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"Hacktivismo"

* Por Miguel Ángel Bastenier . Julian Assange, cualquiera que sea su religión o ideología –si las tiene– no es un "hacktivista" de derecha o de izquierda, sino un ciudadano en rebelión contra las instituciones.

El hacktivismo o activismo de los hackers (piratas informáticos), cuando se orienta a informar al público de todo aquello que los gobiernos no quieren que se sepa, se está convirtiendo con rapidez en el movimiento contracultural del siglo 21.

No es tanto que vuelvan los años de la década de 1960 como que una forma de sentir las relaciones del ciudadano con la cosa pública de raíz profundamente anglosajona ha encontrado en las nuevas tecnologías una vibrante forma de expresión. En el fenómeno creado por la oleada de revelaciones del movimiento WikiLeaks (www.wikileaks.org), que dirige el escurridizo australiano Julian Assange –primero sobre las guerras de Afganistán e Irak y luego sobre la diplomacia planetaria de Estados Unidos–, hay que distinguir dos realidades, complementarias pero diferentes: el material puesto a disposición del público en sí mismo y la propiedad política y moral de llevar a cabo esa exposición.

La reacción oficial. Es perfectamente comprensible que el Departamento de Estado norteamericano haya puesto el grito en el cielo y que su titular, Hillary Clinton, haya dicho, en síntesis, que así no hay forma de conducir una política exterior.

La contradicción reside en que los intereses de su Gobierno –de cualquier gobierno, en definitiva– no coinciden con los de la opinión universal, que siempre tiene derecho a saber, igual que tienen los medios, entre ellos El País , de España, de proceder a la publicación, normalmente haciendo el expurgo de lo que pudiera afectar a la seguridad de estados o personas.

Las revelaciones se dividen, a su vez, en lo que es una grosera e indecente interferencia –pero que a nadie debe sorprender– en los asuntos de otro país, como han sido en España las presiones sobre jueces, empresarios y políticos en aquellas circunstancias en las que cupiera esperar un perjuicio para Washington, y la caracterización con frecuencia peyorativa de los personajes con los que esa diplomacia ha de tratar, lo que aún menos debería dejar atónito a nadie.

El jefe de Gobierno ruso Vladimir Putin y su presidente Dmitry Medvedev, vistos como ‘Batman y Robin’, y el primero como el ‘macho alfa’ de su tribu, son hasta pequeñas trouvailles para la historia del sarcasmo universal. Y en medio de todo ello, que el presidente español José Luis Rodríguez Zapatero le parezca a un funcionario norteamericano, la mayor parte de cuya vida ha transcurrido dentro de los límites del más puro neoliberalismo, "un izquierdista trasnochado", además de inevitable resulta hasta medio elogioso. Lo que no se sabía, en definitiva, se adivinaba, aunque hoy suene deplorable al conocerlo verbatim (expresado con palabras).

¿Cuál es la idea? Pero, ¿cuál es la plataforma de pensamiento sobre la que opera WikiLeaks? Assange dio a conocer ya en los años ’90 su credo de sumo sacerdote del hacktivismo : libre acceso a la información, que pertenece por entero al dominio público; desconfianza profunda de toda autoridad constituida y defensa de una descentralización extrema en la conducción de los asuntos políticos. Es decir, anglosajonismo en estado puro. Cuando la policía británica aparece sin armas vestida de azul, no es porque se confíe en la humanidad intrínseca de la delincuencia local, sino porque se recelaría del comportamiento de esa autoridad dotada de tan agresivos medios de coacción.

De igual forma, recorre transversalmente la política norteamericana una corriente ácrata, de origen protestante puritano, lejanamente basada en el libre examen de la Biblia, furibundamente reivindicadora de los derechos individuales, que se expresa con frecuencia al nivel de poder más próximo al ciudadano, como es la administración local.

A diferencia del anarquismo español o italiano de las décadas de 1920 y 1930, que llegaba a ser violentamente revolucionario, este sentimiento se ancla de manera muy cómoda en la derecha.

Una de las personalidades más visibles del movimiento de The Tea Party, Ron Paul, es un anarquista conservador, aislacionista en política internacional y partidario de la cuasi desaparición del Estado. Por ello, Assange, cualquiera que sea su religión o ideología –si las tiene– no es un hacktivista de derecha o de izquierda, sino un ciudadano en rebelión contra las instituciones.

Esa cualidad de guerrillero o francotirador informático no excluye, sin embargo, que el fundador de WikiLeaks haya tomado considerables precauciones por si alguna de las agencias norteamericanas ofendidas por lo que se ha publicado –y lo que falta aún por publicar– decide tomarse la Justicia por su mano.

Y para ello ha dejado debidamente codificado un paquete de nuevas revelaciones de 1,4 gigabytes (GB), equivalente a varias veces el volumen de los 250 mil documentos del Departamento de Estado, que está preparado para su "detonación" si llegara el momento.

Tenemos WikiLeaks, con o sin Julian Assange, para rato.