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Libros para ser libres

Por Monseñor Héctor Aguer* "Si ustedes permanecen fieles a mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos: conocerán la verdad y la verdad los hará libres" (Jn. 6, 31). Esta afirmación de Jesús, proferida durante una discusión con algunos judíos que habían creído en él, tiene el valor de un principio y expresa una pretensión absoluta.

Podemos explicarla, ante todo, en el contexto teológico del Evangelio según San Juan, deteniéndonos brevemente en los términos que la componen. "Permanecer" es una categoría característica del autor, que indica una fidelidad sostenida en el tiempo y que a veces recibe como complemento la mención del ámbito espiritual en el cual es preciso mantenerse; connota, por tanto, inmanencia y comunión. Jesús requiere de los discípulos que permanezcan en él, en su amor. En el texto citado, el verbo se refiere a la palabra de Jesús: se trata de asimilarla, de asumirla para existir por ella, ya que es la palabra de Dios mismo. El conocimiento de la verdad es el fruto consiguiente; en el lenguaje bíblico implica una comprensión vital. Pero ¿qué es la verdad? Estoy formulando la misma pregunta que, según el relato de la Pasión, Pilato dirigió a Jesús con displicencia escéptica y sin detenerse a esperar una respuesta. En términos joánicos, la verdad es la palabra de Dios, su sabiduría comunicada a los hombres, la revelación de Jesucristo que manifiesta el misterio divino y que se origina en el conocimiento inmediato que el Hijo tiene del Padre. En cuanto Lógos, Palabra y Razón de Dios, el mismo Cristo es la Verdad. El discípulo, fiel a la Palabra, conoce la verdad y la lleva a la vida: la guarda, la observa, la practica. No se debe soslayar la valencia crítica de la palabra: sienta criterios para juzgar, descubre el error, desenmascara la mentira.

La sentencia evocada al comienzo encuentra su desenlace en la rotunda aseveración: la verdad los hará libres. No se refiere primeramente a la libertad lograda como conclusión de una búsqueda de la verdad, consumada mediante un esfuerzo de sinceridad y rectitud ética, sino a la otorgada por Dios como un don que rompe las cadenas de la más profunda esclavitud de la existencia, el mal de la culpa, la tiniebla de la lejanía de Dios. En el mismo contexto, Jesús dice: "todo el que peca es esclavo del pecado", y enseguida: "si el Hijo los libera, ustedes serán realmente libres".

VERDAD Y LIBERTAD

La verdad es liberadora; la verdad sobrenatural de la revelación divina y la verdad natural accesible a la pura razón. En la raíz de la libertad se halla el querer originario del bien, el cual es presentado por la inteligencia como objeto a la voluntad. La iluminación intelectual -la verdad del bien- modela intrínsecamente la libertad del hombre. Una recta concepción de la libertad sólo puede desarrollarse en el ámbito de una recta antropología: el hombre es criatura, tiene una naturaleza que le es dada, un origen y un destino trascendente; su razón puede remontarse, desde el ser finito a la afirmación de la causa incausada que es Dios. Además de reposar en estas verdades de orden natural, la razón humana puede establecer que es bueno abrirse a la dimensión sobrenatural de la fe, que es lógico creer; la fe no es irracional, aunque los misterios a los que ella da acceso no podrían ser conocidos sin la luz sobrenatural de la revelación, sin la gracia que capacita para adherir a la Palabra de Dios. En el campo abierto por la fe, los contenidos revelados son ulteriormente explicados y profundizados por la razón: eso es la teología. En el conocimiento de la verdad está la fuente de la libertad. Refiriéndose a la libertad de espíritu, escribió Étienne Gilson: "no consiste en no tener Dios ni maestro, sino más bien en no tener otro maestro que Dios, pues él es la única protección del hombre contra las tiranías del hombre".

En la cultura contemporánea se ha difundido una idea individualista y anárquica de la libertad, que no reconoce ni respeta su vínculo constitutivo con la verdad. A propósito vale el diagnóstico de Juan Pablo II: "Cada vez que la libertad, queriendo emanciparse de cualquier tradición y autoridad, se cierra a las evidencias primarias de una verdad objetiva y común, fundamento de la vida personal y social, la persona acaba por asumir como única e indiscutible referencia para sus propias decisiones no ya la verdad sobre el bien o el mal, sino sólo su opinión subjetiva y mudable o, incluso, su interés egoísta y su capricho". La libertad no puede atribuirse la facultad de crear los valores. Esta pretensión, proyectada al plano cultural, social y político es destructiva; lleva a reclamar como derechos los atentados contra la verdad, el bien, la vida, el orden natural, que deberían ser cohibidos como delitos.

Una amplia tradición occidental, verificada en diversas vertientes, reconoce que el conocimiento, la instrucción, el cultivo de la inteligencia, y por consiguiente los instrumentos aptos para proporcionarlos, sirven para asegurar y acrecentar la libertad. De allí el aprecio del libro y la lectura. Esta apreciación cabe por excelencia al caso del buen libro, de aquel en el cual reluce espléndidamente la verdad. La XIII Exposición del Libro Católico, que del 31 de octubre al 13 de noviembre ocupará los generosos espacios del Pasaje Dardo Rocha, ofrecerá a los platenses un reservorio de cultura en el que la fe y la razón se ponen al servicio de la libertad.