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La noble misión de los educadores

Fue maestro, subteniente de milicias, escritor, periodista, senador, ministro, director general de escuelas, sociólogo, diplomático, gobernador y Presidente de los argentinos, entre 1868 y 1874.

Fue maestro, subteniente de milicias, escritor, periodista, senador, ministro, director general de escuelas, sociólogo, diplomático, gobernador y Presidente de los argentinos, entre 1868 y 1874. Figura controvertida y uno de los grandes hacedores de la Argentina, Domingo Faustino Sarmiento murió en Asunción del Paraguay el 11 de septiembre de 1888. En 1943, la Conferencia Interamericana de Educación, reunida en Panamá, estableció esa fecha como Día del Maestro, en homenaje al prócer sanjuanino.

En 1868 llegó a la presidencia de la Argentina en un país empobrecido, con la oposición sistemática del Congreso y de la prensa. "El Loco" -como lo llamaban por su fuerte e imprevisible carácter- promovió la introducción de nuevos cultivos, la capacitación técnica y científica, el ferrocarril, el telégrafo. Contrató maestras norteamericanas para que enseñaran en las escuelas normales de maestros; fomentó la inmigración e impulsó la reorganización y profesionalización de las fuerzas armadas y la creación de un observatorio astronómico. El primer censo en el país, encarado por Sarmiento a un año de su gestión, mostró a la Argentina como un país despoblado y analfabeto: sólo el 30 % de la población estaba alfabetizada. "Antes había educación para las clases gobernantes, para el sacerdocio y la aristocracia. Hoy todos los hombres deben ser igualmente educados", afirmaba. Como escritor, tuvo una vasta producción; su obra cumbre fue "Facundo o Civilización y barbarie".

Consideraba que "la educación primaria es la que civiliza y desenvuelve la moral de los pueblos. Son las escuelas la base de la civilización". Otros pensamientos para tener en cuenta que nos dejó, decían: "Cuando los hombres honrados se van a su casa, los pillos entran en la de gobierno"; "Fui nombrado presidente de la República, y no de mis amigos"; "Hombre, pueblo, Nación, Estado, todo: todo está en los humildes bancos de la escuela"; "Puede juzgarse el grado de civilización de un pueblo por la posición social de la mujer".

Los tiempos han cambiado, en particular en los últimos 20 años. Pese a que la informática y los avances científicos han revolucionado el planeta y que el campo del conocimiento es vasto, la misión del maestro sigue siendo la misma: educar, es decir desarrollar o perfeccionar las facultades intelectuales y morales del niño o del joven por medio de preceptos, ejercicios, ejemplos.

En esta sociedad, cada vez más compleja y consumista, la figura de maestro se ha debilitado como consecuencia de la crisis de valores imperante. Con cierta frecuencia, la crónica periodística da cuenta de docentes que han sido agredidos por padres o alumnos a causa de un examen desaprobado o por alguna sanción disciplinaria.

La del maestro es una de las profesiones fundamentales en la construcción de una sociedad. A menudo mal remunerado, el docente tiene la alta responsabilidad de formar a niños y jóvenes. Solamente aquellos que poseen una verdadera vocación pueden lograrlo y dejan huellas imborrables en sus alumnos. El manejo de la tecnología no garantiza que un niño llegue a ser un ciudadano, con principios éticos, y que honre el oficio o la profesión que elija o su participación en la política. Ello dependerá de las enseñanzas que reciba en su hogar y de sus maestros. Por esa razón, es importante que durante sus estudios los educadores sean formados con principios éticos y con plena conciencia de la responsabilidad y de su noble misión.

"Los discípulos son la mejor biografía del maestro", dijo Domingo Faustino Sarmiento que se fue de la vida hace 123 años, tan pobre como había nacido.