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Fuego amigo

* Por Sergio Crivelli. Partidarios y simpatizantes ideológicos del Gobierno publicaron en un diario oficialista el domingo pasado una solicitada de solidaridad con el ministro de la Corte Suprema Raúl Zaffaroni para apoyarlo en medio del escándalo por varios prostíbulos descubiertos en sus propiedades.

Pero se trató de una defensa por lo menos inconveniente vista la delicada situación del juez. Inconveniente, por varias razones, entre otras su carácter faccioso, la trillada denuncia de una conspiración ('campaña sucia'), el propósito de descalificar a los denunciantes de un episodio verdaderamente surrealista que sólo puede ocurrir en la Argentina sin producir consecuencias institucionales serias y, por último, pero no menos importante, por el previsible ataque a la prensa no financiada por el estado, gran satán de la presente administración y de sus compañeros de ruta.

La solicitada es contraproducente, además, porque buena parte de la opinión pública que no está al tanto de los detalles del caso ve a Zaffaroni protegido por quienes apoyan a un Gobierno que pretende que se aplique al juez el principio de presunción de inocencia, pero que al mismo tiempo impulsó la difamación de la dueña de 'Clarín' llamándola "apropiadora" y acusándola sin pruebas de cometer delitos de lesa humanidad.

Peor aún, que no se arrepintió públicamente de su conducta a pesar de que las imputaciones fueron demostradas falsas por la Justicia, exhibiendo así un evidente doble patrón de medida como el de los militares de hace 30 años que condenaban el terrorismo de las bandas armadas y de la guerrilla, pero se reservaban el uso del térro- , - ¿COMO DIJO? .
rismo de Estado para combatirlas.

Los defensores del juez utilizan silogismos tan inapropiados como banales. Entre los primeros, la identificación de Zaffaroni con la Corte, de esta con supuestas conquistas jurídicas y de todo ese milagro legal con el Gobierno.

Con un Gobierno, dicho sea de paso, al que por lo menos la mitad de la población rechaza.
A lo que debe agregarse que hay varios ministros del tribunal que no son bien vistos por la Casa Rosada. Recuérdese, por ejemplo, la jueza Highton a la que le instalaron un patrullero en la puerta de la casa cuando osó fallar contra la Casa Rosada.

Habría que preguntarle a ella y a otros colegas a los que la señora Hebe de Bonafini llamó "turros" a los gritos en frente de Tribunales en una movilización organizada por el kirchnerismo qué opinan de Zaffaroni y de los apoyos que le acerca el Gobierno.

Por lo demás identificar con la defensa de los derechos humanos a alguien que aparece involucrado, aunque sea finalmente de manera involuntaria, en un escándalo por prostitución suena a ironía o a despiste completo.

Es de esperar que la idea y el texto de la solicitada no hayan salido de alguna usina oficial por el bien de la política de comunicación de la Presidenta.

Por último, lo que corresponde es que Zaffaroni ejerza su propia defensa en un ámbito institucional -por ejemplo en el Congreso y no delante de la prensa adicta-, que dé las explicaciones que crea pertinentes y que no se escude en la ignorancia, la negligencia o en la propia torpeza, porque, además de increíbles, esas lamentables excusas fortalecerían la posición de quienes creen que lo mejor es que deje su cargo.