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La contemporaneidad de Néstor

*Por Miguel A. Echegaray Aguiar. De la buena memoria se han valido los pueblos cuando necesitaron revisar sus períodos y analizar su derrotero. El mesurado análisis de situación de la última década indica fehacientemente, con indudable contundencia, que el kirchnerismo se apropió del nuevo milenio determinando el sello de su propia historia desde la muerte de don Néstor.

Él descubrió la contemporaneidad de un tiempo, pero conjugada en concreta narración desde la hora 14.05 del domingo 25 de mayo de 2003, cuando el presidente del Senado de la Nación, don José Luis Gioja, invitaba al señor presidente de la Nación Argentina don Néstor Kirchner, investido como tal a partir de ese instante y desde esa fecha -en Asamblea Legislativa-, a dirigir su mensaje al pueblo de la República. Analizado a la distancia, el discurso cimenta la estampa del recientemente fallecido político por la visión meridiana de la Argentina que pretendía encaminar, cumpliendo fielmente el compromiso y los objetivos enunciados, cosa que resulta por demás demostrable. De sus expresiones, se puede extraer estas síntesis: "Concluye en la Argentina una forma de hacer política y un modo de gestionar el Estado.

En esta nueva lógica, que no sólo es funcional sino también conceptual, la gestión se construye día a día. Un gobierno no debe distinguirse por los discursos de sus funcionarios, sino por las acciones de sus equipos. Se trata de cambiar, no de destruir. Cambiar importa aprovechar las diversidades sin anularlas. Se necesitará mucho trabajo y esfuerzo plural, diverso y transversal a los alineamientos partidarios. Sabemos a dónde vamos y sabemos a dónde no queremos ir o volver''. "Un espacio donde desde muchas ideas pueda contribuirse a una finalidad común. En nuestro proyecto ubicamos en un lugar central la idea de reconstruir un capitalismo nacional que genere las alternativas que permitan reinstalar la movilidad social ascendente...'' Con la ayuda de Dios seguramente se podrá iniciar un nuevo tiempo, que nos encuentre codo a codo en la lucha por lograr el progreso y la inclusión social, poniéndole una bisagra a la historia. Vengo a proponerles un sueño: reconstruir nuestra propia identidad como pueblo y como Nación, la construcción de la verdad y la justicia; volver a tener una Argentina con todos y para todos''. "Cambio es el nombre del futuro, se trata de cambiar los paradigmas desde los que se analiza el éxito o el fracaso de una dirigencia y de un país''.

Con aviesa intencionalidad se sirvió la vorágine mediática que excluía el pensamiento último de Juan Perón, punto de partida del que se infiere que no hubo peronista más creativo después de Evita que Néstor Carlos Kirchner, nacido en El Calafate, el 25 de febrero de 1950. La carencia de autocrítica le impidió al peronismo reconocerse en sí mismo y al morir Perón, el 1 de julio de 1974, toda la dirigencia justicialista despreció la herencia política considerada el testamento del Líder, concretamente, el Proyecto Nacional. Después de 29 años, el "Pingüino'', iba a ser el único que se atrevería a elevar esa bandera, a expensas de que su compromiso significaba de inmediato poner distancia con toda dependencia económica-financiera, obligándose a instrumentar un capitalismo nacional y promover la movilidad social ascendente, instalando en su prédica una palabra en acto denominada inclusión, que en virtud de su valoración alcanzó la dimensión que dio sustento al predicamento hoy bandera: "crecimiento con inclusión social''.

Kirchner, esclavo de su palabra, es el único que hizo realidad el Proyecto Nacional que define la estrategia peronista, pero que aspira y propone ser la concepción estratégica de la comunidad argentina como herramienta diagramadora del Modelo Argentino, tal cual lo anunció Perón el 1 de mayo de 1974 en la llamada Alta Tribuna en el mensaje anual, en el Congreso Nacional. Una actualización político-doctrinaria y un cambio de paradigma que recién hoy lo reconocen propios y extraños en los foros del ágora político.