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Los alumnos y la falta de límites en la escuela

Un grupo minoritario de alumnos, acompañados por un pequeño sector de docentes, ha tomado las instalaciones del prestigioso colegio Carlos Pellegrini, en la Capital Federal, mientras un joven de La Pampa agredió a compañeras y a docentes de una escuela. Situaciones preocupantes que exigen medidas correctivas.

Dos hechos, graves, que se produjeron en los últimos días, vuelven a constituir un severo llamado de atención respecto de los límites que deben abarcar a los alumnos en los establecimientos educacionales. El primero de ellos, la toma del colegio Carlos Pellegrini, en la Capital Federal, y el segundo, la agresión por parte de un chico de 14 años a compañeras de curso, docentes y directora del establecimiento.

En ambos casos no se habla por el momento de medidas disciplinarias, mientras en el primero de ellos muchos de los padres de los alumnos incentivan a sus hijos a continuar con una medida que afecta a la totalidad del alumnado.

Si bien se trata de dos casos graves, lo que sucede en el Carlos Pellegrini merece una consideración especial, en razón de que es uno de los colegios con mayor trayectoria y prestigio del país. Fue fundado por Carlos Pellegrini en las postrimerías del siglo XIX para cubrir las exigencias de un comercio pujante y de la formación de jóvenes en una Argentina con un crecimiento exponencial. Dependiente de la Universidad de Buenos Aires establece severas exigencias para el ingreso, como consecuencia de la gran cantidad de alumnos que se inscriben para cursar.

El conflicto en el colegio comenzó a principios de marzo, cuando un gremio (la Asociación Gremial Docente), junto al centro de estudiantes, iniciaron una serie de paros y tomas en rechazo de las decisiones del rectorado, por entender que elegían al cuerpo docente sin concursos y beneficiaban al sector de la CTERA.
 
Según afirmaciones del actual rector del establecimiento no sólo se trata de diferencias gremiales, sino que la Asociación Gremial Docente está liderada por dirigentes del Partido Obrero, razón por la cual la situación prácticamente se ha politizado. El mismo directivo aseguró también que de un total de 200 docentes, 40 pertenecen a la AGD y de más de dos mil alumnos que concurren al establecimiento educacional, menos de un centenar es el que ha tomado las instalaciones.
 
De manera tal que una minoría, tanto en docentes como en alumnos, es quien no permite el normal dictado de clases, desde marzo hasta la fecha. Dentro de esa denuncia surgió un hecho no menos grave: los padres de los alumnos que han adoptado la medida de fuerza apoyan la decisión de sus hijos y se niegan sistemáticamente a un diálogo con las autoridades.

En el caso de La Pampa, un alumno, en medio de una crisis de nervios, discutió con una compañera y comenzó a golpearla. Luego golpeó y empujó a la directora y otras autoridades que intervinieron para evitar la agresión. En ese marco, mientras una profesora y una docente se encuentran con licencia "por accidente de trabajo", sólo se ha tomado la decisión de que el agresor no concurra momentáneamente a clases hasta que el gabinete pedagógico determine la forma de "contener" al joven dentro del ámbito educativo.

Dos hechos distintos pero no menos graves, que exigen medidas correctivas a los efectos de evitar que se repitan. Especialmente en el caso del Carlos Pellegrini en razón de que lo que se está cuestionando, con actitudes teñidas de contenido político, son las decisiones de las autoridades y están dejando sin el derecho a estudiar -se asegura que es factible que pierdan el año- al grueso del estudiantado. Con un aspecto no menos preocupante, como es la anuencia de los progenitores hacia actitudes equivocadas adoptadas por sus hijos.