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Inéditos niveles de violencia

* Daniel Gallo. Los palos y capuchas piqueteros han dejado paso a pistolas y cuchillos. La violencia que cada día cobra su cuota de sangre en episodios de inseguridad empezó a vincularse con reclamos sociales y en Villa Soldati alcanzó niveles inesperados.

Las armas del delito llegaron a las protestas. Las manifestaciones de hoy son tierra de nadie y campo de tiro al blanco. Hay escenarios de violencia colectiva no vistos antes. Hasta el asesinato de Mariano Ferreyra, en octubre, la tensión de los reclamos mantenía ciertos niveles de cordura. Desde entonces se rompió el dique de contención impuesto entre las organizaciones sociales, que no cruzaban la raya del delito feroz, y la policía, que no quebraba el mandato de autolimitarse.

Algo cambió. Por primera vez, fotógrafos, camarógrafos y cronistas son blancos directos de las agresiones. Lo ocurrido en estos días de furia no encuentra antecedentes en los momentos más difíciles de los últimos años. No pasó cuando estalló el eje Tartagal-Mosconi, en 2000-01, tampoco en el desalojo en el puente de Corrientes en 1999 ni en los duros días del verano 2001-02. Este cronista estuvo en esos lugares, también en los destrozos en Mar del Plata de 2005 y en choques callejeros por todo el país, pero nunca percibió una agresividad tan enfocada a los periodistas como en Villa Soldati. Hubo hombres de prensa lesionados y móviles afectados antes en cada trifulca, aunque siempre ocurrió por el riesgo natural de estar en medio de una pelea, no por ser buscados como objetivos a silenciar. Eso pasa, en cambio, en el parque Indoamericano.

La experiencia más cercana sobre ataques en coberturas de incidentes habrá que encontrarla lejos de las protestas sociales. Habrá que pensar en los choques de hinchadas de fútbol. Ahí no quieren que la prensa sea testigo de desmanes. Todo lo contrario a lo que buscan siempre los manifestantes de un reclamo. Parece que hay barrabravas dentro y fuera del parque tomado. Ya fueron descubiertos algunos, armas en mano. Por eso antes de chocar con otros, estos "manifestantes" procuran romper los equipos de prensa. Quieren el anonimato para actuar. Para matar. Los barrabravas son sinónimo de delito. Todos los miembros de las hinchadas tienen antecedentes penales. Son delincuentes y ahora están en las protestas sociales. Armados.

En la hostil noche de Villa Soldati, tras el enfrentamiento de anteanoche, hombres con heridas de bala de goma en las piernas se pronunciaban como barrabravas de Chicago. Antes habían aparecido los de Huracán y los de River por ahí. Todos dicen lo mismo, que son vecinos, que viven allí. Puede ser verdad. Pero esa casualidad no evita el concepto que la protesta social sube su nivel de violencia hacia la delincuencia común con esos personajes.

En el medio quedan los vecinos que protestan por sus derechos, pero que forman la cobertura ideal en la que se mueven los delincuentes profesionales.

El Gobierno acusa a otros de haber puesto en acción a los barrabravas. El macrismo señala a la Casa Rosada como responsable de llevarlos al campo de la protesta social. Lo cierto es que después del Mundial estos sujetos parecen estar dedicados a excursiones punitivas en manifestaciones.

La facilidad para matar evidenciada por la inseguridad se entremezcla ahora en temas políticos. Los palos y capuchas de piqueteros aparecen así como un recuerdo pintoresco frente a esta violencia. Es, realmente, una mala noticia que recibe en estos días la sociedad.