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La pregunta equivocada que nos hacemos cuando hablamos de despenalizar el aborto

El tratamiento sobre el aborto y el debate sobre su despenalización ha tomado un espacio importante dentro del espectro mediático, por iniciativa de la sociedad y no de un Gobierno.

Por Luis Ángel Molinas

Twitter: @molinasluis

lmolinas@diarioveloz.com

La despenalización o legalización del aborto ya no es más un tema tabú, así como lo fue hasta hace no mucho tiempo el matrimonio entre personas de igual sexo.

El debate es un tema que logró imponerse en la agenda tanto mediática como política en estos primeros meses del año 2018, más por mérito propio de una sociedad que reclama una deconstrucción de los principios que enmarcan la cuestión que por una decisión propia de algún Gobierno en particular, aunque por estos días se hable de un Mauricio Macri que "permite el debate en el Congreso".

Error. Como siempre se dice, la ley corre por detrás de lo que sucede en la realidad, por lo que primero están los hechos como novedad y luego la legislación que los delimita. Que se charle sobre el aborto se debe a una sociedad que lo reclama -cada vez con mayor fuerza- como un derecho más que a una política de Estado.

Sin embargo, el acto de abortar no es una novedad ni en nuestro país ni en el mundo. En Argentina, el aborto, que significa interrumpir de manera voluntaria un embarazo, está permitido en casos de violación o cuando está en peligro la vida de la madre -lo que se denomina aborto terapéutico-.

En 2012, debido a un fallo de la Corte Suprema se establece que las mujeres violadas pueden interrumpir un embarazo sin autorización judicial previa ni temor a sufrir una posterior sanción penal, eximiendo de castigo al médico que practique la intervención. Según el fallo, sólo es necesario una declaración jurada que deje constancia del delito del que fue víctima la persona que quiera interrumpir el embarazo. Fuera de estos motivos, el aborto está tipificado como un delito contra la vida.

Lo que se reclama es que este permiso sea extendido como derecho a todas las mujeres y hombres trans, sin importar su condición socioeconómica ni su motivo para terminar con el embarazo.


A partir de allí es que surge la pregunta: ¿por qué hay que legalizar el aborto? Y es aquí donde considero que la cuestión es equivocada. Deberíamos preguntarnos: ¿y por qué no?

El reclamo de un aborto que sea legal, seguro y gratuito se debe a las numerosas muertes que registran diferentes organizaciones no gubernamentales, ante la falta de cifras oficiales. Los fallecimientos de madres que deciden recurrir a clínicas de abortos clandestinos se da en mayor número en las de condición socioeconómica más pobre, ya que deben realizarse la intervención en un ambiente precario y propenso a infecciones o al contagio de otras enfermedades.

Casi como un secreto a voces, se sabe que el aborto también está presente en las clases más pudientes, pero cuentan con los recursos suficientes para poder cumplir con la operación de manera exitosa.


De esta forma, se comprende que de los dos lados de la brecha económica está el mismo deseo reprimido por las leyes: el de poder tener la libertad de decidir sobre lo que pase con su cuerpo.

En ese sentido, creo que cada mujer u hombre trans es libre de poder decidir sobre su propio cuerpo, el proceder de su propio embarazo y su planificación familiar. Eso sí, con una simple restricción, la misma que pesa sobre varios países del mundo - de los más "desarrollados", como Estados Unidos, Canadá, la mayoría de los Estados de Europa y acá nomás, en Uruguay-: que se de en tiempos de gestación establecidos, que van hasta las 12 u 14 semanas desde la concepción, depende el caso, como indica la Organización Mundial de la Salud. Es que practicar un aborto en un período tardío del embarazo también resulta un riesgo para la mujer u hombre trans que decide interrumpirlo, justo lo que se busca combatir con una práctica legal, segura y gratuita.

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Posdata: ¿no es curioso que justo en los países menos desarrollados, como la mayoría de los del continente africano, o los que tienen una mayor raigambre religiosa, como Ciudad del Vaticano o Gran Bretaña, los que se oponen a la legalización del aborto?

Un argumento sólido, y que se emparenta con el poder de la Iglesia y su implicancia en temas jurídicos, es el que toma al ser humano cómo un individuo desde el momento de la concepción, según las leyes vigentes y las convenciones a las que la Constitución Argentina adhiere. Bajo este concepto, el aborto es un homicidio.

Sin embargo, acá podría utilizarse el mismo principio que regula el aborto legal en los países que lo permiten y que es avalado por la OMS: el tiempo límite de las 14 semanas en las que el feto empieza a desarrollar su sistema nervioso central, importante para la constitución de un individuo.

Se lo utiliza como término medio ante la duda de tomar como ser humano a la persona nacida o al momento de la concepción. Pero ese es un término que puede reverse con la situación actual de reconocimientos de derechos de las mujeres y hombres trans. Los cambios en la sociedad son los que permiten los cambios de leyes o la formulación de unas nuevas.

Otra idea de la postura de los que están en contra es que el aborto produce secuelas físicas o psicológicas en la persona que decide terminar con su embarazo. Sin embargo, la OMS señala en su "Manual de práctica clínica para un aborto seguro" que no existen contraindicaciones médicas salvo que respuestas no deseadas a medicamentos que puedan producir alergias u otras que se deban al historial clínico del paciente, que no deberían aparecer si se estudia su historia clínica.

Después están los argumentos que parecen de lo más insólitos. Muchos de los comentarios en redes sociales -si pueden entenderse como parte de una opinión pública- sostiene que si se legalizara el aborto se utilizará la práctica como un medio anticonceptivo más.

Eso es fácilmente refutable: los lineamientos de los proyectos que se pretenden discutir en el Congreso reclaman además del aborto legal, gratuito y seguro -con todas las precauciones y estudios pre y post intervención-, una educación sexual integral que informe sobre los métodos anticonceptivos en el país, importantes tanto para impedir el embarazo no deseado como evitar enfermedades de transmisión sexual como el VIH.


En "Aborto sin riesgos: guía técnica y de políticas para sistemas de salud", la OMS plantea que en el mundo "cada año se realizan 22 millones de abortos en forma insegura, lo que produce la muerte de 47.000 mujeres y discapacidades en otras 5 millones. Casi cada una de estas muertes y discapacidades podría haberse evitado a través de la educación sexual, la planificación familiar y el acceso al aborto inducido en forma legal y sin riesgos".

Parece ilógico con tanta abundancia de tecnología de comunicación, pero hay sitios donde la información no llega o no es enseñada/aprendida de manera eficaz, así como hay personas que en el siglo XXI no saben leer ni escribir. Esto evidencia la falta de empatía para pretender esgrimir como válidos este tipo de argumentos.

La educación sexual integral pretende que los casos en los que se debe recurrir el aborto disminuya y su despenalización pase, en términos casi utópicos, a ser un punto anecdótico en la historia de la sociedad argentina. Pero la adquisición del derecho al aborto sí será un punto clave en la lucha por las reivindicaciones de las mujeres y del colectivo trans.