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Los secretos mejor guardados de las dos bodas de Susana Giménez

La primera vez, la diva se casó a los 17 años y la segunda a los 43, con un final de 10 millones de dólares.

Febrero 13, año 1998. El calor agobia, pero los periodistas no se mueven de la puerta de Dardo Rocha 2905, Barrio Parque: la mansión de Susana Giménez donde todavía vive su marido, Huberto Roviralta Maura.

Susana está por volver de Miami. El avión aterriza a las nueve y media de la mañana, y a las diez, otro enjambre de periodistas la espera, ávido: hay retumbar de tambores. Nada menos que la separación de la pareja, unida por ceremonia civil una década antes: el cinco de diciembre de 1988, ante la jueza Liliana Gurevich, que les habló de "la trascendencia de dos en el matrimonio".

Pero también, en paralelo, la confirmación de su romance con el empresario Jorge Corcho Rodríguez. De pronto, Huberto se asoma por una de las ventanas de la mansión, teléfono en mano, impaciente: algo raro en él y su fama de impávido...

En Ezeiza, la prensa queda afeitada y sin visita. Mientras su yerno y productor Eduardo Celasco pasa por la aduana, ella sale por la entrada de pasajeros. Un viejo ardid. La rubia eterna llega a su mansión las diez y media en un Mercedes Benz negro con vidrios polarizados.

Diez minutos después se oye una feroz pelea. Susana grita: "¡Cuando te vas a ir de acá, hijo de puta, ladrón!" (palabras que quedan grabadas en las cámaras de tevé).

Y al minuto, Huberto sale a la vereda con sangre en la cara. La evidencia de la pelea. Por cierto, registrada y repetida ad infinitum por todos los canales. Lleva a Jazmín, el célebre e inseparable perro de Susana, en sus brazos. Mira a las cámaras en silencio, y vuelve al hogar. Pero olvida a Jazmín en la calle: ¡Factor de divorcio!

Un veterano de la tecla silbó "Y pensar que hace diez años, fue mi locura que llegué hasta la traición, por su hermosura": el tango "Esta noche me emborracho". Poco se supo del escándalo. Susana fue parca: "Huberto me agredió, y yo le tiré un cenicero".

Ese día, la mansión fue la meta de un largo desfile. La policía, los amigos de Susana, la prensa, y su médico personal, Alfredo Cahe. Que fue tajante y hasta irónico ante los periodistas: "Ustedes conocen el problema. En el estado de ánimo de ella es normal. La mediqué, y a él le puse una curita en la nariz". Y así terminó el segundo matrimonio en la vida de Susana. La segunda vez que dijo "Sí".

Cuando se conocieron, Huberto circulaba por Buenos Aires en un Fiat 147 verde, y vivía en un departamento de dos ambientes en Posadas, entre Ayacucho y Callao. Después de la tumultuosa pelea, volvió a ese refugio.

Advertencia: esa historia y esta nota continuarán. Pero ahora retrocedemos 37 años. Hasta la primera vez que Susana dijo "Sí".

Corre 1961. La vida de María Susana Giménez Aubert no es fácil. Sus padres, Augusto y María Luisa Sanders, son un dúo tormentoso. Muchas discusiones, algunas terribles, la alejan de ellos. Muchos años después confesó que "Viví muchas situaciones de violencia doméstica".

A los 17 años se va de su casa. Conoce a Mario Sarrabayrouse. Él tiene 23 años y un apellido notorio, "pero ni un sope": palabras de Susana. Rápido casamiento en 1962 porque ella está embarazada. El 20 de octubre de ese año nace María Mercedes.

Al mismo tiempo, el padre de Susana, empresario de cosméticos, se funde, y la pareja se divorcia...

Puertas adentro, la vida de Susana y Mario es cada vez más difícil. Según ella, "no había plata ni para pagarle al lechero". De noche se queda hasta las cinco de la madrugada cosiendo cuellos para los vestidos de lana, que están de moda. Le pagan por unidad... Tiene 18 años, y con ese trabajo mantiene a su hija.

Ergo, el clima familiar se ensombrece. Las peleas son interminables. Se repite la triste historia de sus padres. En realidad, casarse con Mario fue una fuga hacia adelante. Susana lo conoce a los 15 años. Ella vive en Beruti y Austria, él para en Rond Point con su barra, y la historia de amor empieza a tejerse.

Mucho tiempo después, Susana recordará que se enamoró de su belleza: "Era el hombre más lindo del país... pero también un pobre chico. Embarazada, tuve que casarme con él. Casi me suicido. Todo fue un desastre... En mi casa lo bancaron, sí. Pero esa noche, cuando mi papá llegó y hubo que decirle, creí que me mataba".

Quedó "en bolas y con una bebita que criar". Pero, mientras miraba tevé con ella en brazos y quería ser como Claudia Sánchez, la número uno de entonces, juró que jamás volvería a ser pobre.

Ahora, lo prometido. La continuación. Telón arriba.

El 5 de diciembre de 1988, a la mañana, Susana apagó el televisor y gritó "¡Me caso!".

"¡Bien!", gritaron a coro Ricardo Darín, Florencia Bas, Graciela Borges... y Huberto. La boda estaba en suspenso. Había levantamientos militares. Pero el cielo se despejó.

Civil: 5 de diciembre de 1988 a la una de la tarde, Uruguay al 400.

Fiesta: noche en el hotel Alvear, misma fecha.

Invitados: 500.

En la suite 605, Susana terminaba de maquillarse.

Huberto: híper puntual. A las nueve y media de la noche, vestido para la ocasión. Traje blanco de alpaca inglesa, blanca, camisa de voile con cuello palomita, pechera plisada y puños dobles con gemelos, y pantalón pantalón azul bien oscuro con trencilla, faja, y moño de seda natural en negro.

Susana: espectacular vestido de Elsa Serrano, estilo Scarlet O´Hara en "Lo que el viento se llevó"..., en taffeta de seda natural color tiza con tres enaguas. Y "no" a una diadema de brillantes: eligió un sencillo tocado de pequeñas orquídeas blancas. Precio del vestido: cero. Regalo de Elsa Serrano.

Luna de miel en el Caribe. Sol, playa y pasión. Huberto -y solo él- logró que Susana abandonar las pastillas para dormir.

La protegía, la mimaba, les ponía el freno necesario a sus impulsos. Pero jamás impidió que siguiera siendo una mujer completamente independiente. Aunque nunca pudo acostumbrarse al mundo de la fama y el espectáculo, no ocultó que había caído en una trampa del corazón: "Yo pensaba casarme a los 55 años, como mi padre. Pero ahora que encontré a Susana estoy feliz de haberme casado más joven. ¡Es un orgullo ser el marido de Susana Giménez!"

La vida dorada sigue rodando... En febrero 89, ¡El Cairo! Donde un egipcio quiso comprar a Susana... ¡con quinientos camellos! Después, más Caribe. Y los años pasaron, pasaron...Y el 30 de enero del 98, un día después del cumpleaños de Su, en un restaurante de Ocean Drive, Miami... ¡acordaron los términos del divorcio!

¿Cómo y porqué se derrumbó esa pareja que parecía volar en una alfombra mágica? Nunca se sabrá toda la verdad. Quien esto escribe recuerda sólo un indicio. Susana le dijo en una entrevista por otro tema: "Huberto se levanta... cuando yo me acuesto. Él anda con el tema del polo, los caballos, y eso empieza al alba. No es fácil coincidir en los horarios".

Empiezan los tironeos legales. Ante una presunta sospecha de infidelidad -algo que podía cambiar los términos del arreglo-, Susana declara: "Nunca le fui infiel".

La fortuna de Susana, en ese momento (1998), está calculada -por algunos medios- en poco menos de... ¡cien millones de dólares! Más del 90 por ciento fue ganado durante la década de matrimonio. Huberto reclama la mitad. Finalmente, y luego de la larga batalla de abogados, Susana firma a favor de su ex un cheque por ¡diez millones de dólares!

El día del cenicero, Huberto abandonó para siempre la mansión de Barrio Parque a las cinco y media de la tarde.

Susana pasó e treinta horas de encierro. Al cabo, conferencia de prensa en hotel Alvear. Llegó a las siete y veinte de la tarde. Anteojos oscuros, remera pegada al cuerpo con aplicaciones en verde y amarillo, y saco de cuero negro.

Síntesis: "No quiero hablar. No es justo ventilar mi vida privada Pero no puedo más. Hola... Chicos, paremos un poquito con las fotos. Lo que voy a hacer ahora es muy difícil. Necesito descomprimir porque así no se puede vivir... (Ante una pregunta, se sorprende). ¿Si Huber lo hizo para sacarme plata? Quizá debe haber un interés, sí. Pero jamás hablamos entre nosotros de una cifra. No hay acuerdo prenupcial. Sí, le tiré un cenicero. Pero hace mucho que trato de salvar la pareja viviendo..., no sé si llamarlo así... humillaciones. Sí, pudieron ser infidelidades...".

Sincronía. El mismo día en que Susana volvió a la tevé después de un año y medio, Huberto se casó por civil... ¡ante la misma jueza Gurevich!, con la psicóloga Dolores Benedit, dieciocho años menor que él.

Tiempo después, Antonio Gasalla, en el papel de la abuela, le preguntó si volvería con Huberto: "¡¡¡Ni por todo el oro del mundo!!!"

Se conocieron una noche en el hotel Alvear. Era primavera. Ella, deslumbrante. ¿Cuándo no? Él -conocido donjuán- enmudeció. La electricidad inicial no cesó. Bailaron hasta la madrugada... Ella estaba sola: no hacía mucho había terminado su historia con Ricardo Darín. Él le juró lo mismo: "Estoy solo". Y al mes le propuso matrimonio.

El amor según Susana, muchos años después: "Si te enamorás, sufrís. Porque con el amor vienen los celos, la incertidumbre de preguntarte '¿Dónde estará?'. El teléfono que no suena... Ya no quiero eso. No soy celosa ni pesada. Jamás jodí con celos a los tipos que estuvieron conmigo. Nunca revisé un celular, una agenda, nada... Compré a Jazmín porque me sentía muy infeliz. Mi relación con Huberto era espantosa. En esos diez años nunca lo engañé. Pensé: 'Me compro un perro, o me voy a morir'. ¿Casarme? ¡Nunca más!"

Palabras de la mujer que tuvo muchos hombres, dijo "sí" ante la ley dos veces en su vida... y en ninguno de sus matrimonios logró, ni por asomo, el rating que en la pantalla la acompaña desde aquel primero de abril de 1987. ¡Treinta años ya!

Bien dicen que la dicha y la desdicha son caras de la misma moneda. Y que la hora final del éxito... suele ser la soledad.

(Fuente Teleshow)