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Los Buscapinas de Wall Street

El Ángel Exterminador puede exterminar el escaso prestigio del Fondo Monetario.

El buen Javier, hermano solidario del ministro extinto, se prodiga por diversos despachos de Wall Street.
Pugna, entre los preocupados Buscapinas, por emitir una versión edulcorada de La Doctora.

Los Buscapinas de Wall StreetPero Javier, infortunadamente, tiene poca suerte.

Debe aceptarse que a La Doctora, en la Gran Manzana, no le queda ninguna ficha disponible (si es que alguna vez las tuvo).

Tiene "picado el boleto". Como dice Marcelo Tinelli, Rey del Amague, con extraña influencia.
Aunque se les prometa, a los sedientos Buscapinas de Wall Street, que se les van a respetar los contratos.

Que se va a cumplir con los compromisos, en virtud de la continuidad jurídica del Estado.
Y se reitere, con esfuerzos casi patrióticos, que el kirchnerismo fue un pagador serial.
Pagó de más al CIADI. Al Club de París. Al FMI.

Pero el juego del kirchnerismo, en Wall Street, está terminado. Game Over. Para colmo, el ámbito decisorio del país cambió de ciudad. De Nueva York se lo mandó a Washington, sede del FMI.

Antesala del pánico
Cinco meses atrás existía apenas el 10% de riesgo, tranquilo, que La Doctora, en representación infatuada del Mal, le ganara la elección al Ángel.
Pese a la reconocida incapacidad, Macri representaba, para los Buscapinas, algo parecido a «lo menos malo». Una manera piadosa del Bien.

Pero en Wall Street habían dejado de ganar dinero con los bonos higiénicos. Lo peor.

Como bicicleta, 2016 y 2017 habían sido una plena algarabía.

Ahora no multiplicaban sus ganancias desde principios de 2018. Sin embargo, persistía un margen de confianza en la recuperación de Macri. En las proezas estratégicas del «mejor equipo».

A medida que El Ángel Exterminador introducía sus piernas en la reposera del error, disminuía su presencia en las encuestas. Y las posibilidades regresivas de La Doctora paulatinamente crecían. Del 10 ya pasaba al 25%.

De pronto, la divulgación de la encuesta maldita rebelaba que La Doctora, en el ballotage, le ganaba por 9 puntos. La inquietud inicial derivó en desesperación. Antesala del pánico.

Foso de cocodrilos

Los Buscapinas de Wall Street dejaron de creer en el Ángel Exterminador. Desconfiaban de su capacidad de reacción.
No les hacía falta leer a Mary Anastasia O'Grady (de The Wall Street Jornal).

El pánico enceguece por la posible fatalidad que La Doctora pueda ganarle a Macri. En primera vuelta.
Significa confirmar que las acciones de Macri se encuentran debajo del foso de los cocodrilos.

Pese al voluntarismo democrático de los visitantes ilustres. El senador Miguel Pichetto, El Lepenito, u Horacio Rodríguez Larreta, el Geniol.

Pero pasa como con las versiones edulcoradas de Javier. O de cualquier otro de los bienintencionados que llegó para ofrecer calmantes morales a los Buscapinas.

Caramelos de madera para certificar que la Doctora, después de todo, no es tan mala. O peor, que no era mala, que era -incluso- hasta casi buena.

Que los buitres no volverán a padecer días equiparables a aquellos del combate contra los seres homónimos. Buitres.

De la falta de confianza en Macri, y del terror excesivo hacia La Doctora, Los Buscapinas de Wall Street comenzaron a entusiasmarse con los atributos de la señora María Eugenia, Sor Vidal, La Chica de Flores de Girondo.
Para amargura del Lepenito. O lamentos de Torello, El Guapo del Newman. Y cierto desdén de Geniol, cuando se la asocia a Sor Vidal con Sir Martín Lousteau, El Personaje de Wilde. Su rival.

La factoría argentina

Buenos Aires es la capital virreinal de la factoría financiera.
El ámbito de decisión hoy se encuentra entre los desplazamientos de la metrópoli.
De Nueva York, se dijo, pasó a Washington.
De los Buscapinas de Wall Street se pasa a los Burócratas Impávidos.
Es donde David Lipton, gerente adjunto del FMI, mantiene pesadillas frecuentes con la factoría argentina.

Lipton es un cordial demócrata, orgulloso por haberle servido a Bill Clinton.
Pese a no estar de acuerdo, pero debió acceder a los requerimientos de la superioridad, el republicano Donald Trump.

Para autorizar el crédito providencial, a los efectos de rescatar transitoriamente del pantano a la factoría.

En Wall Street ya se le negaba, a la Argentina, hasta el penúltimo mango. El Fondo emergía como la única ventanilla para tramitar el mangazo.
Consta, aparte, que la señora Anne Krueger, antecesora de Lipton, por indicación de otro jefe, el alemán Horst Kohler, dejó caer en su momento a la factoría, en 2001, por miserables 1.700 millones de dólares.

Y ahora Lipton debía autorizar 57 mil millones. Para un segundo crédito al hilo, después de haber desperdiciado los primeros 15 mil millones. Consumidos por luchar contra el aumento del dólar en la capital virreinal. Pero con los dólares del Fondo.

Por insistencias de Trump y con la venia de la jefa directa de Lipton, la ambiciosa señora Christine Lagarde, Madame Bovary.
La dama arriesga su carrera de funcionaria internacional, escalón ilusorio para pugnar por la presidencia de Francia. Para repetir con éxito la peripecia trunca de Dominique Strauss Kahn, Bragueta Veloz.

La cuestión que el pobre Lipton autorizó los 57 mil palos para la factoría. Aunque supo cubrirse. Responsabilidad limitada.
Sin darse cuenta que Lipton se transformaba en la máxima autoridad monetaria y económica de lo que fue un país.

Con dependientes como el encantador Dujovne, El Youtuber, ministro de Economía. O el designado presidente del Banco Central, que se propone ser más obediente que el anterior.
Lipton lleva a la práctica el plan standard del FMI en una factoría tan original como la Argentina, donde no hay lugar para ningún Consenso, ni siquiera el de Washington.
Porque aquí se va a poner, pronto, en tela de juicio, hasta los fundacionales acuerdos de Bretton Woods, aún vigentes pero definitivamente obsoletos.

Fueron celebrados en el gran hotel de un condado olvidable de New Hampshire, durante el epílogo de la superada Segunda Guerra que entretiene, a esta altura, la monotonía de los historiadores.