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La Dama de Hierro se oxida

* Por J. F. Marguch Un viejo aforismo alemán enseña que la experiencia propia llega tarde y es más cara. El declive padecido por Francia alarma a la algo oxidada Dama de Hierro. J. F. Marguch.

..En uno de sus estupendos ensayos, George Steiner afirmó que "si uno da una mirada sobre la historia de Occidente, cuna de la razón, advertirá que la razón ocupa períodos brevísimos".

Parece que el gran crítico literario escribió esa lúcida reflexión en estos días, pero no. Simplemente, describía una de las constantes de la historia occidental, que en este tiempo de crisis económica globalizada ni siquiera deja espacio para la razón.

Basta con recordar los enormes desatinos y ominosas aberraciones perpetrados por los presuntos estadistas y los tecnócratas metidos a estadistas, que parecen empecinados en dar la razón al célebre sarcasmo del politólogo socialista inglés Harold J. Laski, quien a mediados del siglo pasado afirmó: "Hace unos 50 años, los estadistas eran objeto de universal respeto; en nuestros días, están en camino de ser objeto de universal desconfianza".

Los brutales ajustes sólo fueron destinados al salvataje de la banca y las finanzas, causantes excluyentes de la crisis que castiga con medidas salvajes a los jóvenes, a los jubilados y a los inmigrantes; regulares o irregulares, da igual.

En sentido contrario. En 1933, cuando Franklin D. Roosevelt inició su primera administración, su objetivo inmediato fue reconstruir las posiciones laborales perdidas por el crac de Wall Street de 1929 y fortalecer al Estado de bienestar para proteger mejor a los sectores más damnificados.

Ahora se obra en sentido contrario: las actuales políticas de presunta recuperación tienden precisamente a su destrucción.
La razón indica que de una crisis recesiva se sale mediante la creación de riqueza y una distribución más equitativa del ingreso.
En cambio, desde 2008 hasta ahora se cree que la recesión se combate concentrado la riqueza en la banca y la finanza.

El primer rescate del Banco Central Europeo (BCE), por 600 mil millones de euros, terminó en las cavernas blindadas del mismo BCE, porque los banqueros prefirieron perder un 0,75 por ciento del préstamo a tres años, en lugar de destinarlo a programas de recreación de riqueza y empleo.

Según estadísticas de la Organización Internacional del Trabajo, la desocupación global alcanza los niveles más altos de la historia: 6,3 por ciento en 2009, 6,2 por ciento en 2010 y 6,1 por ciento en 2011, equivalente a 203,3 millones de personas sin trabajo (casi el 50 por ciento de ellos son jóvenes).

Y ya son ocho los países miembros de la Unión Europea (UE) en recesión, siete de ellos de la Eurozona e Inglaterra, que en la semana anterior se incorporó al club de países problematizados.

Errada obstinación. En los peores momentos de su militante irracionalidad, Angela Merkel, la Dama de Hierro de Alemania, y Nicolas Sarkozy, el Histriónico de Francia, impusieron ajustes draconianos, que sólo sirvieron para agravar el drama socioeconómico.

Los resultados de esa errada obstinación se perciben ahora no sólo en los países que se resignaron a sus desmesuradas exigencias de austeridad, sino que sus propios pueblos –al parecer los menos perjudicados por el generalizado colapso– ya no confían en ambos.

Merkel perdió en seis de las siete elecciones regionales realizadas en 2011.

El ex canciller Helmut Kohl, uno de los artífices de la UE, fue extremadamente duro con Merkel, de quien dijo: "Ella está destruyendo mi Europa", y calificó de "muy peligrosas" sus políticas para afrontar la crisis global.

"Lo cierto –añadió– es que me preocupa que la supuesta crisis del euro se entienda como una crisis estructural y no como lo que es: el resultado de errores propios de ambos lados, Europa y sus estados miembros".

Un viejo aforismo alemán enseña que la experiencia propia llega tarde y es más cara. El declive padecido por Francia alarma a la algo oxidada Dama de Hierro.

Por eso lanzó la iniciativa de un programa de reactivación de las pequeñas y medianas empresas, que son las mejores creadoras de empleo.

Tenía el paliativo al alcance de las manos, pero nunca quiso verlo: Alemania es el paraíso de las pequeñas y medianas empresas.
Quizá porque sea superior a su razón, sigue insistiendo en inalcanzables equilibrios presupuestarios.

El famoso límite de déficit del tres por ciento del presupuesto anual nunca tuvo una base racional, simplemente lo impuso Francia porque en los tres años que precedieron al Tratado de Maastricht (1991, que dio origen a la UE) sus desequilibrios tuvieron ese nivel.

En el que quizá sea su último diktat a la UE, Merkel logró el 2 de marzo último la sanción del llamado Tratado de Disciplina Fiscal, que obliga a incorporar en las constituciones nacionales la denominada "regla de oro" del límite del tres por ciento.

Inglaterra y la República Checa rehusaron firmarlo, pero el socialista José Luis Rodríguez Zapatero y el conservador Mariano Rajoy se pusieron de acuerdo para incorporarlo a la Carta Magna de España, con los resultados conocidos: en el reino se destruyen por mes unos 600 mil puestos de trabajo.

Para que ese tratado entre en vigencia, es necesario que los parlamentos de 12 de los 17 países miembros de la Eurozona lo ratifiquen.

Pero las tendencias del electorado y el transformismo de la clase política –que comienza a exhibir una cierta sensibilidad– inducen a dudar de que esa meta sea alcanzada.

Es que, como dijo Steiner, la razón ocupa períodos brevísimos en Occidente y quizá estemos frente al nacimiento de uno de esos fugaces estallidos de racionalidad.
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