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La pedofilia no es un delito

Los pedófilos provienen de todas las edades, profesiones y condiciones sociales. El paso del amor al crimen.

Etimológicamente la pedofilia (o paidofilia para la Real Academia Española) proviene del griego páis-paidós, que significa "muchacho" o "niño", y filia, "amistad".

El término paidofilia erótica fue acuñado en 1896 por el psiquiatra vienés Richard von Krafft-Ebing en su obra "Psychopathía sexualis", donde se enumeran las siguientes características:

1. El interés sexual se dirige hacia los niños, tanto prepubescentes como al principio de su pubertad.

2. El interés sexual es primario (es decir dirigido de manera exclusiva o principal) hacia niños.

3. El interés sexual permanece a lo largo del tiempo.

Hasta fines del siglo XIX se utilizaba como sinónimo la palabra paidosexualidad (deseo sexual hacia un niño o una niña bonita).

La paidofilia griega, se transforma en la pedofilia moderna. La evolución no es exclusivamente semántica, porque lo que hacía al concepto platónico del verdadero amor espiritual, implícito en el concepto y los preceptos de la paidofilia; sufre un deslizamiento de lo espiritual  al deseo carnal y asume su denominación de pedofilia, o sea la inclinación de las personas a sentir una atracción sexual primaria hacia niños prepúberes.

Hoy, la utilización popular del término pedofilia, encuadra a todas las personas que se involucran en relaciones sexuales con niñas y niños.

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En muchos países las relaciones entre adultos y adolescentes son aceptadas social y legalmente. A la atracción por los adolescentes se la denomina con el  término hebefilia.

La pedofilia no es un delito en sí mismo, el acto de mantener relaciones sexuales con una niña o niño es lo que constituye un crimen. Es decir, que no es delito ser pedófilo, sino practicar actos de pedofilia. Un pedófilo puede no necesariamente concretar sus fantasías involucrándose en actividades sexuales con un niño o niña.

Los pedófilos provienen de todas las edades, profesiones y condiciones sociales y se pueden encontrar en cualquier país. Pueden ser heterosexuales u homosexuales y aunque la mayoría de delincuentes sexuales contra niñas/os son hombres, también pueden ser mujeres.

Cuando un individuo opta por mantener relaciones sexuales con niños o niñas y no quiere correr el riesgo de ser descubierto, tiene una segunda elección: acudir a la prostitución de menores, si dispone de dinero suficiente como para permitírselo. Se encontrará con la dificultad de encontrar un individuo o lugar que se lo facilite, pues la prostitución infantil se esconde mucho más que la prostitución de adultos.

Pero una vez salvados estos dos obstáculos, cualquier individuo puede convertir en realidad sus fantasías con una niña o un niño, esclavizado y obligado a ser un objeto para el uso sexual. Una persona que explota sexualmente a un niño o niña no es necesariamente un pedófilo.

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Estos criminales sexuales pueden dividirse en dos categorías:

El pedófilo situacional.

El delincuente situacional no tiene una verdadera preferencia carnal por la niñez, pero se involucra en encuentros íntimos con menores, que le son moralmente o sexualmente indistintos y desea experimentar con parejas jóvenes.

 

El pedófilo preferencial.

El delincuente preferencial en cambio tiene la vocación sexual claramente orientada hacia las relaciones con niñas/os y en consecuencia dirigirá todos sus esfuerzos en poder lograrlas.

En muchos casos los contactos con menores son bajo el ejercicio de la fuerza, sobreviniendo la violación y a veces el homicidio, como conducta inmediata para procurar la impunidad.

Al entrevistar a estos individuos, la escena habitual que vivenciamos es estar frente a una persona de sexo masculino, de apariencia normal, con o sin antecedentes de otros delitos y plenamente imputable, esto es que comprende la criminalidad de los hechos que se le enrostran y tiene la capacidad de dirigir sus acciones.

En otras ocasiones por las características del hecho, se está en presencia de personalidades de acentuado perfil antisocial y delictual, con marcada atrofia o hipotrofia moral, que es el impulso que lo lanza a cometer el hecho criminal.

Es infrecuente la mujer imputada como autora, menos del 5% de los casos aproximadamente. Cuando está incriminada en estos hechos, lo hace en carácter de encubridora o cómplice, o bien como coautora, facilitadora o promotora de prostitución u otras variantes de abuso. Será actora material en los casos de abuso sexual infantil incestuoso materno filial o colateral directo.

Un porcentaje de estas personalidades pueden pertenecer al grupo de los psicópatas sexuales, generalmente con registro de denuncias por ataques sexuales previos o condenas por delitos sexuales y antecedentes de reincidencia criminal.

El diagnóstico de parafilia (desviaciones en las preferencias sexuales) en el individuo, no es fácil de detectar y las graves perturbaciones de la personalidad sadomasoquista se revelaran más por el tipo y la forma de abuso sexual cometido, en un detallado análisis de la escena del crimen y del cuerpo de la víctima. Resulta un complemento importante buscar respuestas a través de las pericias psicológicas y psiquiátricas.