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Lázaro Báez y la cadena del miedo - El temor a ser el nuevo Alfredo Yabrán

Vive aterrado por su vida, toma enormes medidas de seguridad y siente los rumores de los candidatos presidenciables del kirchnerismo que lo estiman como un peso muerto en las próximas campañas.

Cuando Máximo Kirchner le preguntó de mala manera qué había ocurrido con el mausoleo de su padre en el cementerio de Río Gallegos,  Lázaro Báez interpretó que el hijo de la Presidenta más que consultarlo sobre el temblor ocurrido cuando cedieron las bases de la colosal estructura mortuoria le estaba recriminando -y mal- todos los desaciertos en que viene incurriendo el ex empresario de confianza de la familia Kirchner.

 

Dicen quienes lo conocen a Máximo que tiene la voz idéntica al padre, es poco comunicativo pero cuando lanza sus estocadas no tiene nada de diplomático. Y tratándose de que es el hijo de la Jefa de Estado y tiene el poder de levantar un teléfono y dar órdenes certeras, el dueño de Austral Construcciones tiene motivo para estar asustado.

El incidente en el mausoleo fue la gota que rebalsó el vaso, porque Báez ya venía asustado de antes.

Hay varios ejemplos que lo demuestran, aunque el hombre siga haciendo un culto al silencio y solo se pronuncie con alguna solicitud de amparo judicial bastante fuera de toda lógica, los hechos manifiestan su miedo más que cualquier otra explicación.

Lázaro Báez ya no vuela hacia Buenos Aires, ni en los jets privados con que solía hacerlo ni en vuelos de línea. Directamente no sube a un avión, y no precisamente porque se haya vuelto fóbico a las alturas de repente.

Dicen quienes lo han visto por las rutas del sur que los más de 2500 kilómetros que separan Río Gallegos de la Capital Federal los recorre acompañado por una custodia aún más numerosa de la que tiene la propia Jefa de Estado.

Es más de un día de viaje, y que se movilice en vehículos de alta gama no le quita que llegue con los huesos algo sentidos. Al tener una custodia que es un verdadero convoy al estilo Barack Obama, tiene que transitar a una velocidad por debajo de la normal o la permitida en rutas nacionales. Con lo cual el trayecto se hace más lento y casi duplica el tiempo invertido. Para quien acostumbraba subirse a los jets propios o ajenos para hacer el mismo trayecto, no es sencillo asimilar el cambio.

Porque ocurre que Lázaro Báez tiene temor a un accidente aéreo, si le ocurrió al gobernador de San Juan y su comitiva... ¿por qué no puede pasarle a él?

En el lenguaje de seguridad Presidencial hay un término desconocido para el común de los mortales, se le llama "avanzada". Son las personas que van chequeando los caminos que va a seguir un Jefe de Estado o una eminencia (por caso, el Papa Francisco cuando venga a la Argentina). Custodios avezados en seguridad se adelantan en el camino y en los sitios por el cual pasará la comitiva y vigilan qué todo esté en orden y observan potenciales peligros en la ruta. Si se va a hacer un alto en la huella, no tiene que ser al voleo. Se elige previamente cuál será la posta elegida y se la chequea hasta con binoculares de alta definición.

Los agentes que participan de esa "avanzada" tienen que poseer una mirada conspirativa, pensar que el enemigo puede acechar a la distancia y estar preparados para decidir planes de evacuación de contingencia.

 Qué Lázaro Báez tome los recaudos de seguridad como si fuera el Presidente norteamericano en zona de guerra, parece un exceso de cautela sobredimensionado. Salvo que el empresario tenga información sutil que nosotros desconocemos.

En tono de broma, sobre la ruta que une Río Gallegos con Buenos Aires, las fuerzas de seguridad que cubren los diferentes trayectos hablan del arribo del "convoy" de Báez, una fila india de autos y camionetas y en una de ellas -no siempre el mismo vehículo- el hombre que teme la modalidad "que parezca un accidente"  ya sea en viaje aéreo o terrestre.

"Los tiempos están cambiando" cantaba Bob Dylan hace medio siglo y así es también en la cadena del miedo que rige desde que Diario Veloz publicó hace dos años en primicia exclusiva los entretelones del vínculo Lázaro Báez - Leonardo Fariña y "La Rosadita" de Puerto Madero.

El entonces marido de Karina Jelinek se enloquecía con nosotros cuando contábamos que su vida podía entrar en zona de riesgo. Nos amenazó con llevar a la Justicia para que digamos porque presumíamos y quienes podían ser los presuntos amenazadores de su existencia. Obvio, nunca radicó denuncia alguna en Tribunales, solo nos "chuzaba" en salidas mediáticas.