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Los adultos cargan las armas

Por Sergio Zabalza* Hasta el hartazgo se ha dicho que un auto es un arma.

Días atrás un chico de quince años atropelló a dos jóvenes que transitaban por la vereda. Los jóvenes murieron. Se ha dicho que el chico le sustrajo el auto a su abuela. Esto es sólo verdad desde el punto de vista fáctico, porque si, desde el ángulo legal, los quince años del autor de la masacre lo hacen inimputable, el auto/arma se la dieron los adultos.

¿Quiénes? ¿Una abuela incapaz, un padre ausente y una madre de vacaciones? Resultaría cómodo responder que sí. Pero, por desgracia, no existe legislación que castigue a los adultos por los dislates que cometen los adolescentes . Ergo: el responsable del dolor infinito causado por esta tragedia es el mundo adulto todo. Un cuerpo social que, a través de sus estamentos institucionales prefiere, como el avestruz, no ver el peligro que supone mantener un estatus legal que arroja a los jóvenes (víctimas y victimarios) y a sus familiares al más cruel desamparo.

Hoy por hoy, la figura de inimputable, cuando de adolescentes se trata, es pura hipocresía.
Una de las coordenadas que distinguen esta época está dada por chicos que, con recursos a su alcance, se encuentran sometidos a estímulos y exigencias que no pueden manejar, y esto, como la tragedia que nos ocupa, ya no es metáfora. Los adultos observan y admiran una estética y una moda que sacraliza a la juventud.

El resultado no es otro que chicos desamparados.

Es que, casi por definición, el adolescente se distingue por contar con una subjetividad muy vulnerable, pero encarnada en un cuerpo de adulto. Un ejemplo quizás nos ayude a entender el alcance de esta condición. Hace no mucho tiempo, el mundo se asombró cuando un niño de no más ocho años de edad condujo un auto durante varios kilómetros hasta que un puesto policial, no sin sorpresa, lo detuvo.

El niño buscaba a su papá y felizmente no hubo que lamentar ninguna víctima o accidente.
El muchachito de la tragedia reciente, ¿a quién estaría buscando? En todo accidente o crimen que involucre a menores, las armas se las damos los adultos.