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La Patria que nos reclama

Los principios fundacionales no quedaron en el Cabildo de 1810 sino permanecen como una herencia irrenunciable.

El día de la Patria no es una efemérides más, de nostalgia escolar con el feriado oportuno, como parece representar para muchos la conmemoración del 25 de Mayo de 1810. Por el contrario, la fecha nos reclama una reflexión para revalorizar el espíritu y la grandeza de los hombres de Mayo que lograron la gesta de la emancipación con el coraje de las luchas épicas.

Se trata ahora de validar el compromiso de cada uno de fortalecer la grandeza republicana, aportando el protagonismo que requiere una nación para integrar una comunidad que vele por los ideales de libertad e igualdad. Cada uno de nosotros debe ser partícipe, con acción y devoción, del resguardo de las fuentes inspiradoras de la vocación democrática que se buscó transmitir desde el Cabildo a las sucesivas generaciones de argentinos.

Recordemos que nuestra Patria no surgió de la idea de salvadores mesiánicos sino del vecindario de la vieja aldea que sin exclusiones ni sectarismo conformó la Primera Junta de gobierno, la iniciación del ejercicio democrático de nuestra historia, o el primer y rudimentario desempeño de la voluntad popular para decidir las acciones que daría los primeros pasos hacia el ansiado logro de la independencia.

Por eso la Revolución de Mayo es un modelo cívico siempre vigente como movimiento emancipador y lo rescatan todos los pueblos latinoamericanos que siguieron ese derrotero destinado a romper con la dependencia de ser colonias, perimida por el transcurso de la historia a partir de la caída de Fernando VII. La identidad con el terruño y conciencia clara acerca de la voluntad de ser nación, que luego se consolidaría con la campaña libertadora, las guerras de la independencia y la institucionalización, son hechos que nos comprometen ahora como ciudadanos portadores de tan magnífica herencia de patriotismo dejada por gente sencilla, comerciantes, letrados, militares y vecinos ilustres consustanciados con firmes valores éticos y morales.

Por ello afirmábamos el año pasado que el Bicentenario de la Patria debía ser un desafío participativo si queremos que Argentina crezca. Nadie puede modificar lo que no asume, porque sin debate de ideas y de propuestas, las democracias no se fortalecen y la estrechez de miras se acrecienta. Ningún futuro promisorio vendrá graciosamente si no lo construimos a partir de ahora.