dominados por los narcos, sino que desaparecen hacia una zona invisible que se comprometió a poner a la luz pública. Reacciones policiales y actividad descarada de sicarios parecen ser una respuesta a esa mirada sobre un fenómeno que no solo es criminal, sino también social y económico.

Ese dinero generado por el narcomenudeo no parece ser acopiado por los narcovendedores al viejo estilo colombiano, con piscinas desbordadas de dólares. Aparece aquí la denominación usada por especialistas antidrogas: economía narco de subsistencia. En los barrios se instalan los búnkeres de expendio de drogas. Y llega un flujo de dinero que da un empujón financiero a zonas sin créditos. Familias enteras viven de ese negocio. La abuela y los chicos preparan las dosis, la madre y el padre venden el producto y los hijos mayores se hacen un espacio como soldaditos. Es una escena que se repite en cada barrio disputado por narcos, en Rosario, en Moreno o en la porteña villa 31.

En Rosario circularon en esos barrios el equivalente en cada momento a los actuales $3500 millones anuales, un movimiento de billetes que se mantiene desde al menos una década. Ese dinero no parece haber quedado en esos territorios flagelados por privaciones y muertes. Las cifras del mercado narco dan contexto a la serie de asesinatos.

La lucha por territorios de venta de droga tiene directa vinculación con la dimensión del mercado de consumo. En Rosario podrá anularse en algún momento la influencia de los Cantero y su clan Los Monos o bien desarticular las conexiones entre vendedores minoristas y policías, pero la tendencia de consumo de sustancias psicoactivas señala que la demanda de marihuana y cocaína seguirá alta. La última encuesta sobre estudiantes de nivel medio expuso que en Rosario consumen cocaína el 5,5 por ciento de los alumnos de 15 y 16 años, franja etaria con un 20 por ciento de consumidores cotidianos de marihuana.

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