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Macri paga más que La Doctora

La homogeneidad de Kirchner en 2005 inspira al Tercer Gobierno Radical en 2017.

Como Néstor Kirchner, El Furia, en 2005, la lícita prioridad de Mauricio Macri -Presidente del Tercer Gobierno Radical- es ganar las elecciones legislativas de 2017.

Hoy se encuentra en la etapa de "la construcción del poder personal". Como Kirchner, cuando maltrataba a las corporaciones y bajaba cuadros.

El Furia logró homogeneizar su equipo sólo a partir del despido de Roberto Lavagna, La Esfinge (hoy en La Franja de Massa). Los otros dos que había heredado, Aníbal y Ginés, se homogeneizaron solos. Hasta fundirse en el proyecto.

En la similar construcción de poder, Macri se lanzó a homogeneizar a través de dos despidos trascendentes, a su vez adversarios internos entre sí. Alfonso de Prat Gay, El Amalito, y Carlos Melconian, El Tablonero.

Inexplicablemente, Macri desaíra también a un activo de su inventario. Daniel Chaín, El Paisano, viejo colaborador que lo acompaña desde las primeras travesuras comerciales en Sevel.

Lo raja a Chaín para que la obra pública quede bajo la exclusiva órbita del homogéneo ministro Rogelio Frigerio, El Tapirito.

Es Frigerio quien tiene la misión de direccionar (el polvo de ladrillo de las construcciones) con un sentido rigurosamente electoral.

Aquel Kirchner de 2005 decidía terminar con Eduardo Duhalde, El Piloto de Tormentas (generadas).
Pero Duhalde entonces le servía a Kirchner como inspector lateral del Mercosur, ficción que le permitía (a Duhalde) dialogar largamente con Lula, Chávez o Uribe. De igual a igual.

Con semejantes lideres vecinos, Duhalde hablaba -según Kirchner- sobre todo de Kirchner.
En realidad, a Kirchner los servicios le vendían que Duhalde lo criticaba. Que se manifestaba dolorosamente arrepentido por el error de designarlo. Después de haber intentado promover a De la Sota, Reutemann, el mismo Macri, y en el revoleo hasta a Felipe Solá.

Justamente fue cuando El Furia decidió preparar la candidatura de la señora Cristina, su esposa, La Doctora, para la provincia de Buenos Aires. A los efectos de dirimir con la señora Hilda -Chiche- de Duhalde, apodada a sus espaldas Niní Marshall. En otra pintoresca escena del peronismo conyugal, que sirvió fundamentalmente para desplazar de la política a Ricardo López Murphy, El Gato que se creía Bulldog, por entonces socio -y futura víctima- de Macri.

Gárgaras de discurso

Para consolidar su poder, en 2017, y asociado a los radicales, Macri se propone exterminar políticamente a La Doctora (como Kirchner se propuso exterminarlo en 2005 a Duhalde).

Curiosamente, La (acosada) Doctora le sirve también a Macri. Con las posturas categóricas ella lo legitima. Le proporciona el servicio del efecto comparativo, que reproduce el atributo más imbatible de Macri.

Se suplantan, apenas, las gárgaras del discurso.

Las gárgaras centro izquierdistas de Kirchner aun mantienen puntos de contacto con las actuales gárgaras centro derechistas de Macri.

Ambos, para ganar, coincidieron en aumentar el espectro del Gasto Público, en adelante GP.
Para angustia de Javier Milei, el GP no va a reducirse en absoluto. Al contrario.

Mientras Kirchner fundía las bielas por consumirse la energía que no se reemplazaba, Macri comienza la faena de fundir las suyas a través de la placidez del endeudamiento.

Ante la pasividad cómplice de los empresarios de medialuna enarbolada, que necesitan que a Macri la construcción del invento le salga bien.

Que con la explosión de la obra pública y con dinero fresco de los mangazos en la calle, se multiplique el optimismo del consumo. De manera que los empresarios puedan mojar la medialuna que enarbolan, en medio de la desconfianza que se dispensan, recíprocamente, con Macri. Los más fuertes, sobre todo, necesitan simular el fastidio contenido.

Los empresarios sólo se sienten homogeneizados ante la presencia del negocio.

Cambiazo. Letes de colores por Lebacs

Significa confirmar que Argentina debe resignarse a convivir con el déficit. No queda espacio ni voluntad política para bancarse un shock drástico. Y el gradualismo gatopardista de Bruno Gelber, alias Dujovne, sirve para nada.

Lo que se impone entonces es gastarla. Tirarla como si fuera guita negra. Ver de qué manera rebuscarse financiamiento y patear el GP para adelante. Como si los próceres ilustres de Cambiemos fueran también naturalmente peronistas.

"Plata va a haber", confirma el empresario entusiasmado, con la medialuna confiada en el populismo paquete.

Al ya descripto país neo-pastoril habrá que agregarle el inmediato keynesianismo de los ladrillos políticamente redistribuidos. Y estimulados, según nuestras fuentes, por los fondos de las Lebacs, artesanía que ya iguala a la base monetaria de la economía inviable.

Desde la superioridad estratégicamente moral de la jefatura de gabinete se planifican cambiar las Lebacs por los papelitos de colores de las Letras de Tesorería (Letes).

Florecen por doquier los discípulos académicos de Amado Boudou, El Descuidista, que supo manotear patrióticamente los fondos de las AFJP, para financiarse.

Mangos genuinos, después de todo, nunca van a llegar, desde ninguna parte. Aunque se realicen lanzamientos semanales de los tesoros ocultos de Vaca Muerta, que funcionan como placebos sauditas.

Basta con celebrar los considerables mangos frescos que proceden del blanqueo. Sólo la irresponsabilidad coyuntural presenta al blanqueo como un logro exitoso. Y sin el menor reconocimiento para los pajarones que acostumbran pagar sus impuestos, sin aguardar el jubileo del próximo blanqueo que siempre llega, invariablemente.

Dejar de votar por diez años

La epopeya electoral se sostiene con el deseo colectivo de que a Macri algo le salga bien.
Abundan los conformistas que creen que ya algo le salió muy bien. El "acuerdo con los holdouts", o "la extinción del cepo". Y ahora la tristeza del blanqueo.

Conquistas insuficientes para enderezar la economía inspirada en la ilusión incentivada por el temor al regreso de lo que se identifica con el Mal (La Doctora).

Arrastrado por el viento de cola de la política, Macri solo tiene en contra al cristinismo categórico que -dijimos- lo legitima.

El esquema sirve en tanto a Macri le salga en 2017 "la construcción del poder personal". Como le salió, en 2005, el invento a Kirchner, que tuvo el país rendido a sus pies (como hoy trata de tenerlo Macri).

Por lo tanto Macri necesita imponerse en las elecciones, aunque hasta el cierre del despacho ningún peronista, según nuestras fuentes, se proponga ganarle.

"Para qué ganarle, Rocamora, si así están cómodos. Macri paga más que La Doctora, como la llaman ustedes. Y paga al contado".

En 2017 nadie puede sensatamente reclamar que el TGR reduzca el GP en medio de una campaña.

Pero tampoco en 2018, si se aspira a la reelección. Y menos en 2019 en que se juega el poder.
El pensador contemporáneo Luis Barrionuevo sostuvo que, para resolver los problemas de la Argentina, había que dejar de robar por dos años.

Con la misma categoría de análisis, puede decirse que, para encarrillar el país hacia la racionalidad, hay que dejar de votar por diez años.

Pero Argentina ya tiene hasta vedado el peor camino del facto. Tuvo su turno para anotarse en la épica del fracaso.

Macri debe sacar de la cancha a La Doctora con elecciones. Como Kirchner lo sacó oportunamente a Duhalde.

El cuento de la homogeneidad puede servirle a Macri para resolver algo. O para enterrarse.

Cartas de intención

Fuera del dominante Tercer Gobierno Radical, del "frepasito tardío" de La Doctora, que tiene un 28% cautivo, y del seleccionado neorrealista de la Franja de Massa,que oscila en el sube y baja, restan apenas algunas insuficientes cartas de intención. Las redacta desde Juan Manuel Urtubey a Diego Bossio, con escala en Florencio Randazzo. Expresiones tibias que no alcanzan para superar la contradicción a la vista.

El cuestionamiento a Macri que favorece a La Doctora.

Aquí falta quien logre articular un sistema de ideas que permita situarse, en simultáneo, como opción. Frente al macrismo y al cristinismo. Fenómenos que se retroalimentan, arrastran la común decadencia fundacional.

Con tibieza y resultados alternativamente magros o auspiciosos, Sergio Massa intenta superar la contradicción. Pero hasta hoy tampoco convence.

Estuvo -acaso- demasiado cerca de los dos fenómenos fundacionales.

Junto al Furia y La Doctora (de quien fue Jefe de Gabinete). Y junto a Macri, lejos o cerca de la Banelco, o cuando avanzaron en dupla contra la ilusión de perpetuidad de La Doctora.