DOLAR
OFICIAL $816.08
COMPRA
$875.65
VENTA
BLUE $1.18
COMPRA
$1.20
VENTA

Los Taddei, del dolor del femicidio a la militancia: "No hice el duelo, nunca se fue"

Wanda Tadde fue quemada en 2010 por su esposo, de quien hoy se conoció que contrajo nuevamente matrimonio en la cárcel.

Por Luis Ángel Molinas
Lmolinas@diarioveloz.com

-Todos esos muebles que están ahí los hice yo-, dice Jorge, mientras señala, como ejemplo, el aparador colocado contra una pared del comedor de su casa, también revestida en madera, donde se apoyan varios portarretratos con fotos de sus nietos.

-Bah, los hicimos con mi fábrica-, admite el hombre de 76 años, ebanista profesional, que levantó de a poco su propia empresa, desde que funcionaba en un garaje hasta tener una sede central en un gran galpón. -"Fui, lo que se dice ahora, un emprendedor", considera-. La dirigió por varias décadas y ahora está jubilado. Sin embargo, sigue vinculado a ella: aconseja a su hijo mayor y a uno de sus ocho nietos, que continúan al frente con el negocio familiar.

- También tenemos dos bisnietos -, agrega Beatriz, de 72, pareja de Jorge desde los 15 y casada con él desde hace 52 años. "Y medio", dice después, al celebrar que una de sus nietas políticas está embarazada de dos meses.

El árbol genealógico lo completan los tres hijos que tuvieron Jorge y Beatriz. Aunque ellos prefieren usar el verbo en presente. "No hice el duelo, nunca se fue", afirman sobre Wanda, la hija del medio entre sus hermanos Néstor Rubén, 14 años mayor, y Nadia, apenas dos años más chica.

Wanda Verónica Taddei, a quien Beatriz tuvo a los 34 años, fue quemada en 2010 por su esposo Eduardo Vázquez, ex baterista de Callejeros, en la casa que compartían en Pizarro al 7083 junto a los dos hijos de ella, Facundo y Juan Manuel, producto de una anterior relación. Agonizó 11 días y murió el 21 de febrero por las graves heridas que le provocó el músico con alcohol y un encendedor.

El matrimonio Taddei no tiene muchas fotos de su segunda hija en su casa de la calle Saladillo, en Mataderos. Solo algunas reposan sobre una especie de altar ubicado en el living, apenas perceptible.

El recuerdo de Wanda comparte lugar con un "banco rojo" -símbolo de homenaje a una víctima de femicidio- con su nombre y varios diplomas entregados a sus padres por la tarea que llevan a cabo en todo el país en la lucha por erradicar la visibilización de la violencia de género.

El dolor de la muerte de su hija es la fuerza que los motiva a querer transformar la sociedad, aunque sea aportando su granito de arena. "Ni yo, y ni siquiera mis nietos quizás vean los cambios, pero quiero dejar mi semilla".

"Mi hija está dejando ir su vida y no pelea"

Beatriz se enteró de la gravedad de las quemaduras de su hija recién siete horas después del ataque de Vázquez, mientras hacía la cola para sacar el registro de conducir. "Vení inmediatamente, Wanda se muere", fue el llamado de alerta de Jorge desde el hospital Santojanni, donde el músico la llevó para los primeros auxilios. Antes, había dejado a los chicos en la casa de su tía Nadia.

En un primer momento, ni Jorge ni Beatriz tomaron dimensión de lo que había pasado con su hija. Creían que había sido un (pequeño) accidente doméstico, como lo intentó hacer pasar Eduardo para evitar que lo culpen de la muerte de su esposa.

Desesperada, dejó el trámite y corrió hacia el auto para llegar a donde estaba su hija. Wanda había ingresado en la madrugada del 10 de febrero semidesnuda, acompañada por Vázquez y con el 68 por ciento del cuerpo quemado.

Beatriz explotó en llanto apenas cruzó las puertas del hospital. "Así no la vas a ver", intentó calmarla una doctora. Pidió 30 segundos. Entró a la habitación de la sala de guardia y vio una de las peores imágenes de su vida. Todavía con esperanza, preguntó a los médicos si tenía posibilidad de salvarse. "Ninguna", le dijeron.

Al salir de la pieza, se encontró con Jorge y sus hijos, que lloraban desconsoladamente. "A partir de ahora no se llora nunca más una lágrima, vamos a poner toda la fuerza para sostener a Wanda", les avisó.

Le dijeron que no había camas disponibles para llevarla al Hospital del Quemado. Se contactó por su cuenta para trasladarla. Presionó y lo logró. Se cambió el apellido Regal por el de Fernández para esconderse de los periodistas infiltrados que buscaban información sobre el estado de Wanda.

Acompañó a su segunda hija en sus once días de agonía y contuvo a los otros dos, que salieron corriendo de la sala del sanatorio cuando les informaron que a su hermana le quedaban cuatro horas de vida.

Wanda aguantó dos días más. Cuando su destino era inevitable, desde la dirección del Hospital le mandaron a Beatriz un psiquiatra, que le ofreció una pastilla. "¿Usted piensa que lo único que me funciona es el cerebro? ", le reprochó. Obstinada por la fe, deseaba ver que su hija luchara por su vida, pero no sabía que ya no podía. "Mi hija era una peleadora de la vida, como soy yo, no puede ser que no pelee. Está dejando ir su vida y no pelea".

Hizo su propia investigación -"como de las películas que veo"-, reconstruyó cada hora de esa trágica madrugada. En la causa constaba que Wanda había dicho algo antes de ser intubada por las graves heridas. Rompió el pacto de silencio de los médicos y llegó hasta el doctor que había recibido a su hija. Con las pocas fuerzas que le quedaban, había dado las palabras claves para condenar a Vázquez y que ahora Beatriz conocía: "Alcohol, encendedor".

Tiempo después comprendió que su hija ya había luchado. Wanda le había ordenado a Vázquez que la lleve a un hospital y que saque a los chicos de la casa, que podían haber muerto también por el incendio.

Y también supo que, en sus últimos minutos de lucidez, Wanda le había preguntado a la enfermera si se había quemado la cara. "No", le respondió. "'Qué suerte', dijo ella. Fueron sus últimas palabras. Ella estaba convencida de que se salvaba", recuerda Beatriz.

- Cuando vi de nuevo al director del hospital, le dije que le diga al psiquiatra que la encontré a Wanda: sí había peleado, no estaba tan equivocada.

"Yo también soy una víctima directa"

Luego de sufrir la pérdida de su hija, la familia Taddei padeció lo que fue tristemente reconocido mundialmente con el premio Garrote al "tercer peor juicio de violencia de género del 2013".

El juicio oral, que comenzó dos años después del asesinato de Wanda, dictó una increíble sentencia: a pesar de las dudas iniciales sobre si fue o no un accidente, se acreditó y se condenó a Vázquez por homicidio. Pero los jueces, lejos de otorgarle perpetua por estar casados, le dieron solo 18 años de prisión porque consideraron que el músico actuó por emoción violenta.

- Nuestro abogado un día nos preguntó si estábamos preparados para pasar por un juicio. Pensé que era una pavada. Si yo pasé por la muerte de una hija, lo que quiero es Justicia. No sabes lo que es... - dice Beatriz, mientras Jorge asiente con la cabeza.

Los Taddei se ríen de manera irónica al recordar que fueron acusados por la defensa de Vázquez de ser golpeadores, de que Jorge era "el jefe de una mafia", que su nieto más grande era drogadicto y traficante. "Fuimos hasta allanados".

El espíritu incansable de Beatriz, apoyado siempre en su compañero Jorge, no se dejó quebrar por las insólitas acusaciones, tampoco creyó en la inocencia de Vázquez cuando lloró diciendo amarla en la primera audiencia, ni cuando uno de los jueces del tribunal -"Ese (Luis) Niño, un hijo de puta", dice Jorge en voz alta, enfurecido- se acercó al baterista para consolarlo.

Eso no fue todo. En las instancias finales del juicio debieron soportar que no le tomen consideración a sus testigos ni a las pruebas de los peritos, tuvieron que escuchar una canción de Callejeros que ponía con su celular una de las secretarias del juzgado cada vez que Jorge entraba al Tribunal y hasta la preocupación de que su hija sea ahorcada por un desconocido cuando se acercaron a la casa del crimen para recoger unas cosas de los hijos de Wanda.

Ahora, el ex Callejeros pasa su séptimo año en prisión de una cadena perpetua, dada por la Cámara de Casación al revisar en septiembre de 2013 el fallo inicial, y que luego, gracias a la presión mediática, derivó en la sanción de la ley 26.791, en noviembre de ese año, para eliminar la figura de "emoción violenta" e imponer la de femicidio.

Sin embargo, el matrimonio Taddei todavía pide algunas respuestas que la Justicia le debe, como el por qué Vázquez está encerrado en una cárcel de encausados y no en un penal para condenados. El baterista, preso en Ezeiza, estudia, sale a tocar con su nueva banda "Entre muros" y hasta recibe a fans de Callejeros. "Está perfecto, tiene que estar en condiciones, son sus derechos", reflexiona Beatriz.

"Tuvimos la oportunidad para ser comunicadores"

Muchos de estos casos no llegan a tener justicia. El tema no se hablaba. Tuvimos la oportunidad de que nuestro caso sea muy contundente y muy mediático. Se nos abrió un panorama para ser comunicadores -. Desde aquel instante, el matrimonio Taddei sabía que no debían solo luchar por Wanda sino por todas las demás casos invisibilizados.

Beatriz y Jorge se consideran dos militantes sociales, y no desde su terrible experiencia. Él, desde su época de estudiante. Ella, desde su juventud como perito mercantil, empleada de comercio o en su rol de bancaria y sindicalista, hasta que tuvo que dejar al estar embarazada de Wanda.

- Estas preocupaciones sociales las tuve siempre. Él sabe que las padezco, porque me dice que no me haga tanta mala sangre. Pero no puedo porque es el instinto mío.

Los Taddei saben muy bien de lo que es poner las luchas sociales antes de que sus propias cuestiones personales.

En el año 1966, Beatriz perdió un embarazo al participar de una protesta en la Facultad de Ciencias Económicas durante la Noche de los bastones largos. "No sabía que iba a haber represión, me invitaron y fui. Hubo golpes y tiros. Al otro día perdí al que hubiese sido nuestro primer hijo".

Después, durante la última dictadura militar, embarazada de Wanda, temió ser secuestrada y que le roben el bebé por su pasado sindical.

Y ahora, muchos años después, ya en democracia, decidieron dejar de lado más de 20 días de vacaciones y volver desde Italia a Buenos Aires para participar de la primera marcha del 'Ni Una Menos', la movilización multitudinaria que en el último tiempo puso en escena la cruda realidad del femicidio.

Para Beatriz y Jorge no existen los límites. "El no lo tenemos siempre, hay que pelear por el sí, en cualquier circunstancia", cree ella. Y él la acompaña, como en todo.

Así llegaron a estar en una audiencia con el papa Francisco, a la que llegaron por medio de una carta que dejaron en un quiosco cercano a la Santa Sede. "Se la dejamos el 1 de mayo, que estaba cerrada la embajada, a una china, para que la lleve después. En 15 días nos llamó el embajador para que nos presentemos. Estuvimos cerca de Francisco, no lo podíamos creer".

Beatriz también logró acercarse a otro líder mundial, el presidente de la ONU, Ban Ki Moon, que la atendió cuando lo llamó por teléfono, pero no se pudieron comunicar por la diferencia del idioma. "Soy una ciudadana del mundo, me tenía que atender", justifica ella. "Y, te tenés que llamar Beatriz para llegar ahí", dice Jorge, con una broma que escondía la admiración hacia la perseverancia de su esposa.

Con la experiencia trágica de lo vivido con Wanda, los Taddei viajan desde hace 8 años por todo el país para seguir los juicios por femicidio, dar charlas y hacer actividades de concientización sobre la violencia de género, principalmente en escuelas y universidades, para alertar a los más jóvenes.

- No nos dedicamos a acompañar a víctimas de violencia, sino para hacer visualización del tema. Igual no puedo dejar sin atender a una víctima que llama, entonces le doy los números de teléfono donde puede llamar.

En estos años, Beatriz fue incorporando nociones del derecho, de la psicología -"Aunque por mi soberbia nunca fui a un psicólogo para tratarme después de lo de Wanda"- y de otras áreas "con material del CONICET, para tener un sustento teórico". Le interesa que los que la escuchan también participen de un debate, para poder oír otras opiniones y vivencias.

También cuentan con su experiencia, que además le da la oportunidad de concientizar a miembros del sector judicial, como abogados, jueces y fiscales, mientras que también dan conferencias ante estudiantes de carreras de derecho.

- Que lleven a su mesa a una persona que es víctima es para que ellos puedan ver la parte que no ven, la parte humana, la que está detrás de un expediente.

Más allá de las cuestiones de género, los Taddei tratan otros tipos de violencia, como la institucional o la familiar. Y además piensan y reflexionan sobre otras causas de injusticia social, como el hambre y la contaminación ambiental.

- Pero no me voy a poner en el tema porque ya me consume bastante tiempo lo que hago, dice Beatriz.

Más allá de su edad, el matrimonio difícilmente se queda en su casa en sus días libres. Buscan ayudar y acompañar a la mayor cantidad de personas posibles, sea cual sea el lugar del país. Lo hacen por y con Wanda. "Se la llevó físicamente pero ella nos pasó su potencial para aguantar hasta donde pueda".

"No me tomen de ejemplo"

- Lo digo siempre no me tomen de ejemplo, porque yo también tengo 72 años de cultura machista.

Beatriz y Jorge saben, son conscientes de que los cambios en la sociedad que les gustaría que reciban sus nietos llevarán muchos años, pero confían que Argentina está en un buen camino gracias al trabajo de toda una red de personas y agrupaciones que luchan por desterrar la violencia de género.

- ¿Alcanza? No, nunca alcanza. Pero esto hace que uno piense que va a haber una solución al tema. No en 5, 10 o 20 años, sino a partir de generaciones. Tenemos una sociedad machista y patriarcal de 3000 años. No la podés cambiar en una semana. Hay un proceso, y estamos en eso.

Piden que cada uno, sea cual sea su postura política y su posición en la sociedad, colabore y se sume con la transformación social.

- Se está planteando un cambio de paradigma, es un cambio social muy profundo. A uno le da satisfacción de poder aportar algo a la sociedad, dejar una semilla.

El deseo más íntimo de Beatriz y Jorge es dejarles un mundo mejor a sus nietos y bisnietos. Por ellos hicieron hasta lo imposible para que crezcan y vivan una vida sana. Incluso, a uno de sus nietos le celebraron su primer cumpleaños cuatro días después de la muerte de Wanda. "Se hizo la fiesta porque los chicos no tienen ninguna responsabilidad".

Creen que la escuela es una de las instituciones, además de la casa, para que ese cambio se logre dar en un nivel más profundo. Pero reclaman políticas de Estado: esa es hoy una de sus principales banderas.

- Uno de los caminos más importantes para apuntar a terminar con el patriarcado y la violencia, es la educación. Tenemos una ley nacional de Educación Sexual Integral a la que tienen que adherir obligatoriamente las provincias pero no se cumple. Los chicos tendrían otro tipo de vida.

Más allá de eso, los Taddei se conforman con algo más "terrenal" y personal: los hijos de Wanda están viviendo junto a su padre y su 'mamá del corazón' en la misma casa en la que sus abuelos criaron a su madre y sus tíos. "El paso más importante que pude dar en mi vida es que tengan la casa a nombre de ellos. Está lleno de fotos de su mamá. Queremos que lleven una vida sin dolor, que no tengan odios ni rencores y que sepan que hemos conseguido Justicia".