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Marcel Petiot, el médico de la muerte

La historia del joven médico que pasó a ser un alcalde ladrón hasta llegar a matar a un centenar de pacientes y quemar sus cuerpos en la chimenea de su casa.

Marcel Petiot nació en Francia en 1897. Su padre murió cuando él tenía apenas 5 años y su madre, poco después de que Marcel cumpliera los 8. Quedó al cuidado de tías y parientes lejanos hasta que, ya en su adolescencia, se enlistó en el ejército y sirvió en la Primera Guerra Mundial.

Tras la guerra sufrió varios episodios de psicosis, por lo cual terminó internado durante varios meses. Cuando fue dado de alta, se mudó a la vieja casa familiar y estudió medicina. A los 25 años y con el título bajo el brazo, se mudó a Villeneuve Sur Yonne, una pequeña localidad cercana a Auxerre.

Una vez instalado en el pueblo se aprovechó de su carisma y su juventud para quitarle la clientela a los viejos médicos del pueblo. Allí demostró su primera faceta en el delito. Inscribía a sus pacientes en el sistema municipal de salud, entonces cobraba en efectivo de manos de los enfermos y luego el gobierno le pagaba por el mismo servicio.

Pocos meses habían pasado del año 1926 cuando Marcel se puso de novio con la joven hija de una de sus pacientes llamada Luisa Delaveau. Una noche, la casa de la familia de la joven fue robada e incendiada. Días más tarde, la joven Luisa desapareció misteriosamente.

La policía local la consideró una fugitiva y pocos días después de la desaparición dejó de investigar. De nada sirvió el hallazgo de un baúl en medio del río repleto de partes de un cuerpo desmembrado. Tampoco, que varios vecinos declarasen que habían visto a Marcel cargando un viejo baúl similar a su auto.

Pocos meses después, Marcel Petiot fue nombrado Alcalde de la localidad de Villeneuve Sur Yonne. Enseguida se valió de sus trucos como ladrón pero el escándalo no tardó en estallar. Primero fue acusado de robar dinero de la tesorería. Después, de quedarse con el bombo de la banda local y de robar una histórica cruz de piedra.

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Pero le llegó el turno al amor. En 1928 Marcel se casó con la hija de un terrateniente. Georgette Lablais y el médico tuvieron su primer y único hijo en 1929, se llamó Gerhardt. A las pocas semanas de ser padre, Marcel fue encontrado culpable de robar bidones de aceite de la estación del ferrocarril. Fue multado con 200 francos y suspendido como alcalde de la localidad por cuatro meses.

Una noche de marzo de 1930, la casa de un sindicalista lechero de la localidad fue arrasada por el fuego. Adentro, yacía el cuerpo de la esposa del sindicalista con quien Petiot mantenía un romance oculto. Antes del crimen, habían robado dinero y objetos de valor de la vivienda. Hubo un testigo que aseguró a la policía haber visto a Marcel en las inmediaciones de la casa. Pero el testigo se enfermó y pocos días después tuvo que acudir al médico. Como medicina recibió una inyección que le provocó la muerte en minutos.

En 1933 y tras varias denuncias por robos a las arcas públicas, Marcel fue destituido como alcalde y se mudó con su familia a París. Allí inició una gran labor como médico, asegurando conocer técnicas nuevas que le traían día a día gran cantidad de nuevos pacientes. Sin embargo, las denuncias no tardaron en llegar. A Marcel lo acusaban de practicar abortos ilegales y de proveerles drogas a los adictos.

En 1936 fue internado en un instituto psiquiátrico a pedido de su esposa. Antes había golpeado a un policía que lo encontró robando y aseguró que lo hacía por su "psicosis de guerra". Los psiquiatras lo encontraron "crónicamente desequilibrado" pero finalmente volvió a su casa con su familia pocas semanas después.

A finales de 1939 el mapa de Europa cambió radicalmente. Polonia había sido invadida por Alemania, empezaba la Segunda Guerra Mundial. En medio del desastre y el caos, Marcel encontró su negocio.

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Una vez invadida Francia, Petiot entregaba certificados falsos a los franceses tomados como esclavos. Además, aseguraba que podía ayudar a huir a quienes quisieran escapar de los invasores.

Marcel empezó a rodar falsas historias acerca de su actividad paramilitar. Decía que había plantado bombas alrededor de París y que tenía armas secretas para matar a los nazis sin que los forenses pudieran notarlo. Por todos estos cuentos, Petiot se valió de gran cantidad de clientes judíos que querían escapar. Él prometía un viaje seguro y un escape a la Argentina a cambio de 25 mil francos. Vendía un pasaje a la libertad que se convertía en un camino a la muerte.

Marcel compró una inmensa casa en las afueras de París para usufructo de su organización de libertad. El lugar se convirtió, en pocas semanas, en la clínica privada del doctor de la muerte.

De a uno, en parejas o en grupos familiares iban desapareciendo. Corría el rumor de que Marcel los guiaba a la libertad y con cada desaparición crecía la reputación del doctor.

Durante el juicio se conoció como era el accionar criminal. Marcel recibía a los fugitivos en su mansión y les cobraba los 25 mil francos correspondientes. Después aseguraba que para poder viajar tenía que suministrarle a cada uno una serie de inyecciones. Pocos minutos después del primer pinchazo, la muerte. Allí el médico desmembraba el cuerpo, los sumergía en varios kilos de cal y después los incineraba en un inmenso horno o en la chimenea de la casa.

También existió la teoría de que encerraba a los fugitivos en una pequeña sala con el pretexto de que allí no podían ser encontrados. El lugar quedaba completamente sellado y, por un pequeño agujero el médico les suministraba gas tóxico.

Una tarde de 1944, mientras Petiot estaba ausente de su hogar, el horno de la muerte se incendió. Por la gran cantidad de humo y el fétido olor, los vecinos alertaron a la policía y a los bomberos. Cuando llegaron, entraron por la fuerza a la casa del médico y sacaron del horno los restos de al menos 27 personas. Pocas horas más tarde, cuando el doctor llegó a su casa, la policía lo informó del incendio y le preguntó si los cuerpos le pertenecían. Sin un minuto de meditación, Marcel contestó que sí y que tenía que dar aviso que se había descubierto el "cuartel de la resistencia". En pocos minutos el médico desapareció.

Algunos viejos pacientes y familiares ayudaron a Petiot a huir y esconderse. Semana a semana el médico cambiaba su peinado y barba, como así también su nombre y dirección. Finalmente fue arrestado el último día de octubre de 1944 en la estación de trenes. En su poder tenía un arma, más de 31 mil francos y 50 documentos con nombres diferentes.

Cuenta la historia que durante su estadía en la cárcel y antes de enfrentar a la justicia, Marcel les recomendaba a los guardias que no se pierdan su juicio: "será maravilloso" les predecía. Y finalmente lo fue. Durante el debate, varias veces tuvieron que despertar a Marcel y a su abogado, que se dormían por los largos alegatos contra el médico. Y hasta llegaron a pelearse, Marcel y su abogado, porque el médico acusaba al letrado de defender a judíos.

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Petiot confesó el crimen de 63 personas. Pero en su defensa alegó que todos eran soldados alemanes o franceses colaboracionistas y argumentó que él era un líder de la resistencia cuya misión criminal era "patriótica". Lo acusaban de 135 acciones criminales y el tribunal tras deliberar tres horas lo halló culpable de 124. Entre ellas fue condenado por 26 asesinatos premeditados de 27 acusaciones similares.

Habían pasado pocos minutos de las 5 de la mañana del 25 de Mayo de 1946. En ese momento, la guillotina cumplió la condena contra Marcel Petiot, el médico de la muerte. Sin embargo, el doctor dejó a los espectadores, ávidos de justicia, una última recomendación antes de morir.

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De frente y sin bajar la vista les dijo: "Les ruego que no miren, no va a ser bonito".