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La monarquía británica, con renovados bríos

*Por Timothy Carton Ash. Si las cosas continúan en Reino Unido como hasta ahora y el príncipe Carlos sucede a su madre para reinar hasta su muerte, a edad muy avanzada, entonces, hacia 2040, la joven pareja será "el rey Guillermo V y la reina Catalina".

Por el mero hecho de haber nacido en la familia en la que ha nacido, Guillermo será jefe de Estado de lo que quede de Reino Unido actual. ¿Me parece bien? Mi respuesta es: en teoría, no, pero en la práctica, seguramente, sí.

Si Guillermo y Catalina se portan bien, a diferencia de otros miembros más revoltosos de la familia real, y contribuyen al desarrollo de una monarquía constitucional modernizada y reconvertida, la situación será tal vez mejor que las alternativas más probables. Al echar un vistazo a Europa, no me parece que países como Suecia, Holanda, Dinamarca y España, que tienen reyes, estén peor que otros que cuentan con presidentes elegidos entre los políticos de partido.

¿O preferirían que el palacio de Buckingham lo ocupase, por ejemplo, el presidente Blair? Salvo por un breve interludio en el siglo XVII, durante el que los revolucionarios experimentaron con la decapitación de un monarca, existen reyes y reinas de Inglaterra desde hace más de 1.000 años.

Es una historia asombrosa, de la que han surgido poemas. Imaginemos a Shakespeare sin todas las referencias a la monarquía.

Antes de abandonar 1.000 años de poesía, hay que estar muy seguros de que nos va a ir mejor con la prosa.

Como hemos podido ver otra vez, con la invasión de Londres por parte de los medios de comunicación de todo el mundo para seguir la boda real, esa historia, esa leyenda y esa mística contribuyen enormemente al poder blando (la capacidad de atracción) de Reino Unido y a sus ingresos por turismo.

No creo que nadie vaya a Berlín a ver el cambio de la guardia en el palacio de Bellevue, ni a vislumbrar al presidente alemán Wulff, su mujer y sus hijos. No importa, cuando uno fabrica un montón de BMW, Mercedes y fresadoras y exporta todas esas cosas a China. Pero no es el caso de Reino Unido. A cambio, tiene a la reina, Guillermo y Catalina.

No obstante, estos argumentos sobre la historia, la poesía y el poder blando no servirían de nada si la existencia de una monarquía constitucional distorsionara gravemente el proceso democrático , hiciera imposible una sociedad abierta en la que todos tengan oportunidades y mantuviera el país anclado en un rígido pasado de jerarquías y privilegios.

En teoría, hace todo eso. Sin embargo, en la práctica, creo que ese efecto negativo es marginal, y mucho menor que hace 30 años, cuando Carlos y Diana celebraron su boda de cuento de hadas. Desde luego, eso significa que nunca tendremos a un Nelson Mandela o un Václav Havel como jefe de Estado. Pero figuras así solo aparecen en momentos excepcionales.

Parafraseando a Bertolt Brecht: "¿Desgraciada la tierra que no tiene un Mandela? Desgraciada la tierra que necesita un Mandela" . Y tenemos por lo menos un gran ejemplo de monarca europeo que salió en defensa de la democracia. Hace 30 años, el rey Juan Carlos de España contribuyó de manera decisiva a desbaratar un intento de golpe del Ejército contra la democracia, aún joven y frágil, de su país.