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Isabel Perón, de la Casa Rosada a la caída, en documentos y fotos inéditos

Isabel iba a gobernar casi un año y medio en las peores condiciones, teniendo a su lado a José López Rega, en un momento el funcionario más poderoso del gobierno y poco más tarde -julio de 1975- el más resistido.

Por Juan B. Yofre, extraído de Infobae

Del cordobazo a Lanusse

Para aquellos historiadores que novelaron sobre la soledad del dueño la Quinta 17 de Octubre en los años de descanso, previos a 1970, viene bien un párrafo de una carta a su adelantado en Montevideo, Pablo Vicente, del 22 de octubre de 1967, en la que le dice: "En la carta que le escribí en cuanto llegué de Francia, le decía que no me mande más cartas de otros ni paquetes porque no tengo tiempo para contestarlas o a veces ni siquiera de leerlas: Usted paga franqueo inútil que imagino lo que le cuesta y yo aquí, atado a un cúmulo de cosas, ni siquiera le puedo sacar ningún provecho". No muchos meses más adelante, cuando aflore la crisis, escribirá: "Yo contra todos no puedo. Tendría que tener no menos de cinco secretarios para contestarles y así y todo no recibirían nada mío sino de los secretarios que, por otra parte, no los puedo pagar en la actualidad".

El marzo de 1968 salta por el aire la conducción del Mayor (RE) Bernardo Alberte. Su manejo merecía una ola de críticas y Perón lo defendió hasta que pudo. Pero en marzo, Alberte emitió un comunicado informando sobre reuniones políticas presididas por Perón en Madrid. El hecho le produce al dueño de Quinta 17 de Octubre una nueva serie de inconvenientes con el gobierno español, porque violaba su compromiso de no realizar actividades partidarias mientras se mantuviera su estatus de exiliado. Perón le escribe a Pablo Vicente, el 21 de marzo, comentándole "los líos que me ha acarreado esta disparatada conducta...cómo es posible aceptar que Alberte, sabiendo a lo que me expone, se ponga a hacer una cosa semejante".

Unos días más tarde relata: "Hoy ha llegado el Doctor (Jerónimo) Remorino y durante unos días estaré ocupado con él y el trabajo sigue atrasando de una manera abrumadora y pienso que un día u otro tendré que tirar la esponja. Como comprenderá esto no puede seguir así: todos me escriben pidiendo que les diga lo que hay que hacer porque según me dicen están en la peor incertidumbre".
Semanas más tarde le volverá a hablar de la presencia de Jerónimo Remorino en Madrid. La crisis con su Secretario General del Movimiento, Bernardo Alberte, termina entronizando al ex canciller Jerónimo Remorino, ya que "Alberte se ha estado aislando de los peronistas más calificados, para quedarse con chantapufis" (párrafo subrayado por Perón).

Con la jefatura del ex canciller Remorino llegaba también, como colaborador, el "Colorado" Jorge Daniel Paladino.

Para aquellos que en Buenos Aires se probaban sus ropas, el ex mandatario siempre guarda una ironía. "Me ha hecho reír mucho lo que se ha publicado sobre (Raúl) Matera que debe haber sido promovido por él. La afirmación de que yo lo he declarado mi heredero político y futuro conductor del Movimiento es de broma porque de poco podría valer mi declaración (si fuera tan tonto como para hacerla) si Matera sigue haciendo macanas como las que conocemos. Conductor es un puesto que se gana, no que se regala".

En el mismo marzo de 1968 se divide la Confederación General del Trabajo y se crea la CGT de los Argentinos presidida por el dirigente Raymundo Ongaro de la Confederación Gráfica Bonaerense, cuya sede en la avenida Paseo Colón se convertirá en un nido de prototerroristas o terroristas. La otra -la ortodoxa- en la calle Azopardo, la dirige Vicente Roqué (Harineros) y luego en 1970 José Ignacio Rucci (UOM), hasta que lo asesina la organización Montoneros (25 de septiembre de 1973).

El 12 de julio de 1968, Jerónimo Remorino le escribe una carta a Perón contándole que había "sufrido un grave accidente cardíaco que epilogó en un enema agudo de pulmón" y se ve obligado a renunciar. En un principio no nombra a nadie como Delegado y "si Paladino acepta quedar como Secretario General del Movimiento quedará él solo en Buenos Aires. Por la información que me llega hasta ahora se ha desempeñado bien y sobre todo con el tino necesario como para no pelear con nadie y neutralizar a los que se desvían de su deber mediante un trabajo indirecto en los sectores convenientes" (Esto se lo cuenta Perón a Pablo Vicente el 22 de julio de 1968).

El martes 20 de noviembre de 1968 falleció en Madrid el ex canciller y, en ese momento, Delegado de Perón en la Argentina, Jerónimo Remorino. Precisamente, en esos mismos días, el semanario Primera Plana se preguntaba: "¿Qué enturbiaba el viernes último el idilio entre Perón y el Poder Ejecutivo?" Y la respuesta era un duro documento con instrucciones a los dirigentes que había enviado el ex presidente en el que: "ordena reanudar la lucha porque a esta altura de los acontecimientos es ya indudable que la llamada 'revolución argentina' no es otra cosa que una continuación del 'gorilismo', nacido en 1955".

Para aquella época, Jorge Daniel Paladino va a ocupar la oficina central de la sede del Consejo Superior peronista, en la calle Chile 1466. Su equipo personal va a estar constituido por Zulma, su primera secretaria privada; Alicia Martínez, su leal y definitiva colaboradora; Raúl Lastiri, secretario, que venía de ejercer la misma función con Jerónimo Remorino y Norma López Rega, una suerte de "Correo del Zar" como le decía Perón, encargada de viajar con documentación a Madrid y a otros lugares y volver con instrucciones y cintas grabadas, que también había comenzado a trabajar con Remorino a partir de 1966. Era profesora nacional de Bellas Artes y también pasaba escritos a máquina. Lastiri y Norma se van a conocer en esas tareas y luego, a pesar del disgusto de José López Rega, vivirían juntos (Lastiri era un año mayor que él y le llevaba 35 años a la hija). El "Colorado" Paladino era puntilloso y riguroso al extremo, como todo acuariano, así lo recordaría Norma López Rega. Cuando fue ascendiendo y mejoró su status económico comenzó a vestirse en George´s de la avenida Alvear.


El Cordobazo

La explosión popular en la ciudad de Córdoba, denominada el Cordobazo, del 29 de mayo de 1969, fue el resultado de una sumatoria de demandas irresueltas: el cansancio de un sector de la población porque el gobierno no encontraba un cauce; problemas intestinos en las Fuerzas Armadas; activismo de todo tipo -pero organizadamente desde la ultraizquierda- y conflictos gremiales a simple vista. Los gremios clasistas querían disputarle el poder a la Confederación General del Trabajo de clara tendencia peronista. De un lado Agustín Tosco, el dirigente de Luz y Fuerza, secretario adjunto de la regional obrera y René Salamanca de SMATA. Del otro, José Ignacio Rucci decidido a imponer su autoridad (en 1970 sería designado secretario general de la CGT).


La magnitud del Cordobazo sorprendió a todos. Absolutamente a todos. Aunque funcionarios cercanos a Onganía sostuvieron más tarde que con anterioridad estaban informados que se avecinaba un bogotazo en Córdoba. En especial el coronel Conesa, delegado de la SIDE en la provincia, que ya había informado a su jefe Señorans con varios días de anticipación. Tanto es así que, a las 9 de la mañana del 29 de mayo de 1969, envió un télex al organismo con el siguiente encabezado: "Hechos anunciados comienzan" (, Roberto Roth, Ediciones La Campana, Buenos Aires 1980). Otros detalles me fueron aportados por su hijo Eduardo Conesa. También Juan Domingo Perón quedó asombrado. Posiblemente, aquellos que gritando su nombre reivindicarían el Cordobazo, desconocían que para Perón "el Cordobazo no tuvo ningún signo peronista...Fue de izquierda", según le confió más tarde a su biógrafo oficial Enrique Pavón Pereyra.

Para el comandante en jefe del Ejército, Alejandro Agustín Lanusse, la revuelta cordobesa fue un severo llamado de atención: "Yo intuí, ese difícil 29 de mayo de 1969, que algo estaba pasando en el país (...) Esa mañana, en Córdoba, reventaba todo el estilo ordenado y administrativo que se había venido dando a la gestión oficial (...) El 29 de mayo es el instante crítico que marca el fracaso político de la Revolución Argentina. Córdoba ha vivido ayer un día terrible que pasará a la historia. El 17 de octubre es pálida sombra de lo ocurrido ahora" (La Prensa, 2 de junio de 1969).


Con el paso de los meses, especialmente a partir del 29 de mayo de 1969, la Quinta "17 de Octubre", en la calle Navalmanzano 6, pasó a convertirse en un lugar de referencia de toda la dirigencia argentina. Perón no tenía la infraestructura necesaria para atender a todas las visitas, leer los informes, responder las cartas y llamados telefónicos, por lo que pide a Vicente, en la misma carta, que exprese las disculpas del caso en su nombre, y agrega: "Yo contra todos no puedo. Tendría que tener no menos de cinco secretarios para contestarles y así y todo no recibirían nada mío sino de los secretarios que, por otra parte, no los puedo pagar en la actualidad".

Algo similar va a expresar Paladino, en un informe del 9 de mayo, cuando tras un viaje a Mendoza (acompañado por Roberto Ares), dice que el entusiasmo que notó en la gente es 2digno de los primeros tiempos del peronismo".

El asesinato de "El Lobo"

El 30 de junio de 1969 el asesinato del dirigente metalúrgico Augusto Timoteo Vandor inaugura una larga lista de asesinatos que se extendería a través de los años sesenta. El terrorismo, la subversión o la ultraizquierda no reparó en matar civiles, militares, mujeres y niños. La Argentina comenzaba a entrar en la dimensión desconocida. Un año antes -a instancias del dirigente Héctor Villalón- Perón y Vandor había limado sus diferencias en el pueblito vasco de Irún.

Jorge Daniel Paladino le explicó a Perón de la siguiente manera, en una carta fechada el 7 de julio de 1969: "Mi General, Ud. ya conoce lo fundamental del asesinato de Vandor. Es evidente que quienes planificaron su muerte pretenden descabezar al movimiento obrero peronista. Yo me he asombrado en estos días, razonando con los compañeros que trataban de explicarse lo que está ocurriendo en el país, cómo la gente -nuestra gente-, comienza a darse cuenta que el Peronismo tiene algunos enemigos con los que no habíamos contado. O nos habíamos olvidado.

Por lo que a mí respecta, tengo bien en claro que a Vandor lo mataron porque estaba jugando bien. Entiendo que esta es la clave de todo. Para Vandor habían quedado lejos sus errores pasados, sobre todo aquel grande de Mendoza. Entonces los diarios y revistas exaltaban su figura. A medida que se fue rectificando también fue virando el monopolio de la prensa. Cuando trascendió que 'se había reconciliado con Perón', le apuntaron sus cañones y ya no lo largaron. La campaña arreció en los últimos meses hasta extremos sin precedentes".

El jueves 12 de febrero de 1970, el Mayor (RE) Pablo Vicente, el adelantado del ex presidente Perón en Montevideo, recibió varias cartas desde Madrid. En una Perón dice: "Pienso como Usted que este año 1970 nos va a dar mucho trabajo pero, me alegra ver que la gente comienza a empeñarse en el trabajo contra la dictadura. Me visitan muchos, hasta antiguos gorilas que están de vuelta, pero especialmente muchachos de la juventud. De todo ello recojo la impresión que las cosas comienzan a moverse mejor que hasta ahora (...) Tengo la impresión que la dictadura militar no tiene mucha vida, pero es preciso estar alerta, no sea que nos quieran meter otro General, para seguir tirando con los mismo perros y distintos collares. No sé por qué, pero me deja intuir ésta situación, que se acercan días de decisión como los que esperamos desde hace tantos años".

"[...] Según vengo viendo por los que se mueven, parece que hay muchos que comienzan a pensar en el futuro. Han estado en París, (Arturo) Frondizi y (Pedro Eugenio) Aramburu, pienso con la intención de llegar hasta mí pero no han llegado. He recibido una carta de un oficioso informante pero le he contestado en forma de no dejar lugar a dudas sobre lo que pienso de estos dos personajes [...] Sin embargo, la acción del Coronel (Juan Francisco) Guevara, como la del Coronel (Luis Máximo) Prémoli, etc., me dan la sensación de que algo se ha de estar preparando en la dictadura para una salida espúrea".

"Nosotros no tenemos otra salida que seguir en la guerra revolucionaria hasta terminar con todas estas combinaciones políticas, como asimismo con la dictadura que es la que las promueve con intenciones de complicar la vida y hace aparecer a sus candidatos como espontáneos que se largan al ruedo, como dicen los gallegos".

Perón estaba comenzando a definir el papel que cumplirían las organizaciones armadas que se decían peronistas, y habrían de prestarle una gran ayuda para su retorno al poder. Un juego delicado, peligroso y pendular con otros sectores del Movimiento. Años más tarde, cuando quiso encuadrarlas, las organizaciones armadas (que se habían fusionado en Montoneros) lo rechazaron y combatieron.

Perón lo preveía cuando le dijo al coronel Juan Francisco Guevara, un personaje central en la Revolución Libertadora de 1955 (que le reclamó por su cercanía con el terrorismo), durante una conversación privada en Puerta de Hierro: "Usted tiene razón con lo que está pasando. Yo, claro, voy a volver al Poder y tengo dos caminos: las urnas o las armas. Para llegar por las urnas yo necesito que me voten todos, desde la extrema derecha hasta la extrema izquierda y (por el momento) yo no puedo dar un documento político u opinión de doctrina porque voy a perder votos. Ahora, eso sí, cuando llegue al gobierno ahí llegará el enfrentamiento, pero yo desde el gobierno" (Relato grabado del coronel Guevara el 4 de junio de 2004, en mi archivo).

Secuestro y asesinato de Pedro Eugenio Aramburu


El teniente general Alejandro A. Lanusse relató que en mayo de 1970 el país vivía un clima de generalizada desazón, que repercutía en las filas del Ejército. Por esta razón le pidió a Onganía que realizara una exposición a los altos mandos de la Fuerza en Olivos. La cita se llevó a cabo en un salón cerrado cercano al chalet presidencial el 27 de mayo de 1970. "La exposición, recordó Lanusse, fue lisa y llanamente una catástrofe nacional (...) Con la Nación a punto de estallar, el Jefe del Estado, calmosamente, se dedicó a dibujar pirámides jerárquicas que indicarían nuevas ideas para lograr estructuras participacionistas. La filosofía era de un corporativismo literal, puro, en el que intentaba embretarse la pasión política de los argentinos".

A medida que el Presidente iba exponiendo se notaba la sorpresa frente a la irrealidad y el desasosiego. El general Raúl Carcagno, luego de un tiempo prudencial, le preguntó a Onganía en cuánto apreciaba la duración de la etapa para concretar los objetivos que se exponían y el Presidente dijo: "Es un proceso muy largo. No se puede reestructurar la sociedad en diez o veinte años". Ante otra pregunta -esta vez del general Alcides López Aufranc- Onganía señaló en un pizarrón unas pirámides, triángulos y círculos que manifestaban planes, ideas, estructuras sociales, y esquemas que nadie entendía, o querían entender.

A la mañana siguiente el Ministro de Defensa, José Cáceres Monié, mantuvo un off the record con los periodistas acreditados ante su cartera. Conocía lo sucedido el día anterior y les advirtió: "No creo ya que podamos seguir nuestras conversaciones informales sobre los planes del Gobierno Nacional. A partir de la exposición presidencial de ayer, no podemos esperar sino una acción enérgica del Ejército".

Así se llegó al viernes 29 de mayo de 1970 en que se celebró el Día del Ejército en el Colegio Militar de la Nación y se cumplía un año del cordobazo. Como era una costumbre, tras las palabras del comandante en Jefe se pasó a un salón para un brindis. El general Onganía, en presencia de los otros dos comandantes en Jefe preguntó a Lanusse qué repercusión habían tenido sus palabras ante el generalato. La respuesta fue cauta pero sincera: "Las conclusiones que sacaron los generales fueron, por supuesto, variadas, pero puedo ubicar, dentro de la amplia gama de puntos de vista, a dos sectores: el sector de los generales que no entendieron lo que usted quiso decir y el sector de los generales que están en total desacuerdo con lo que usted", dijo.

En ese instante del diálogo, un oficial se apersonó e informó que había sido secuestrado el general Pedro Eugenio Aramburu. El lunes 1º de junio se realizó una primera reunión del Consejo Nacional de Seguridad. Al día siguiente se llevó a cabo la segunda, de manera desordenada, en la que el ministro del Interior, general (RE) Francisco Imaz, puso de relieve la condena peronista al secuestro del ex presidente de facto. Lanusse completó el concepto diciendo que Paladino también culpaba al gobierno y propuso convocar a la dirigencia política.

Una idea que fue considerada sacrílega por Onganía.

El miércoles 3 de junio, Paladino le escribió a Perón que desde el 30 de mayo había querido comunicarse con él por teléfono pero que no lo llamó para "no ponerlo en el compromiso de que sus primeras opiniones, mi General, dichas así con la información deficiente que yo podría darle telefónicamente, fueran grabadas como graban todo aquí y pasaran a estudio de los múltiples servicios de informaciones. Entendí que en estos momentos Perón es la última palabra y no debíamos jugarla de entrada".


Hoy pocos dudan de la autoría de Montoneros en la muerte de Aramburu. Algunos sostendrán que la Operación Pindapoy se hizo para impedir la caída de Onganía. Y lo cierto es que el presidente de facto ya estaba condenado a partir de la reunión de Altos Mandos del Ejército del 27 de mayo. Es más, quizá hubiera caído antes si no fuera porque todo quedó en segundo plano tras el secuestro de Aramburu. Otros dirán que los integrantes del grupo montonero habían sido armados y financiados por gente cercana al gobierno. Sobran razones que prueban alguna conexión con uno u otro integrante del comando. Pero nadie puede probar ni la instigación ni mucho menos la complicidad en el asesinato. Lo cierto, lo probado en mi libro "Fue Cuba", es que dos de los asesinos fueron entrenados militarmente en Cuba (Fernando Abal Medina y Norma Arrostito) y la conducción montonera, en 1978, se guareció en La Habana.

Onganía "invitado" a devolver el cargo de Presidente

Entre el 29 de mayo y el 8 de junio de 1970 se sucedieron innumerables reuniones entre el presidente Juan Carlos Onganía y los Comandantes en Jefe; de funcionarios de la Administración Pública con altos jefes militares; cónclaves de altos mandos en las tres Fuerzas Armadas; conciliábulos de dirigentes políticos, todo bajo un clima de desinterés general de la población. El sistema se había conmovido y la figura de Onganía, la denominada esfinge estaba hecha trizas. Reclamaba una autoridad que ya no tenía y una seriedad que había perdido el 27 de mayo. El poder no estaba en la calle, se encontraba en los cuarteles y había llegado la hora del reemplazo.

Roberto Marcelo Levingston

El lunes 8 de junio, el Comandante en Jefe del Ejército emitió un comunicado, a las 11.20 por Radio Rivadavia, informando que "la responsabilidad asumida por el Ejército, en la Revolución Argentina, es incompatible con la firma de un nuevo cheque en blanco al Excelentísimo señor Presidente de la Nación, para resolver por sí aspectos trascendentales para la marcha del proceso revolucionario y los destinos del país". Unos minutos más tarde se emitió otro comunicado, firmado por el presidente de la Junta de Comandantes, almirante Pedro Gnavi, suspendiendo una reunión cumbre con Onganía. Por la tarde se conoció otro pronunciamiento de la Fuerza Aérea con un estilo similar al de los otros dos comandos. La respuesta del mandatario de facto Onganía fue otro comunicado afirmando que "la era de los golpes y de los planteos ha concluido y no volverá." Él ya no recordaba que era el fruto de esa era. A las 14.55, los tres Comandantes en Jefe dieron a conocer una declaración, informando que reasumía "de inmediato el poder político de la República", e invitaba "al señor teniente general Onganía a presentar su renuncia al cargo que hasta la fecha ha desempeñado por mandato de esta Junta".

El sábado 13 de junio, el ignoto general Roberto Marcelo Levingston -en ese momento Agregado Militar en Washington- fue llamado por teléfono por Lanusse. Se encontraba en una reunión social y cuando se le ofreció el sillón de Rivadavia pidió unas horas para pensarlo. El jueves 18 de junio asumió la Presidencia de la Nación.


Nacen las organizaciones armadas

El secuestro de Aramburu, la toma de la localidad cordobesa de La Calera por un comando montonero (el 1º de julio de 1970) y la ocupación de la localidad bonaerense de Garín, por las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), el 30 de julio de 1970, marcaron el fin del anonimato y el salto a la superficie de las organizaciones armadas. Así por lo menos lo consideraron las fuentes militares.

Roberto Santucho, jefe del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), estaba preso y por razones de seguridad (había fracasado un intento de rescatarlo) es trasladado de Villa Quinteros al Penal de Villa Urquiza, Tucumán. A través de un ardid -simula un ataque de hepatitis- logra fugarse del Hospital Padilla donde lo atendían y aparecer días más tarde en las islas Lechiguanas donde se realiza el V Congreso, que instituye al Ejército Revolucionario del Pueblo como brazo armado del PRT (28 al 30 de julio de 1970).

Mientras los hechos se sucedían en la Argentina, Perón seguía detalladamente la situación desde Madrid. En un informe de esos días, Paladino le informa a Perón que "la situación política general evoluciona rápidamente (...) Ya está el desacuerdo entre Levingston y Lanusse. No se ha llegado todavía al enfrentamiento pero la lucha por el poder ya está planteada. Levingston quiere 'sacarse de encima' a la Junta pero, por supuesto, no muestra sus cartas. Su problema lo lleva al seno del Ejército; la batalla se va a librar ahí".

El asesinato de José Alonso

No fue un simple asesinato el de José Alonso, veterano Secretario de la CGT, fundador de "Las 62 de Pié Junto a Perón" y dirigente participacionista. Fue uno de los primeros realizados por las organizaciones armadas (que se decían peronistas). Siempre se señaló a los asesinos dentro del grupo Descamisados, a pesar de que se dieron a difusión como Comando Montonero Emilio Maza del Ejército Nacional Revolucionario. Años más tarde van a relatar cómo lo mataron y, a la vez, reconocieron que también hicieron lo mismo contra Augusto Timoteo Vandor. Los fundadores de la "orga" se decían cristianos revolucionarios por no decir cristianos influidos o infiltrados por la ultraizquierda guevarista.

Muchos pasaron por los Campamentos Universitarios de Trabajo organizados en el '68 por el cura obrero Sebastián María Macuca Llorens, un sacerdote tercermundista que tuvo dos hermanos en el PRT-ERP. En el mismo año los jóvenes se acercaron a la CGT de los Argentinos de Raymundo Ongaro. En 1969, sus fundadores Oscar De Gregorio, Horacio Mendizábal y Norberto "Cabezón" Habegger consideraron que había llegado el momento de comenzar a pensar en acciones armadas. Otros tomaron contacto con las Fuerzas Armadas Peronistas sin perder su individualidad y en 1970, como Descamisados, pasaron a la acción directa a través de distintos operativos. Según un trabajo adjudicado a Norma Arrostito y publicado en Nadie Fue como Anexo, Descamisados se fusionó a Montoneros en 1972. Ya se hablaba de guerra revolucionaria, guerra popular prolongada, y que el poder pasaba por la boca de los fusiles.

El general Roberto Marcelo Levingston, mientras tanto, intentaba una profundización de la revolución, en otras palabras quedarse más tiempo en el gobierno, aunque no se sepa para qué (era la percepción generalizada).

La Hora del Pueblo

Entre el martes 10 y el sábado 14 de noviembre la ciudad de Tucumán sufrió grandes convulsiones en sus calles. Noventa de sus cuadras céntricas se convirtieron en campo de graves enfrentamientos entre obreros, estudiantes y fuerzas del orden. Y sólo todo terminó cuando fuerzas conjuntas militares y policiales, a órdenes del coronel Jorge Rafael Videla, impusieron la calma.

Las primeras reuniones conjuntas para la formación de La Hora del Pueblo se realizaron en la granja avícola de Pilar de Manuel Rawson Paz. Luego en el departamento que tenía Benito Llambí, ex embajador peronista y hombre de innumerables contactos políticos. A esta cita asistieron Paladino (invitado por el dueño de casa) y Eduardo Belgrano Rawson que trajo a Balbín. Eran los primeros tanteos y Balbín se permitió una ironía, le dijo que urgía una salida política, incluso con un jefe militar como candidato de un acuerdo porque tengo comunizado el treinta por ciento del partido. A lo que Paladino respondió: Nosotros tenemos más.

El lanzamiento multipartidario se realizó el 12 de noviembre de 1970 en el departamento del independiente Manuel Johnson Rawson Paz, en Montevideo casi avenida Alvear. Para la historia, esta la foto que muestra a Paladino escuchando la lectura de la declaración realizada por Balbín, y Rawson Paz dos sillas a su derecha. Allí estaban, por primera vez en la historia, los más altos dirigentes de la UCRP, Justicialismo, Socialista Argentino, Conservador Popular y el Bloquista para exigirle al gobierno militar el retorno a la normalidad constitucional; la actividad política; un llamado a elecciones sin exclusiones y respeto a las minorías. Nadie lo decía abiertamente, pero los días de la presidencia de facto de Roberto Marcelo Levingston estaban contados. El mandatario de facto fue echado por la Junta Militar en el mes de marzo de 1971.

El golpe de Alejandro Lanusse

El martes 2 de marzo de 1971, el teniente general Alejandro Agustín Lanusse asumió la presidencia de la Junta de Comandantes en Jefe, e inmediatamente comenzó a pulsar la opinión de los mandos superiores del Ejército sobre el estado del país. La sociedad está cansada, opinó por escrito, Alcides López Aufranc, el jefe del Cuerpo III.

El 12 de marzo de 1971, tras el "Viborazo" en Córdoba, armado contra el interventor José Camilo Camilo Uriburu. De ahí en más se fueron sucediendo una serie de hechos que llevaron al aislamiento absoluto de Levingston y el 23 de marzo, a las dos y diez de la madrugada, presentó su renuncia. La Junta de Comandantes reasumió el poder y el teniente general Alejandro Agustín Lanusse llegaría al despacho presidencial y las Fuerzas Armadas intentarían una decorosa retirada del poder.

Frente a los primeros anuncios del nuevo gobierno de Alejandro Lanusse, Perón le escribe a Pablo Vicente el 7 de abril: "La situación emergente de la defenestración de Levingston no cambia sino en algunos nombres porque mantiene la orientación anterior. En consecuencia, no podremos tener la menor confianza en lo que pretendan hacer en el futuro. [...] Grave error se cometería si, encandilados con las falsas promesas de la dictadura, abandonásemos la lucha revolucionaria empeñada por los grupos activistas de nuestra juventud, como desconfío que pueda estar ocurriendo, como asimismo si nos confiáramos en los cantos de sirena que ensayarán ahora las agrupaciones políticas, en forma de posibilitar insidiosas intenciones".

Hacia el final de la carta le dice que va a exigir su reconocimiento como jefe del Movimiento para las futuras negociaciones con la dictadura militar. En principio, Lanusse ensaya un contacto directo con Puerta de Hierro y envía al coronel Francisco Antonio Cornicceli y, luego, al nuevo embajador en Madrid, el brigadier (RE) Jorge Rojas Silveyra:

Las 10 condiciones

De acuerdo a lo observado en la carta a Vicente, el 13 de abril Paladino llegó a Madrid para realizar consultas. El sábado 17 arribó José Ignacio Rucci, acompañado por los sindicalistas Juan J. Minicillo y Lorenzo Miguel. Una visita ingresó a la casa del expresidente de manera desapercibida para el periodismo: el jueves 22 de abril entro un enviado de Lanusse, el coronel Francisco Cornicelli. Fueron tres horas de diálogo -en presencia de Paladino y López Rega- grabadas y más tarde reproducidas en la prensa. Primeramente, el dueño de casa se explayó sobre su pasada obra de gobierno y la actualidad nacional e internacional.

Durante el encuentro, el coronel Corniccelli entregó dos páginas con un Ayuda Memoria que llevaba como título "TRATATIVAS" y contenía diez puntos. Eran las condiciones para establecer un fluido diálogo. A estos puntos responderá Paladino en la posterior cumbre con Alejandro Agustín Lanusse, el 25 de mayo de 1971.

El último punto que llevó el enviado de Lanusse -y que fue inicialado por Paladino- decía: 10º) Conjuntamente con el Movimiento Nacional Justicialista seguirá alentando los propósitos de conciliación nacional y de afirmación de una política de recuperación que armonice con los fines del llamado "Gran Acuerdo "Nacional".

En un momento del diálogo, en la Quinta 17 de Octubre, el enviado de Lanusse sacó el tema de la violencia subversiva que se expandía en la Argentina:

C. -En este momento hay muchos que masacran vigilantes y asaltan bancos en su nombre.
P. -Sí, sí y lo seguirán haciendo, cada día habrá más...

C. -...lo seguirán haciendo hasta tanto usted no defina su posición con respecto a ellos.
P. -No, no, se equivoca usted, aunque yo les diga que no lo hagan...

C. -Lo van a hacer, pero no lo van a hacer en nombre de Perón.

P. -Lo van a seguir haciendo, porque ése es un conflicto que tiene otra raíz que ustedes no conocen.

La respuesta de Perón sorprendió a Cornicelli. Perón le estaba hablando de la Guerra Fría, la Cuba comunista y el entrismo. Conocía bien el problema pero no estaba decidido a actuar. No lo podía hacer. ¿En nombre de quién y en beneficio de quién? Esta tarea la dejaría para más adelante y con el apoyo mayoritario de la sociedad. En el diálogo con Cornicelli, Perón autorizo a Paladino a que concurriera al encuentro con Arturo Mor Roig, tal como le había comentado a Pablo Vicente unos días antes. La cita con el Ministro del Interior fue el comienzo. Luego, como veremos, vendría el encuentro con Lanusse.

Como reseñó el periodista Alfredo Semprún, en el ABC de Madrid, los encuentros finalizaron el 23. Luego, Jorge Paladino se recluyó en su hotel, preparó los documentos con las directivas y volvió a encontrarse a solas con Perón, antes de subirse al avión de Aerolíneas Argentinas. El domingo 25 los muchachos embarcaron a la mañana para Buenos Aires. Rucci, Lorenzo Miguel, Miniccilo y Paladino. En Ezeiza, los dirigentes sindicales fueron recibidos por una multitud.

La cumbre del 25 de mayo de 1971. Lanusse y el Delegado de Perón frente a frente

Ese día, según el largo informe de Jorge Daniel Paladino a Perón, por una gestión del coronel Cornicelli, la Hora del Pueblo se reunió con el teniente general Alejandro Agustín Lanusse. El encuentro, como aclaró el Delegado, fue secreto y participaron siete personas: Ricardo Balbín, Horacio Thedy, Jorge Paladino, Alejandro Lanusse, el Ministro del Interior Mor Roig, Ezequiel Martínez, Secretario de la Junta Militar, y el general Rafael Panullo, secretario general de la Presidencia. Se realizó con gran sigilo en el chalet de la residencia de Olivos.

El planteo inicial de los dirigentes políticos fue que "tras un comienzo promisorio, el gobierno se había detenido. No había hechos concretos para avalar la prometida salida política y, consecuentemente, estábamos otra vez en foja cero".

La reunión se realizó entre 19.10 y 22.30, y "hablaron primero Balbín y Thedy, luego algo Lanusse y después yo. Finalmente la cuestión quedó bastante centrada a un contrapunto entre peronismo y antiperonismo, tocándome a mi fijar -escribió Paladino- la posición peronista y a Lanusse la otra (...) Martínez y Panullo se limitaron a escuchar y tomar nota. Y Mor Roig tuvo algunas intervenciones que no resultaron afortunadas y el gobierno informó que el brigadier (RE) Carlos Rojas Silveyra sería el embajador en Madrid y el que estaría en permanente contacto con Puerta de Hierro. La titularidad de la representación en España fue una exigencia de la Fuerza Aérea".

En la tercera carilla se destacan tres cuestiones que eran importantes para Perón. La primera es la posibilidad cierta de su retorno a la Argentina. Lo seguía la cuestión económica personal del ex presidente, en cuanto a sus pocos bienes personales y sus salarios y pensiones adeudados por más de tres lustros. La tercera trataba directamente sobre la devolución de los restos mortales de su segunda esposa, María Eva Duarte, Evita.

Página 3 del lago informe de Paladino a Juan Perón sobre su encuentro con Lanusse

En el siguiente párrafo, al margen de una cuestión de forma en cuando al tratamiento al ex presidente Perón -ente "Señor" o "General"- Lanusse aceptó la restitución de los restos de Evita en Madrid y esa va a ser una de las primeras tareas del embajador Rojas Silveyra o "Rojitas" como lo llamaba Juan Perón.

El viernes 3 de septiembre de 1971, el gobierno de facto de Lanusse cumplió con el permanente pedido del peronismo de que se devolvieran los restos de Evita. La ceremonia se realizó en la residencia de Juan Domingo Perón y se formalizó con un acta en la que firmaron los presentes.

En el archivo de Perón existen otros elementos relacionados con el momento de la entrega del cadáver de Evita. Existe una película de varios minutos, cuyo dueño -Mario Rotundo- me dejó ver. Está filmado el féretro recién abierto y es iluminado con una lámpara de mano, porque la película fue sacada por José López Rega. El estado del cadáver embalsamado se veía en mal estado, con golpes en la cara. Por último, en el archivo se encuentra un largo relato escrito a mano por un testigo -Carlos Pedro Spadone- que entró a la Quinta 17 de Octubre a las 14.30 del 4 de septiembre de 1971, dejando constancia de todo lo que vio al lado de Perón, Isabel, López Rega y Paladino.

En el acta de entrega del cadáver consta que Jorge Daniel Paladino estaba presente en ese momento. Pero el acta registra la firma ficticia de Alexandro Angeli. En realidad era el sacerdote Giulio Madurini, de la Congregación de San Pablo, encargado de cuidar la tumba de Evita, enterrada en el Cementerio Mayor de Milán bajo el nombre de María Maggi, viuda de Magistris.

El 17 de septiembre, quince días más tarde de la devolución de los restos de Evita, Lanusse anunció el calendario electoral dentro del marco de lo que denominaba el Gran Acuerdo Nacional. Las elecciones presidenciales se realizarían el 11 de marzo de 1973 y la entrega del poder al nuevo mandatario el 25 de mayo. El anuncio intentaba desarmar el mecanismo de un golpe en ciernes dentro del Ejército.

Pocos días más tarde, el comandante de la Armada, Pedro J. Gnavi, -un firme aliado del Presidente- habría de resistir, entre el 2 y el 8 de octubre, una embestida de varios oficiales superiores que objetaban la política del Gran Acuerdo Nacional (es decir, la participación del peronismo en el futuro electoral); el respaldo naval al calendario de elecciones y la incorporación al gabinete de "hombres competentes" de extracción política. Los disidentes, secundados por varios capitanes de navío de Puerto Belgrano, la más importante base naval, exigían el retiro de Gnavi.

Alejandro Lanusse no cedió a las presiones y respaldó a su colega en la Junta Militar (no podía avalar las demandas de los críticos del jefe naval, en medio de un estado deliberativo que podía volverse en su contra). La crisis fue superada con el pase a retiro de media docena de almirantes y varios capitanes de navío. De todas maneras, Gnavi tenía los días contados. Lo sucedería el vicealmirante Carlos G. Coda que revistaba como Agregado Naval en Londres.

Al finalizar la crisis en la Armada, se sublevaron varias unidades mecanizadas del Ejército en la provincia de Buenos Aires que buscaban la cabeza del propio Lanusse. La noche del 8 de octubre el Presidente se dirigió enérgicamente al país: "Un grupo minúsculo de oficiales del Ejército, imbuido de una ideología crudamente reaccionaria, ha pretendido erigirse en árbitro del futuro argentino en un intento absurdo, oscurantista y retrógrado, destinado a torcer el rumbo de la historia y contrario a la tradición de nuestras armas".

Uno de los jefes rebeldes, el coronel Carlos García, acusó al Presidente de "haber renegado de la revolución de junio de 1966". Exigía volver atrás las agujas del reloj y profundizar el proceso sin límite de tiempo. Los jefes de Cuerpo respaldaron la autoridad de su Comandante y el golpe fue sofocado. En esas horas de confusión la colectividad política en su totalidad apoyó a Lanusse. Aunque la actitud de los partidos políticos argentinos no sorprendió, los medios de comunicación destacaron en cambio el apoyo que le brindó el presidente socialista de Chile, Salvador Allende.

La renuncia de Paladino y la llegada de Héctor J. Cámpora

Ya se conocía que habría elección presidencial y que el gobierno militar intentaba un acercamiento con el peronismo para llegar a un acuerdo o entendimiento. Perón no lo quería y vio la hora de endurecerse para perfilar al Movimiento. Sabía muy bien -como se lo dijo Paladino entre otros- que la sociedad estaba "harta" de los militares: había llegado la hora de endurecer. Mostrar los dientes.

El miércoles 3 de noviembre de 1971, La Opinión tituló en la tapa: "Circularon versiones sobre la renuncia de Paladino". Al día siguiente el mismo matutino dice: "La renuncia de Paladino ratifica el liderazgo de Perón", algo que el Delegado nunca puso en duda. También se afirma que el sucesor sería Héctor J. Cámpora (también se habló de Jorge Osinde), quien partió a Madrid en la tarde anterior.

Con la firma de John Davis Lodge, el 29 de noviembre de 1971, la embajada de los Estados Unidos envió un análisis de la situación al Departamento de Asuntos Latinoamericanos en Washington. En síntesis decía: "El anuncio de que Perón acepto la renuncia de Paladino y el nombramiento de Cámpora en su reemplazo son señales de una nueva fase de Perón en las negociaciones con Lanusse y los otros partidos políticos. Cámpora que tiene reputación de ser el "síseñor" y Perón va a dirigir la parte política del sector peronista y Cámpora va jugar un rol limitado en la estrategia de Perón de unificar el peronismo.

"El 9 de Noviembre, Cámpora anunció a la prensa en Madrid su designación como Delegado de Perón en Argentina [...] La designación de Cámpora llego después de meses de esfuerzos de la línea dura del peronismo y otros cercanos a Perón para cortar la autoridad e influencia que tenía Paladino sobre Perón. Hubo dos figuras importantes en la designación de Cámpora: Jorge Antonio y Julio Romero de Corrientes". Lodge se olvidó de citar a dos integrantes de la Quinta '17 de Octubre' que ayudaron a defenestrar al 'Colorado' Paladino, ellos fueron Isabel Perón y José López Rega.

El jueves 3 de febrero de 1972, los diarios consignaban que los dirigentes metalúrgicos Lorenzo Miguel y Victorio Calabró se entrevistaron con Isabel Martínez de Perón en Buenos Aires y durante el encuentro -que se realizó en un departamento de Quintana 260 (propiedad de la familia Romero)- los sindicalistas se quejaron por las declaraciones vertidas contra el "vandorismo" por los integrantes del Consejo Provisorio de la Juventud Peronista. Sin nombrarlo, estaban hablando de Rodolfo Galimberti. "No vamos a aceptar injurias a la memoria de Augusto Vandor, ni agravios al vandorismo", declaró Miguel a la salida.

Los dirigentes sindicales podían decir lo que quisieran pero los vientos, junto con sus protagonistas, iban por otra senda. Si no que lo diga el acto de Ensenada de la Juventud Peronista (en etapa de organización) que encabezó Rodolfo Galimberti, en el que se coreaban consignas contra el vandorismo, cuando el orador central sostuvo que a los dirigentes obreros "burocratizados los vamos a pisar como cucarachas". El acto debía contar con la presencia de Isabel Perón, pero mando una adhesión argumentando que se encontraba indispuesta. La lucha no termino, ni terminaría, ahí: días más tarde manos anónimas profanaron la tumba de Augusto Vandor y la Unión Obrera Metalúrgica se vio en la necesidad de advertir en una solicitada del 3 de marzo que "ni las balas, ni las calumnias, ni el terror, podrán hacernos retroceder".

El jueves 2 de marzo, después de tres meses en la Argentina, Isabel y José López Rega retornaron a Madrid, siendo despedidos en el aeropuerto por más de 1000 personas, entre militantes y dirigentes de todas las ramas del partido.

El lunes 13 de marzo de 1972, tras las gestiones que realizaron Giancarlo Elia Valori, del Instituto para las Relaciones Internacionales y del Centro de Estudios Estratégicos de Roma, y Rogelio Frigerio, más la publicidad del documento "La realidad es la única verdad" firmado por Perón, con una manifiesta influencia del pensamiento desarrollista (el documento contenía una fuerte crítica a la gestión económica de la dictadura que el frigerismo lo tomó como una victoria; el periodista Enrique Alonso, Francois Lepot, me contó que lo pasó a máquina), Juan Domingo Perón y Arturo Frondizi hablaron frente a frente por primera vez. Luego hubo otra reunión el 29 de marzo, poco antes que Frondizi terminara su gira europea.

El diálogo fue grabado por sugerencia de José Miguel Vanni, un habitué de Navalmanzano 6. El encuentro entre dos dirigentes que se habían enfrentado, más tarde acordado y vuelto a enfrentarse en años anteriores, dio pie para anécdotas del pasado, confidencias de ese presente y miradas al futuro. Lo dramático de ese diálogo es que muchos de los problemas que se diagnostican ahí, sobre la Argentina de 1972, aún están vigentes y agravados cuatro décadas más tarde (Para los que deseen profundizar sobre éste encuentro ver Perón-Frondizi, la conversación, de Luís Eduardo Meglioli, El Emporio Ediciones, Córdoba 2012).

En ese momento, la Argentina era reconocida por ser un país con 72% de clase media; 6% de desocupación y 4% de pobreza. Ahora sí, en marzo de 1972, las cifras oficiales hablaban de una inflación de 21% en los tres primeros meses y 50% en el último año.

El lunes 10 de abril de 1972 cayeron asesinados el jefe del Cuerpo II de Ejército, Juan Carlos Sánchez y el empresario de la FIAT Oberdam Sallustro. El primero a la salida de la sede de su comando, en Rosario. La muerte de Sánchez fue producto de un operativo conjunto, denominado "Sonia II", entre el PRT-ERP y las FAR. El segundo fue ultimado cuando las fuerzas de seguridad estaban a punto de rescatarlo. Ante la ola de violencia y los rumores de cambios en lo más alto del poder, Lanusse habló desde el Chaco el viernes 14 de abril. Para algunos realizó una suerte de renunciamiento histórico a su candidatura presidencial, para otros se colocó en la lista de potenciales candidatos a la hora de decidir quién seria y bajo qué condiciones, cuando dijo: "Aquí tenemos la obligación histórica de limitar las pretensiones personales y ceder todos un poco, en aras de la unión de los argentinos. Y en ese 'todos' está incluido, sin lugar a dudas el que ocupa hoy el cargo de presidente de la Nación".

Mientras se esperaba una respuesta de Perón surgió la noticia desde Madrid que el gobierno español había decidido cambiar el status jurídico del ex presidente. De esa manera, al dejar de tener las limitaciones de un exiliado, Perón podía hablar directamente sin necesidad de intermediarios. La quinta 17 de Octubre dejaba de ser la Casa Rosada en el exilio, como dijo un observador. Terminaban así años en los que Perón fue varias veces reprendido por un gobierno que a su vez era presionado desde Buenos Aires.

El miércoles 3 de mayo, Lanusse volvió a blindar a su gobierno de eventuales asonadas militares, al promulgar la ley 19.609, señalando que se realizarán elecciones el 25 de marzo de 1973 y la entrega del poder el 25 de mayo siguiente. La nueva norma establecía que también las elecciones se harán "sin ninguna clase de limitaciones, condicionamientos o exclusiones" y que la confirmación del calendario electoral está destinada a "aventar definitivamente las especulaciones de quienes aún creen posible impedir la pacificación del país y su anhelada estabilidad institucional". El tiempo demostraría que nada era definitivo a pesar de la ley: Las elecciones se adelantarían dos semanas y el gobierno militar condicionó a los candidatos a vivir en la Argentina a partir del 25 de agosto de 1972. Esta última demanda tenía nombre y apellido, Juan Domingo Perón.

El 14 de mayo Lanusse presidió una reunión de gabinete, cuyos detalles salieron a la luz dos días más tarde y, luego, se vieron reflejados en sus Memorias, en la que leyó un documento donde expresaba que por razones de tipo personal e institucional no quería ser candidato a Presidente de la Nación: "No deseo ser Presidente constitucional...creo que no es saludable para la imagen del país -y en consecuencia de las Fuerzas Armadas-que yo fuera Presidente constitucional, porque sería muy difícil desechar la apariencia de continuismo que tendría el futuro gobierno, y eso de ninguna manera es bueno". En ese documento que le habían preparado sus asesores, también, Lanusse consideró que esa pretensión era trasladable a algún "miembro del gabinete". Esta consideración la agregó de puño y letra y tenía un destinatario: Francisco Guillermo Manrique, el Ministro de Bienestar Social. Al mismo tiempo, Lanusse estimaba que descartada su candidatura estaría en mejor posición para volver a levantar la propuesta formulada en su discurso en San Nicolás.

El 27 de julio de 1972, ante más de mil oficiales reunidos en el salón de actos del Colegio Militar de la Nación, Lanusse realizó una larga exposición, de la que siempre se recordará una frase. Para ser más precisos, en realidad era parte de un concepto más extenso, cuando trató las prevenciones del justicialismo al regreso de su líder: "Ahora la trampa es esa: después de 17 años en que no se lo dejaba venir, y por eso se le hacía la trampa, la trampa consiste en que se le dice: Venga, señor. Los otros días tuve una reunión con dirigentes gremiales, que pude conducirla como si fuera ni más ni menos que una simple conversación entre varios argentinos. Y al referirme a éste tema, les dije que si Perón necesita fondos para financiar su venida, el Presidente de la República se los va a dar. Pero aquí no me corren más a mí, ni voy a admitir que corran a ningún argentino, diciendo que Perón no viene porque no puede. Permitiré que digan: porque no quiere. Pero en mi fuero íntimo diré: porque no le da el cuero para venir". Ahí, volvió a reiterar la condición para ser candidato: residir en la Argentina a partir del 25 de agosto.

La réplica oficial de Juan Domingo Perón al discurso de Lanusse llegó a Buenos Aires vía la agencia española EFE: "Yo me pregunto: ¿Para qué quiere este señor conversar conmigo? Si él quiere tener una opinión del Partido Nacional Justicialista que lo haga con el Consejo Superior del mismo o con su actual presidente el doctor Héctor J. Cámpora. ¿O no se han organizado ya las fuerzas políticas? Y si se han organizado no será para conversar luego con terceras personas que podrán o no tener opiniones responsables pero que, de acuerdo con la ley de las organizaciones políticas, dictadas por la propia dictadura, han de ser la genuina representación del pueblo argentino". Para irritarlo aún más a Lanusse, el hombre de Puerta de Hierro dirá: "En lo que se refiere a los asuntos institucionales que comenta, me inclinan a pensar como Augusto Álvarez: Quién lo mete a Lanusse a reformador institucional, que no es un asunto del arma de Caballería".

La espiral sangrienta

El 22 de agosto de 1972 la Argentina entró definitivamente en un proceso de suma cero, en el que la muerte era el resultado obligado. Fue la consecuencia de causas que se remontaban, según la ubicación ideológica del analista, a fechas distintas. Ninguno fue inocente y uso la violencia como arma, mientras la sociedad observaba absorta. Los muertos en la Base Aeronaval Almirante Zar habían matado antes, y también lo hicieron para escapar del penal de Rawson, y los que quedaron vivos siguieron matando aún en plena democracia (1973-1976). El paisaje político argentino de aquellos años estaba manchado con sangre, de uno y otro lado. Se vivía un clima de guerra, esa fue la palabra contenida en los partes de las organizaciones armadas y en el lenguaje castrense. Quienes debían custodiar el imperio de la ley adoptaron los mismos métodos que sus enemigos y de haber triunfado éstos hubieran realizado un baño de sangre. Lo proclamaban, hacer de los Andes un inmenso paredón.

Desde hacía tiempo Lanusse presentía la sed de venganza de muchos miembros de las FFAA. Una vez comentó a un amigo: "Estoy como las viudas en los velorios, salgo de uno y entro en otro". Instituyó la Cámara Federal Penal, la cámara del terror o el "camarón" y después del 25 de mayo de 1973, tras su disolución, rigió la ley de la selva. Y cuando la sociedad -y su dirigencia- no sabía cómo salir de esa ecuación maldita que había desafiado al propio Juan Domingo Perón -de ese cuanto peor mejor de Mario Eduardo Firmenich- echó mano a una solución siniestra, clamando por un retorno de las FFAA al poder, y llegó el Proceso de Reorganización Nacional que terminó estrellándose en Malvinas, el 14 de junio de 1982.

Trelew fue el grito de guerra, para algunos, a partir de ese día. Menos de un año más tarde, uno de los partícipes del gran escape asesinaría al contralmirante Hermes Quijada, el oficial que tuvo que salir a la televisión, el 25 de agosto, a explicar lo inexplicable. Su muerte fue la consecuencia de la "Operación Hermes", ensayada una y otra vez en las calles de La Habana por el Gallego Fernández Palmeiro. Más tarde, el juez federal que sustanció la causa, Jorge Vicente Quiroga, también fue asesinado en pleno centro de Buenos Aires. Antes de ellos y después de ellos cayeron muertos innumerables argentinos. La lista es muy larga y repasarla sumerge a uno en la tristeza más infinita.

El 24 de agosto, apenas unas horas a que venza el plazo, Lanusse pronunció un discurso por la cadena nacional por el que desechó toda posibilidad de permanencia en el poder: "Quien les está hablando así como los otros comandantes en Jefe, y los más importantes funcionarios del Gobierno, que han sido señalados como continuistas, de hoy en más, han ratificado que no integrarán el futuro gobierno. En cambio, otros se han marginado del proceso -en obvia referencia a Perón- porque no han regresado al país, supuestamente porque no están dadas las condiciones".

En la misma ocasión anunció las reformas provisionales a la Constitución Nacional: el presidente, vicepresidente y senadores nacionales serán electos de forma directa y con mayoría absoluta (en un distrito único); se implanta el voto directo y el ballotage; se eleva a tres el número de senadores por distrito y regula fortalecimiento de la independencia del Congreso de la Nación, previendo la posibilidad de su auto-convocatoria (Artículo 55). Desde la localidad española de San Sebastián, el 27 de agosto, Perón volvió a reiterar que no aceptaba la fecha del 25 de agosto "porque no quiero convalidar una medida que es totalmente arbitraria e inconstitucional". Preguntado si eso significaba que renunciaba a asumir la jefatura de la Argentina, solo respondió: "Yo no renuncio a nada. A nada que no me obligue la constitución" y luego sostuvo que la Argentina era "un volcán". El proceso electoral se ponía en marcha. El retorno de Perón también.

Un día lluvioso

Eran las once y ocho minutos de la mañana del lluvioso viernes 17 de noviembre de 1972, cuando el avión de Alitalia paró sus turbinas y comenzó el momento del desembarque. El vuelo Roma-Dakar- Buenos Aires se había desarrollado sin inconvenientes, y no hizo falta echar mano a los planes alternativos: A) descender en Asunción y B) Montevideo. La Opinión, en su contratapa, anunciaba que el brigadier Ezequiel Martínez, por decisión de la Junta de Comandantes, se entrevistaría con Perón. Una cosa es lo que la Junta imaginaba y otra el deseo del General.

Antes de pisar tierra argentina, Perón conversó con Santos y Jaime sus custodios españoles, como bien recordó Norma López Rega al autor. No había armas arriba del avión porque Perón dijo que iba como "prenda de paz" y antes de decolar de Fiumicino se hizo revisar los bolsos de viaje.

El vicecomodoro René Salas subió al avión por la escalerilla de la Primera Clase y pidió hablar con el recién llegado. Antes de ordenar requisar todo, le dijo que las instrucciones que él tenía eran que bajara acompañado por no más de cinco personas, que no podía acercarse a los invitados especiales, ni a los periodistas, y que serían trasladados al Hotel Internacional de Ezeiza. Así se hizo, aunque se sumaron los dos españoles.

Perón bajó primero y atrás lo siguieron Isabel, el Delegado y José López Rega. Al pié de la escalera lo aguardaba una caravana de automóviles que encabezaba un Ford Fairlane, color claro. A partir de ese momento Perón estaba bajo el cuidado especial del comisario Díaz, quien en algún momento, para darle más gravedad a lo que se vivía, o para ejercer algún tipo de presión, "llegó a apuntarlo al General, con un revólver en la espalda (cuando amago con abandonar el hotel) ...y los restantes íbamos detenidos, todos cagados en las patas, y cuando llegamos al cuarto del hotel el General se sentó en la cama y dijo: Que bueno, al fin me puedo sacar los botines, y nos hizo aflojar la tensión a todos", rememoró Norma López Rega.

Hasta la mañana siguiente, dentro del Hotel Internacional de Ezeiza y sus calles adyacentes, se suscitaron una serie de hechos que, vistos muchos años más tarde, manifestaban la fragilidad institucional del momento, la violencia contenida. El principal personaje apuntado con una pistola; otro ex presidente de la Nación con una ametralladora; colimbas camuflados; Perón impedido de dirigirse a su casa en Vicente López, con dos ametralladoras antiaéreas 767 apuntando a las puertas del hotel; el secretario de la Junta de Comandantes, brigadier Ezequiel Martínez presionando para que vaya a reunirse con sus jefes; unos pocos miles de adherentes que habían intentado acercarse desoyendo la prohibición del Estado de Sitio; una chirinada o sublevación en la Escuela de Mecánica de la Armada y la población que observaba lo que le mostraban los canales oficiales. El recién llegado en son de paz estaba recluido en su habitación por "razones de seguridad". La mayoría de la gente entendió que estaba "preso". Una radiografía de la impotencia y el desencuentro. Una imagen lamentable.

Ante la posibilidad de que se desatara lo impredecible, a la mañana siguiente, Perón y sus acompañantes fueron autorizados a salir de Ezeiza y se fueron a la casa de la calle Gaspar Campos 1065, haciendo caso omiso a las presiones para lograr una cumbre con la Junta Militar. A partir de ese momento, la gente y la dirigencia tomarían a ese lugar como un obligado punto de referencia. Solo en ese primer día, Perón debió salir siete veces a una ventana para saludar a una muchedumbre que lo vitoreaba, principalmente plagada de jóvenes que no habían vivido su primera etapa de gobierno (1946-1955). El domingo 19 se vio obligado a asomarse 25 veces a partir de las 6.55 de la mañana. A las 9.55 tuvo que pronunciar un discurso, en especial, sobre el papel de la juventud en el escenario político. En esa jornada, recibió a los dirigentes del Encuentro Nacional de los Argentinos y La Hora del Pueblo.

La reconciliación

Perón y Balbín se vieron cara a cara en Gaspar Campos el 19 de noviembre de 1972. Por algunas razones difíciles de entender el jefe radical llegó tarde a la cita, cuando los socios de la coalición partidaria ya se encontraban reunidos y no pudo hablar a solas con el dueño de casa. Fue el día en que Balbín debió saltar una cerca para ingresar por atrás a la casa de Perón y también fue el día en que escucho de su viejo adversario: Usted, doctor Balbín, y yo, representamos el 80 por ciento del país. Esa frase era coherente con la carta que le había dirigido en 1970.

Como no se pudo realizar el diálogo a solas, Enrique Vanoli (Secretario Político de la UCR) habló con Jorge Osinde y el 21 de noviembre, a las nueve de la noche, los dos se encontraron en Gaspar Campos. Balbín quería explicarle que las elecciones tenían que ser limpias y sin combinaciones extrañas -relató el periodista Enrique Medeot- porque en medios radicales se sospechaba que López Rega intentaba confundir a Perón deslizándole que Balbín podría estar complicado en alguna maniobra con el ministro, y su correligionario, Arturo Mor Roig.

Según Vanoli "esa reunión fue trascendente, los dos se encerraron en una habitación y creo que la charla duró una hora", Balbín expresó que "el general me dijo que ya estaba amortizado y que quería dedicar sus últimos años a trabajar para el reencuentro de los argentinos".

Una Zimmerwald latinoamericana

Mientras gran parte de la dirigencia argentina peleaba por candidaturas parlamentarias en las listas de los próximos comicios, o posiciones en los futuros gobiernos provinciales, en Santiago de Chile el jefe del PRT-ERP, Roberto Santucho, preparaba a su organización para el enfrentamiento armado generalizado que se avecinaría en el Cono Sur de Latinoamérica y especialmente la Argentina. En noviembre de 1972, tras dejar Cuba, pasar por Europa y próximo a volver a la Argentina de manera clandestina, Roberto Santucho, Enrique Gorriarán Merlo y Domingo Menna mantuvieron las primeras entrevistas que dieron forma a la Junta Coordinadora Revolucionaria (JCR), una multinacional de bandas terroristas que integraron el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), de Chile; MLN-Tupamaros de Uruguay; el Movimiento de Liberación (MLN) boliviano y los erpianos argentinos.

Como correspondía a la época, todo sería coordinado por el Partido Comunista de Cuba y sus servicios de Inteligencia. Miguel Henríquez, jefe del MIR, comparó al proyecto en marcha con un pequeño Zimmerwald, recordando la primera conferencia de 1915, en esa ciudad suiza, de la que participaron revolucionarios internacionalistas liderados