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Los clubes de fútbol como bien social

*Por Saúl Silvestre. Los entusiastas del gerenciamiento no pueden explicar, en forma satisfactoria, por qué el manejo del fútbol como una empresa con fines de lucro ha tenido más fracasos que triunfos.

La injerencia de los clubes de fútbol en el bienestar general excede con holgura los objetivos y sueños de sus fundadores. La idea tradicional del club deportivo hacía hincapié en el derecho constitucional de reunirse y asociarse para practicar competitivamente un juego. Pero, en estos tiempos, ese simple "asociacionismo con fines recreativos" es desbordado por distintos fenómenos sociales, que convierten a los clubes de fútbol en instituciones de trascendente incidencia en el bienestar general.

Para observar esos cambios, bien vale ponderar que el fútbol se ha convertido en un maravilloso deporte-espectáculo.

Sólo 22 jugadores participan del juego en un estadio, pero miles desde las tribunas y millones a través de los distintos medios de comunicación lo disfrutan. El fútbol moderno tiene dos actores concurrentes e inescindibles: el jugador y el espectador.

Contención social. Los clubes que practican el fútbol como actividad central ofrecen una estructura de servicios poderosísima en aras a la contención social y formación integral de la juventud.

En la actualidad, Belgrano y Talleres tienen más de 700 jóvenes en sus divisiones inferiores y 450 niños en sus escuelas de fútbol. Con la ayuda de personal calificado (docentes, nutricionistas, psicólogos y asistentes sociales), se procura el crecimiento integral del joven. En el fútbol actual, inculcar valores como responsabilidad y trabajo en equipo es tan importante como enseñar a cabecear.

La práctica del fútbol de divisiones menores se desarrolla con una asistencia médica primaria o preventiva invalorable para algunos sectores de la sociedad. Para el año próximo, se espera firmar convenios con distintas unidades académicas como Medicina, Odontología, Kinesiología y Trabajo Social, para que sus estudiantes desarrollen pasantías en esos clubes.

Como fuerza laboral, Belgrano y Talleres emplean de manera directa a 246 personas (127 y 119, respectivamente). En razón del fenómeno social que representan, es injusto comparar el mayor éxito deportivo de otros clubes, con presupuestos infinitamente menores, soslayando los gastos que estas instituciones erogan a favor del bienestar general, sin recibir aportes específicos del Estado.

Fortalecer las divisiones inferiores ha sido un objetivo prioritario para sanear la entidad deportiva en quiebra. Obedece a la idea de reducir el costo del fútbol profesional y obtener recursos por la venta de jugadores para pagar el pasivo, sin tener que desprenderse de otros activos de la institución.

¿Se puede afirmar que ningún club subsiste sin la venta de jugadores? Un informe encargado por la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) en 2008 a una consultora privada concluyó que al menos el 40 por ciento de los ingresos de los equipos de primera división provenía de la venta de jugadores.

Ahora bien, considero que la necesidad de vender jugadores, recurrente en el fútbol argentino, responde a un modelo de financiamiento, pero no constituye una premisa económica de este deporte. Ocurre que los interlocutores del fútbol-negocio han sembrado, con éxito, la idea que vender es igual a la capacidad de subsistir.

Motivos de la quiebra. Invariablemente, la receta del fracaso económico de ambas entidades fue la misma. A partir de la temporada 1992/1993, se hizo evidente que los ingresos no podían solventar los gastos del fútbol profesional.

Mantener un equipo de primera división se hizo cada vez más oneroso y los ingresos ordinarios (cuota social, entradas, publicidad y televisión) fueron mermando en razón de las distintas crisis económicas de la década de 1990. Así comenzó una larga serie de errores comunes: en lugar de equilibrar la balanza reduciendo los costos del fútbol profesional, se empezó a cubrir ese déficit con financiamiento externo.

Persiguiendo la quimera de un logro deportivo redentor, se firmaron contratos millonarios con jugadores y técnicos que sólo sirvieron para aumentar el déficit. ¿Qué consecuencias acarreó esta política económica? Un endeudamiento asfixiante y usurero, y el abandono del trabajo de las divisiones inferiores. Al tiempo de declarar la quiebra de Belgrano, la deuda ascendía a más de 18 millones de pesos y la de Talleres a 31 millones de pesos.

Aun la obtención de ingresos extraordinarios (la venta de jugadores) resultó errática, extemporánea y no gravitante. De allí que la declaración en quiebra fue un mero trámite y el daño a la entidad deportiva, imperdonable.

Tuvo mucho que ver con todo esto el patrón de conducta común de los dirigentes: ante la crisis, en lugar de ampliar el equipo consultivo, se fueron aislando en un círculo cada vez más pequeño. Entonces, la asociación civil, por naturaleza plural, participativa y democrática, se transformó en un cerrado presidencialismo.

Estructura jurídica. Mucho se ha hablado respecto de la inoperancia de la estructura jurídica actual de los clubes de fútbol para sostener la organización y desarrollo de este deporte. Achacar a la asociación civil, en su concepción legal y operativa, la responsabilidad de la quiebra de las entidades deportivas, resulta un desatino.

Los entusiastas del gerenciamiento no pueden explicar, en forma satisfactoria, por qué el manejo del fútbol como una empresa con fines de lucro, ha tenido más fracasos que triunfos.

El fútbol moderno obliga a conjugar satisfactoriamente los valores clásicos del deporte, su inserción y valía social, frente a los millonarios negocios que su actividad genera. La asociación civil deportiva, respaldada por un idóneo equipo de profesionales, constituye la institución más competente para esta tarea.