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Lecciones del fracaso

La extensa transición catamarqueña muestra cómo un mecanismo considerado en determinado momento como la suma de la astucia se vuelve en contra de sus supuestamente lúcidos ideólogos.

A cuatro meses de la derrota del 13 de marzo, con todavía dos elecciones por delante antes de la entrega de mando, el Gobierno saliente sufre una erosión política cada vez más profunda.
Es una de las consecuencias del desdoblamiento de las elecciones provinciales para hacerlas antes que las nacionales, decisión tomada en 1997 por el castillismo para impedir que la Justicia Federal interviniera en los comicios catamarqueños, que luego se cronificó. El oficialismo nunca se imaginó perdiendo, de modo que el desdoblamiento fue asumido como un instituto natural, cuya aplicación no merecía el menor análisis.

El fracaso electoral lo ha transformado en una trampa para el prestigio oficialista. El Gobierno en retirada atraviesa el largo trecho que va de marzo a diciembre vaciado de poder, pero afrontando los costos de administrar el Estado y sometido a las críticas del poder peronista que lo sucederá. En este marco, el Gobierno enfatiza para colmo el aislamiento que lo condujo a la derrota.

Los perjuicios de la megatransición son en especial notorios en el desarrollo de la campaña electoral hacia las primarias de agosto. En el FCS, tres precandidatos se disputan la candidatura a diputado nacional ante la indiferencia de la Casa de Gobierno, donde la depresión pos derrota no puede superarse y parecen haberse desentendido de los comicios.
Con algún fundamento, los radicales que todavía mantienen expectativas hacia el futuro temen sufrir en octubre una derrota de tal magnitud que el peronismo termine quedándose con las dos bancas en disputa.

Con la perspectiva de la caída, advierten que el desdoblamiento electoral les resultó fructífero durante años no por alguna virtud intrínseca que tuviera como alarde de autonomía, sino porque la dinámica política hacía que fuera razonable aplicarlo en circunstancias específicas. Y esa dinámica política de cada circunstancia específica demandaba una evaluación que durante los años del castillismo corrió por cuenta de una "mesa chica" tan selecta como eficaz, en la que la opinión de los miembros era considerada por quien tomaba la decisión final. Esta "mesa chica" evitaba además el aislamiento, constituía un instrumento idóneo para olfatear el humor social y, quizás lo más importante, era un antídoto contra el mareo de la adulación.
Para su desgracia, el gobernador Eduardo Brizuela del Moral no tuvo un consejo de tales características. La derrota de marzo desnudó esta carencia.

La reelección indefinida

Otro elemento que aporta a la reflexión: Brizuela del Moral cortó dramáticamente su ininterrumpida racha de éxitos políticos cuando quiso usufructuar de la cláusula constitucional de la reelección indefinida instituida por el saadismo en 1988.

La reelección indefinida se dispuso pensando que el poder era eterno. Pero Ramón Saadi cayó en 1991. El FCS nunca reformó la Constitución para erradicarla y, finalmente, cayó en la tentación de utilizarla. El error fue fatal.

Tanto el desdoblamiento electoral como la reelección indefinida están contemplados en la Constitución provincial. Pero la Constitución no dice que sean de aplicación obligatoria.
El problema no es de índole legislativa, sino política. La Constitución abre las posibilidades, pero la factibilidad de su concreción depende de la política.

Que la transición sea larga no significa que el oficialismo no pueda hacer nada para morigerar el desgaste que sufre y evitar profundizar su derrumbe en octubre con una catástrofe electoral. Puede abrir el juego, puede convocar a los ganadores, puede abstenerse de las chicanas, puede tratar de determinar qué es lo que la sociedad espera de él y actuar en consecuencia.
Del mismo modo, que la Constitución permitiera la reelección indefinida no significaba que debiera hacerse uso de ella en forma indefectible, pues coronarla precisaba del paso previo de un análisis que, a esta altura es evidente, se hizo en forma incorrecta.

En síntesis: el Gobierno levantó un cerco a su alrededor que le impidió advertir lo que ocurría. Así, no sólo se embarcó en la aventura de intentar un tercer mandato -lo que ya significaba un riesgo- sino que, en lugar armar una propuesta electoral que compensara con señales de cambio la continuidad del Gobernador, conformó listas en las que la única novedad pasaba por la exageración del premio a los entornos y a la obsecuencia y manejó la campaña con un nivel de amateurismo asombroso y suicida.

En su aislamiento, se creyó omnipotente. Nadie es omnipotente.

Cortocircuitos en el peronismo

Cuando el Frente para la Victoria ganó, en este mismo Mirador se aludió a lo conveniente que podría resultarle aprender en cuero ajeno, aprovechando el fracaso del radicalismo. También en este mismo espacio se consignó que, más allá de la incidencia que tuvo la intervención decidida de la Casa Rosada en la campaña, en el triunfo había jugado un rol fundamental la unidad con sectores del peronismo no kirchnerista que se habían ocupado de derrotar los liderazgos de Luis Barrionuevo y Ramón Saadi, concretamente los que se encolumnan bajo el vicegobernador electo Dalmacio Mera y la llamada Renovación, que integran el intendente electo de la Capital, Raúl Jalil, y varios intendentes del interior.

El triunfo de marzo fue fruto de esa cooperativa. La larga transición también está haciendo efectos sobre ella.

La gobernadora electa Lucía Corpacci tiene que ejercer una suerte de poder anticipado. En estas circunstancias, existe un malestar creciente entre quienes no pertenecen al kirchnerismo puro por la falta de diálogo y el paulatino pero firme repliegue de Corpacci sobre un puñado de personas que en su mayoría abrevan en lo que, por Armando "Bombón" Mercado, se denomina "bombonismo".

El repliegue de la gobernadora electa no sería problema si no fuera porque supone la exclusión de las otras dos patas de la alianza peronista ganadora.

Una manifestación de esta exclusión fue la confección de la lista de candidatos a diputados nacionales del FV.

Nadie objeta la cabeza de la nómina, que quedó para el jefe de la ANSES Catamarca, Isauro "Taro" Molina. Se trata de un dirigente con probada trayectoria y de vínculos sólidos con el peronismo, que además no ofrece flancos polémicos hacia la sociedad. Un buen candidato.
Las objeciones son para la segunda en la nómina. El puesto recayó sorpresivamente en Marcia Ortiz Iramaín, de militancia desconocida que hace presumir que logró encumbrarse gracias a relaciones de tipo personal con Corpacci u órdenes bajadas sin opción a réplica.

El segundo lugar en la lista de candidatos generaba expectativas en el peronismo por la posibilidad de que el FV obtenga las dos bancas de diputados en octubre. Antes de que se consagrara a Ortiz Iramaín, se especulaba con que en ese lugar iría un referente de los sectores no kirchneristas, para comprometerlos en la campaña e incrementar así las chances del triunfo contundente necesario para lograr los dos escaños. Se especulaba, porque los sectores no kirchneristas no participaron de las conversaciones previas al armado.
Finalmente, quedó una lista kirchnerista pura.

La disconformidad es palpable, aunque nadie se atreva a manifestarla públicamente por una razón de supervivencia: Corpacci asumirá en pocos meses el Gobierno.

Sin embargo, no pocos dirigentes expresan en conversaciones privadas su preocupación por lo que analizan como un proceso de aislamiento de la gobernadora electa que, advierten, podría empañar la futura gestión por la misma carencia que llevó a la derrota al FCS: la falta de un espacio crítico para seguir el pulso social abstrayéndose de las tan nocivas como indefectibles adulaciones.

Señalan, por ejemplo, el error de hacer desembarcar a Corpacci en la UNCA para apoyar a un candidato a rector sin chances. No había necesidad de exponer a la gobernadora electa en la pelea universitaria.

En este sentido, consideran que el ultrakirchnerismo analiza erróneamente las razones del triunfo de marzo y supone que puede prescindir sin costos de sus socios. Y se inquietan por el crecimiento de un "corpaccismo" fundamentalista, sin el contrapeso de visiones alternativas que permitan superar las restricciones al razonamiento que impone el elogio desmesurado del líder.

CAJÓN

No pocos dirigentes expresan su preocupación por lo que analizan como un proceso de aislamiento de la gobernadora electa que, advierten, podría empañar la futura gestión por la misma carencia que llevó a la derrota al FCS: la falta de un espacio crítico para seguir el pulso social abstrayéndose de las tan nocivas como indefectibles adulaciones.