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Maravilloso caballo pensante

Su destreza para realizar cálculos aritméticos, deletrear palabras y diferenciar tonos musicales conmocionó al mundo y marcó un hito en la investigación científica.

A comienzos del siglo XX, la atención popular y científica fue capturada por las increíbles hazañas de ciertos animales que, desafiando la inteligencia humana, no solamente pusieron en tela de juicio sus supuestas "capacidades intelectuales" sino que plantearon enigmas que muchos intentaron explicar como fenómenos extrasensoriales (clarividencia o telepatía).

Si bien este tipo de proezas no eran nuevas, nunca antes habían despertado el interés científico. Ya en el siglo XVII, el mago británico Banks asombraba al público con su caballo "parlante" Morocco que respondía preguntas mediante golpeteos de su casco en el suelo. El asombro fue de tal magnitud que la ignorancia de la época lo acusó y condenó por un supuesto pacto con el diablo. Asimismo, en el siglo XVIII, Nicholson y William F. Pinchbeck exhibían sus cerdos "sabios" ante sorprendidos espectadores que no dudaban en pagar sus entradas para ver tales suertes porcinas.


No menos espectaculares fueron los gansos presentados en Londres en 1789 con sus usuales números de localización de cartas y colores elegidos, incluso con los ojos vendados. Pronto surgieron prodigiosos perros que superaron a sus competidores. Entre ellos se destacaron Don Carlos, un sorprendente spaniel que era anunciado como "el perro de doble vista"; el perro Munito que, bajo las órdenes de Signor Castellini, desarrollaba su acto respondiendo preguntas sobre geografía, botánica e historia natural mediante cartas impresas con letras y números.


A través del tiempo surgieron nuevas estrellas con capacidades similares. Pero el que sin duda ha marcado una etapa en los anales de la ciencia, superando el límite de lo esperado y creando un verdadero interés científico en sus supuestas facultades mentales, ha sido el famoso semental Clever Hans.


"DER KLUGE HANS" (EL INTELIGENTE JUAN)

En 1892 un jubilado alemán, Wilhelm von Osten, adquirió un caballo ruso llamado Hans a quien adiestró de una manera muy particular. Al cabo de dos años llevó el adiestramiento del animal a tal grado de perfeccionamiento que no tardó en publicitarse y pronto pasó a ser el centro de atracción de muchos curiosos e investigadores de la época.

Hans, según un código preestablecido, golpeaba el suelo con su pezuña dando la cantidad de golpes que correspondían a la correcta respuesta de la pregunta formulada verbalmente. De este modo resolvía cálculos aritméticos, convertía fracciones ordinarias en decimales y viceversa. Por este mismo procedimiento transformaba números en letras (un golpe = A, dos golpes = B, etc.), permitiéndole -incluso- formar palabras en respuesta sobre alguna consulta de algún problema simple de la vida diaria. Reconocía el valor de todas las monedas alemanas, indicaba fechas, horas y también asombraba con sus conocimientos musicales. Por ejemplo, si en el piano se ejecutaba una séptima: RE FA LA DO, movía la cabeza para indicar que C debía eliminarse para conseguir una cadencia o acorde menor.


El hecho de que von Osten no intentara lucrar con las facultades de su caballo y permitiera su libre examen por cualquier persona interesada y/o la formulación de preguntas por desconocidos, hacía poco viable la posibilidad de un fraude.

En 1904, un primer grupo de estudio -denominado "Comisión Hans"- compuesto por trece personas expertas en diferentes áreas (fisiología, psicología, veterinaria, hipología, zoología, circo) examinó al equino y concluyeron que el caso no era una superchería y que merecía seria atención. Aún así, este primer dictamen pronto quedó invalidado.

Pocas semanas después, una nueva comisión científica presidida por el Dr. Stumpf (Director del Instituto de Psicología de la Universidad de Berlín) y con pruebas concluyentes presentadas por su colaborador, el profesor Oskar Pfungst (1847-1933), determinó que el éxito de Hans era producto de su notable habilidad para guiarse por los mínimos indicios sensorios (principalmente de la cabeza) que le proporcionaban involuntariamente su dueño y/o los propios asistentes. También fue determinante el fracaso del animal cuando ninguno de los presentes conocía la respuesta.

Según Pfungst, el caballo había logrado un autoaprendizaje de esta "lectura" de signos sin que el propio von Osten se lo hubiera propuesto conscientemente. Así se expresaba el Dr. Stumpf al respecto: "El caballo debía haber aprendido, en el curso de las largas series de lecciones de aritmética, a observar mientras golpeaba con la pezuña los pequeños cambios en la actitud, con los que el maestro inconscientemente acompañaba los resultados de su proceso mental, y a tomarlos como signo para pararse, aumentando su exactitud con la práctica. El caballo era inducido a hacerlo lo mejor posible en la forma requerida, dándosele regularmente una golosina, consistente en un trozo de pan o zanahorias. Este inesperado tipo de autoaprendizaje, y la precisión así adquirida para percibir ligerísimos movimientos, son en sí mismos suficientemente sorprendentes." [Pfungst, O., Clever Hans (The Horse of Mr. von Osten), Henry Holt & Co., N.Y., 1911].


Importancia científica

Así como Pfungst descubrió a través de sus pruebas que los animales responden a los mínimos movimientos a su alrededor y que apenas pueden ser percibidos, también encontró que las personas no siempre son conscientes de que se están moviendo y dando indicaciones a los animales (u otras personas). Ahora sabemos que los seres humanos también responden a los movimientos o sonidos sin ser conscientes de ello y esta emisión de señales no-conscientes se denomina "señalización inconsciente". Este descubrimiento ha tenido un efecto importante en la metodología a aplicar en los experimentos con personas o animales.

Los científicos que experimentan con seres humanos también pueden dar o recibir ligeros indicios sensorios durante un test y este proceder involuntario podría contaminar toda una investigación. De ahí que, a partir del hallazgo de Pfungst con este maravilloso caballo, este tipo de vicios a cuidar comenzó a denominarse "efecto Clever Hans", determinando que la mejor forma de prevenirlo es implementando el procedimiento de "doble ciego" para evitar que tanto los sujetos como los experimentadores puedan influir sobre los resultados.

El "efecto Clever Hans" también fue la fuente de inspiración para que, en la década del `60, el destacado psicólogo Robert Rosenthal terminara de plasmar este concepto básico con sus investigaciones sobre comunicación no-verbal y el efecto del experimentador.

Si bien la lógica indica que el tema de los animales calculadores debiera quedar cerrado, no por eso dejaron de surgir nuevos casos, e incluso más llamativos que el de Hans, que merecerán otro capítulo.