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Lucha y sacrificio: la conmovedora historia de Lucas, el niño que vivió en una plaza y logró terminar la primaria

Nunca bajó los brazos y gracias a la ayuda de su madre consiguió su objetivo en una escuela de Villa Urquiza.

Cuando Lucas Cesio tenía 5 años, su madre y sus dos hermanos quedaron en la calle por un problema económico y a partir de ahí todo cambió. Fueron tiempos de lucha y mucho sacrificio, pero finalmente Lucas consiguió terminar el colegio.

La madre, Marisa de 34 años, no tenía trabajo y no podía alimentar a sus hijos como ella quería pero tenía en claro lo más importante: ellos tenian que terminar el colegio. Y así fue.

Los primero años vivieron en la Plaza Éxodo Jujeño, en el barrio de Villa Urquiza, cerca de la escuela Numero 5 "Enrique de Vedia", donde el joven estudiaba.

Todas las mañanas eran iguales: primero iban a una estación de servicio donde le prestaban el año, luego caminaban y recorrían panaderías, heladerías o pizzerías en las que les daban para comer. "Con mi familia no pedíamos plata, lo único que queríamos era lo que les sobrara para poder comer. Si nos querían dar dinero les decíamos que no, que preferíamos una empanada", explicó Lucas a Clarín.

Había días que no eran los mejores pero Lucas seguía firme. Nunca dejó de hacer la tarea. La hacía debajo de un tubo de luz sentado en el cantero de un árbol y oculto bajo e techo de alguna casa los días de lluvia. Para Lucas nunca existió Google o Internet.

Una noche de una fuerte tormenta un vecino solidario le prestó las llaves de su auto para que pudieran resguardarse allí. En un Peugeot 505 color champagne, Lucas y su familia pasan sus noches. "Dormíamos como podíamos, me acuerdo que a veces me tenía que bajar del coche en la noche para estirar las piernas porque se me dormían y me dolían. Pero estar en el auto era mejor que en la calle porque ahí tenía miedo de que alguien nos robara o me raptaran".

Ese asiento trasero fue su cama durante cuatro años. "Una vez nos mandaron a un parador que tiene la Ciudad para los que viven en la calle, pero fue horrible. Nos miraban mal y nos gritaban. Esa noche la miré a mi mamá y le dije que no quería venir nunca más y que prefería estar en el coche".

Los compañeros del colegio conocían la situación de Lucas y lo ayudaban con comida y ropa pero a la hora de rendir todos eran iguales.

A principios de 2015 Marisa consiguió que e dieran una casilla en Florencio Varela, pero el chico quería terminar sus estudios en el mismo colegio con sus compañeros por lo que se levantaba todos los días a las 4 de la mañana para poder entrar en horario a la escuela, donde lo recibían con un  café con leche y galletitas. "Las quiero mucho a mis maestras porque son como mi mamá, me cuidan y me escuchan. Gracias a ellas yo aprendí todo, aunque ahora en el secundario tengo que mejorar con matemática porque es lo que más me cuesta".

Con tan solo 12 años, Lucas tiene las cosas muy claras y dejó un mensaje muy especial: "Me gusta estudiar, lo disfruto y aprendo. Es importante para poder ser alguien en la vida. A los chicos que no estudian les diría que sí lo hagan porque es una de las cosas más importantes que tenemos y con la que podemos cumplir nuestros sueños".