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Lino Palacio, el doble crimen que conmovió a la Argentina

Era uno de los dibujantes más populares del país. Fue asesinado junto a su mujer. El final de la despiadada Claudia Sobrero.

El policía se dio cuenta de que la chica no era del lugar. Ella caminaba sonriente, usaba un sombrero de cowboy y vestía un jean ajustado que le daba un aspecto rebelde. El agente se acercó y le pidió los documentos.

Fue el 19 de setiembre de 1984 en una esquina de Tucumán.  Lo que más llamó la atención del agente fueron los ojos azules de la muchacha. La joven le dio una cédula que no era de ella, por lo que el uniformado decidió llevarla a la comisaría.

"Si ya sé, me buscan por el crimen de Lino Palacio", fue la respuesta de Claudia Alejandra Sobrero. Por entonces tenía 21 años y el país estaba conmocionado por lo que había ocurrido cinco días antes en un departamento de la ciudad de Buenos Aires.

Lino Palacio Calandrelli había nacido el 5 de noviembre de 1903. Hijo de Alberto Carlos Palacio y Ada Calandrelli, desde muy chico se destacó en el dibujo. Sus primeras publicaciones fueron cuando aún era un niño. Lino Palacio, con los años, se convertiría en uno de los más grandes artistas del dibujo y el arte gráfico del país. Fue el creador, entre otros recordados personajes, de la inolvidable Ramona y de Fulgencio, el hombre que no tuvo infancia.

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En el verano del '84, Claudia, que había nacido en Flores, vivía con Jorge Palacio Zorrilla, sobrino nieto de Lino Palacio. Con el joven tenía una hija, mientras que tenía una segunda nena de una relación anterior.

En enero la pareja había viajado a Mar del Plata, donde veraneaba Lino y le habían sacado una copia de la llave del departamento del artista de la avenida Callao 2.094, quinto piso. Lo hicieron para robarle 10.000 dólares. Ese primer hecho pasó desapercibido para la familia.

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Lino y su mujer Cecilia Pardo de Tavera de Palacio tenían 81 años. En setiembre de ese año tenían planeado regresar a Mar del Plata, al menos eso fue lo que creía Claudia que, para entonces, se había distanciado de Jorge y había iniciado una nueva relación con un muchacho chileno de 19 años, llamado Oscar Odín González Muñoz.

Mientras que un amigo de ellos, Pablo Fernando Zapata, completaba el trío que había comenzado a robar para comprar drogas, especialmente ácido LSD.

Claudia tenía la copia de llaves del departamento de la avenida Callao. Fueron el 14 de setiembre y esperaron hasta la noche. La primera versión indicaba que el trío pensó que Lino y su esposa no estaban en el piso, que aún se hallaban de viaje en la costa. Pero lo concreto es que ingresaron y, posiblemente, fueron recibidos por el artista, que conocía a la muchacha, era su nieta política. En una habitación, cuando llegó la policía, hallaron tres pocillos de café recién servidos.

Luego de tomar el café, empezaron a amenazar al matrimonio para robarle algunas joyas, relojes y un poco de dinero que había en la caja fuerte. Después, decidieron matar a sus víctimas, para no dejar testigos que los pudieran identificar. A la abuela Cecilia la mataron de 16 puñaladas con un cuchillo de cocina. Y Lino recibió 27 puñaladas y le destrozaron la cabeza golpeándolo con una plancha. A la mujer la ejecutaron en la cocina, a él en el living.

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Después de la masacre, los asesinos fueron a un comercio, donde comieron pizzas y jugaron al pool. Los tres, según confesarían al ser detenidos, estaban bajo los efectos del LSD.

Ya en la madrugada del sábado 15 de setiembre,  Cecilia Palacio, también dibujante, llegó al piso de la avenida Callao. Primero vio el desorden y después descubrió, horrorizada, el asesinato de sus padres.  El caso conmocionó de inmediato al país. Fue la noticia más impactante de ese año.

Los investigadores de la Policía Federal no tardaron en dar con Jorge, quien confesó el hurto del verano anterior de los 10.000 dólares con la llave copiada del departamento. Y también contó que su pareja, Claudia, se había marchado de su casa luego de una pelea, llevándose las mencionadas llaves.

El mismo día que Claudia era detenida, también fue capturado González Muñoz. En tanto que en la localidad bonaerense de Don Torcuato fue atrapado días después Zapata, quien un año más tarde se quitaría la vida, ahorcándose con una sábana, cuando estaba encarcelado en la Unidad Penal de Caseros. Para esa fecha, los tres habían confesado su participación en los asesinatos.

Claudia Sobrero y González Muñoz fueron condenados por el juez de instrucción Héctor Vecino a reclusión perpetua más accesoria penal por tiempo indeterminado por los delitos de "hurto calificado, homicidio doblemente agravado y robo".

Mientras que Jorge Palacio Zorrilla recibió dos años de prisión en suspenso. En 1990, la Sala IV de la Cámara del Crimen confirmó las condenas.

Pero la historia de Claudia Sobrero no terminaría allí. En 1986, durante un apagón que afectó a gran parte del área metropolitana, se escapó de la Unidad Penal 3 de Ezeiza, aunque fue recapturada poco después. Fue la primera mujer condenada a la pena máxima y la primera en protagonizar una fuga del mencionado complejo carcelario federal.

En prisión, Claudia siempre ocupó la misma celda, la 7. Allí terminó sus estudios y se recibió de socióloga, siendo beneficiada con una libertad condicional en enero de 2006, cuando se mudó a la denominada Ciudad Oculta de Buenos Aires.

Pero un año más tarde, fue detenida nuevamente por robar, con un hombre, una cartera, un reloj y 50 pesos a una mujer a quien abordaron en Belgrano.

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Por eso la mandaron de nuevo a la cárcel de Ezeiza. Claudia Sobrero, tras llegar al récord de ser la mujer que más tiempo pasó en una cárcel argentina, fue finalmente liberada. Tiene 51 años.